El timo climático explicado para dummies

Vivimos tiempos en los que disentir del relato oficial, aunque sea con argumentos sólidos y datos contrastables, te convierte automáticamente en un negacionista, en un loco, en un peligro para el planeta.
Pero no hay nada más sano —y más necesario— que dudar de las verdades absolutas, sobre todo cuando están fabricadas por burócratas, amplificadas por los medios y blindadas con censura científica.

Durante décadas hemos sido bombardeados con la idea de que el planeta está al borde del colapso por culpa del ser humano.
Antes se llamaba "calentamiento global".
Luego, cuando los datos no encajaban del todo, lo rebautizaron como “cambio climático”.
Y hoy, cualquier fenómeno meteorológico —frío, calor, sequía, tormenta, lluvia, nieve, niebla, un meteorito, lo que sea— sirve como justificación de ese mismo dogma.
Pero, ¿qué hay realmente detrás de todo esto?

Ver el archivos adjunto 195976

Empecemos por el principio.
En contra de lo que se cree, la Tierra no está en una fase cálida, sino en una época de glaciación. Llevamos en ella entre 3,5 y 4 millones de años, desde el Plioceno, dado que las glaciaciones se definen en geología como períodos prolongados de tiempo con hielo permanente en los polos —decenas de millones de años.
La ciencia geológica actual, basada en la tectónica de placas y en la configuración de las corrientes marinas, estima que esta fase glacial durará al menos 30 o 40 millones de años más, lo cual la sitúa en duración a la par de períodos geológicos como el Jurásico o el Paleoceno.

Está siendo y será una anomalía climática, dado que durante los últimos 250 millones de años lo normal era tener temperaturas entre 5 y 10ºC más altas que las actuales, estando el nivel del mar entre 150 y 200m por encima.
De hecho, la última vez que la Tierra tuvo una época de hielo polar permanente anterior a ésta fue hace unos 260 millones de años, a finales del Paleozoico, en el Pérmico tardío.
Aquel período acabó en la mayor extinción masiva del Fanerozoico, la conocida como Gran Mortandad, que arrasó con casi el 90% de la vida marina y más del 70% de la terrestre.
Es decir: los climas fríos como el actual sólo anuncian devastación.

Por otro lado, cuando se habla de "la última glaciación", se está hablando en realidad del último pico de frío dentro de esta misma era glacial: el pico de Würm, que terminó hace unos 10 o 12.000 años.
Desde entonces estamos en una fase más templada llamada interglaciar —el Holoceno— que también ha tenido altibajos.
Algunos de ellos, por cierto, más cálidos que hoy. Entre los siglos IX y XIV, por ejemplo, tuvimos el llamado Óptimo Cálido Medieval, en el que las temperaturas en Europa y el Atlántico Norte fueron hasta 1ºC más altas que ahora, sin fábricas, sin coches y sin CO₂ industrial.
De hecho, los vikingos colonizaron Groenlandia en esa época y la llamaron “tierra verde” por una razón.

Ver el archivos adjunto 195981

Después vino la Pequeña Edad de Hielo, aproximadamente entre 1300 y 1850, que congeló el Támesis y arruinó cosechas en toda Europa.
Sin embargo, cuando llegamos a mediados del siglo XIX, justo cuando comenzaba la Revolución Industrial, se forzó una narrativa que conecta la ligera subida térmica natural de ese momento con la actividad humana, ignorando por completo los miles de años de oscilaciones naturales previas.
Efectivamente, la ONU afirma que el calentamiento global comenzó por la instalación de unos cientos de chimeneas de carbón en Londres, París y Frankfurt.

¿Y por qué cambiar el nombre de "calentamiento global" a "cambio climático"?
Pues porque no podían sostener su relato. Si de verdad estuviéramos ante un calentamiento global clásico —como los que se estudian en paleoclimatología— veríamos una subida generalizada de temperaturas en todo el planeta, especialmente en los trópicos.
Pero lo que tenemos son fenómenos aislados, regionales y muchas veces contradictorios. Hay años más fríos que hace cien o doscientos años. Hay primaveras en las que el calor no llega. Veranos con noches otoñales. Nevadas históricas, incluso en el desierto del Sáhara, cinco veces en lo que llevamos de siglo, siendo la de 2017 la más vigorosa, con hasta un metro de nieve.

Ver el archivos adjunto 195978

Ante estas evidencias, el relato mutó.
Ya no hablaban de calor, sino de cambio. Y con esa palabra mágica lo arreglan todo: si hace más frío, es por el cambio climático. Si hace más calor, también. Si llueve mucho, si llueve poco, si nieva más, si nieva menos… todo entra dentro de la categoría.
Es la carta blanca perfecta.
No hace falta que la realidad se ajuste al modelo: el modelo se ajusta a cualquier realidad.
Así han blindado el relato.

Dentro de esta línea, uno de los grandes fraudes del discurso climático está en cómo se interpretan los datos.
Se nos dice que hay "aumento de temperaturas" sin mencionar dónde se producen esas mediciones.
Y es aquí donde entra en juego otra de las trampas más escandalosas: la sobreponderación de datos urbanos en el cálculo de medias térmicas globales.

La mayoría de las estaciones meteorológicas modernas están situadas en ciudades o zonas periurbanas, que se comportan de forma totalmente artificial desde el punto de vista térmico. Es decir, no reflejan en absoluto el comportamiento natural del planeta. Las urbes —como por ejemplo el área metropolitana de Madrid, con más de 12.000 km²— están cubiertas de asfalto, hormigón y materiales oscuros que absorben todo el espectro de radiación solar.
En física, esto se llama cuerpo negro: un objeto que absorbe toda la energía que recibe (luz visible, infrarrojos, etc.) y la reemite lentamente durante toda la noche.

Ver el archivos adjunto 195982
(Foto satelital de Madrid en infrarrojos)

Eso significa que las ciudades no se enfrían al caer el sol.
Siguen irradiando calor durante toda la noche, haciendo que las mínimas nocturnas sean artificialmente altas. Este fenómeno se conoce como isla de calor urbana, y provoca diferencias térmicas de hasta 7 u 8ºC entre una ciudad y su entorno rural inmediato.
Es decir, no tiene sentido incluir esos datos en una media global como si fueran representativos del planeta, cuando más del 99% de la superficie terrestre está deshabitada o mínimamente intervenida.

En los entornos naturales —bosques, praderas, zonas agrícolas, desiertos, lagos— el calor solar se disipa rápidamente cuando desaparece la luz.
La hierba, la tierra, la arena o el agua no actúan como cuerpos negros: no acumulan calor en exceso ni lo retienen artificialmente. Por tanto, si se quisieran hacer mediciones representativas del "clima global" , habría que usar exclusivamente estaciones en zonas rurales, totalmente alejadas de núcleos urbanos.
Pero eso no se hace.
Lo que se hace es usar mayoritariamente datos urbanos, especialmente en verano, y con eso se inflan artificialmente las medias anuales.

Y aquí entra otra dimensión del engaño: el contexto geológico y oceanográfico nunca se tiene en cuenta.
Se nos dice que algunas zonas del planeta se están "calentando más que la media", como el noroeste de Europa o el Ártico, pero se omite explicar por qué.

El Océano Atlántico Norte, por ejemplo, está casi aislado del resto de los océanos. Su conexión con el Índico y el Pacífico es mínima y muy meridional.
Eso significa que el calor que se genera en regiones ecuatoriales, como el Golfo de Guinea y el Golfo de México, no se disipa hacia otros océanos, sino que es arrastrado por la Corriente del Golfo hacia el norte. Esa corriente lleva agua cálida hasta las costas de Europa occidental, provocando que países como Reino Unido, Francia o Noruega tengan temperaturas mucho más altas de lo que deberían por latitud.
De hecho, Madrid está a la misma latitud que Nueva York, pero el clima no tiene nada que ver.
Pero claro, cuando suben las temperaturas en Londres o París, no se explica esta dinámica: se dice que es "el cambio climático".

Ver el archivos adjunto 195986

Por otro lado, el caso del Océano Glaciar Ártico es aún más descarado.
Se habla constantemente de su deshielo como prueba de calentamiento global, pero se omite que es una cuenca cerrada, con una única salida significativa al Atlántico a través del Estrecho de Fram, entre Groenlandia y Noruega, y otra menor por el Estrecho de Bering, que apenas tiene intercambio térmico con el Pacífico.
Además, bajo el Ártico se encuentra la Dorsal de Gakkel, una cordillera submarina activa con fuertes emisiones volcánicas, que calientan el agua desde abajo. Y como ese calor no se ventila —porque el Ártico está mal conectado— se acumula en la cuenca polar, provocando deshielo desde el fondo.
Es decir, no es el CO₂ atmosférico lo que está calentando el hielo ártico, sino el calor geológico del planeta, que no tiene absolutamente nada que ver con el ser humano.

Ver el archivos adjunto 195987

Y si eso ya desmonta una parte del relato, lo de la Antártida lo deja directamente en ridículo.
Mientras se repite hasta la saciedad que "los polos se están derritiendo", lo cierto es que la Antártida lleva décadas ganando hielo. Especialmente en la parte oriental del continente —que representa la gran mayoría de su masa— se ha comprobado mediante satélites, estaciones meteorológicas y radar de penetración que la acumulación de hielo ha aumentado, no disminuido.
¿Cómo es posible?
Primero hay que entender que la Antártida es climáticamente un mundo aparte. Rodeada por el Océano Antártico, sufre un aislamiento brutal gracias al efecto Coriolis y a la Corriente Circumpolar Antártica, una corriente oceánica que gira perpetuamente de oeste a este y que impide el intercambio de masas de agua con los océanos Atlántico, Índico y Pacífico.
En otras palabras: el frío se queda atrapado allí, circulando alrededor del continente y reforzando su aislamiento térmico.

Ver el archivos adjunto 195988

Para colmo, cuando se ven imágenes de grandes bloques de hielo desprendiéndose de la costa antártica, se presenta como si el continente estuviera colapsando por exceso de calor.
Pero esa visión es completamente errónea: el desprendimiento de glaciares se debe a la acumulación de hielo en el interior, que por presión natural desplaza esas masas hacia el exterior —mecánica de Arquímedes—, donde terminan fracturándose.
Es el resultado de demasiado hielo, no de falta de él.

Y sin embargo, todo este comportamiento perfectamente explicable por la dinámica del planeta, se sigue vendiendo como prueba irrefutable del cambio climático provocado por el ser humano.
Aquí es donde toca hablar de quién gana con todo esto.
El IPCC, brazo del aparato climático de la ONU, no investiga nada por sí mismo. No tiene laboratorios, ni científicos independientes. Lo que hace es seleccionar informes ya existentes, y de ellos sólo tiene en cuenta entre el 1 y el 2%, filtrando los que encajan con su relato.
El resto, simplemente, se ignora.
Esto no es ciencia: es burocracia.

Pero, ¿qué se consigue con eso? Pues legitimar políticas que generan negocios millonarios: la industria verde, las energías subvencionadas, los bonos de carbono, las consultorías climáticas, las fundaciones ecológicas con dinero público, y por supuesto, el aumento de impuestos bajo la excusa de "salvar el planeta". Un tinglado que mueve cientos de millardos de dólares al año.
Y todo basado en un modelo teórico que no predice nada y que se contradice constantemente con la realidad.


Esta estrategia no es nueva.
En los años 80 y 90 ya se vivió un pánico climático similar con el famoso "agujero de la capa de ozono".
Se decía que íbamos a morir todos de cáncer de piel, que la radiación ultravioleta lo iba a arrasar todo…, pero nunca existió tal agujero, sino una bajada estacional de densidad de ozono que ocurre cada invierno austral sobre la Antártida.
Un fenómeno perfectamente natural y conocido desde mediados del siglo XX. El ozono se forma de manera espontánea allá donde incide la radiación solar.
Si desapareciera ahora mismo, se regeneraría solo.
O₂ + Ultravioleta = O₃ (ozono).

Entonces, ¿por qué ese alarmismo? Porque en esos años estaban a punto de expirar las patentes de los CFC (clorofluorocarbonos), usados en refrigerantes y aerosoles. La empresa DuPont, junto con otras multinacionales, tenía preparados nuevos compuestos —los HFC— con nuevas patentes que necesitaban vender.
Así que se lanzó la campaña, se culpó a los CFC, se forzó un tratado internacional (el Protocolo de Montreal), se prohibieron los antiguos productos y se introdujeron los nuevos.
Negocio redondo.
Y todo avalado por científicos institucionales, los mismos que hoy firman el dogma del CO₂.

Y por si fuera poco, el supuesto "agujero" se detectaba solo en la Antártida, justo donde no se producían ni consumían CFC.
En los años 80, el uso de esos compuestos estaba concentrado en Europa y Norteamérica. China ni siquiera se había industrializado.
¿Cómo es posible que los CFC "atacaran" selectivamente a la Antártida sin antes destruir la capa de ozono del hemisferio norte? Es absurdo desde cualquier punto de vista físico, químico o atmosférico.
Pero se aceptó porque servía para un fin.

Ver el archivos adjunto 195989

Ese modelo se ha reciclado con el calentamiento global.
Sólo que ahora es mucho más ambicioso: no se trata de cambiar un gas por otro, sino de reformular por completo la economía, la energía, la movilidad y el estilo de vida de miles de millones de personas, bajo una narrativa emocional, apocalíptica e incontestable.
Todo encaja, todo se justifica, todo es cambio climático.
El resto —la ciencia real, los datos incómodos, los matices— simplemente se calla.

Si realmente se quisiera entender el clima del planeta, se tendría en cuenta la geología, la tectónica, la paleoclimatología, la dinámica oceánica, el vulcanismo, el Sol, y la enorme complejidad de sistemas interconectados que llevan funcionando desde hace miles de millones de años sin nuestra intervención.
Pero eso no da dinero.
No da control.
Y no permite culpar al ciudadano medio de consumir, respirar y existir.

Ver el archivos adjunto 195992
Mentira todo.
Jejejeje.
 
No hay más ciego que el que no quiere ver, el calentamiento de los polos es debido a que los nancys

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Operación Highjump Almirante Byrd, 1946. Porqué justo ese momento después de tan larga y dura guerra?

heroe de guerra 6000 hombres y más de acorazada y destructores los usanos salieron por patas, iba a durar 12 meses duraron 3. El secretario de defensa de Eishenhower fue silenciado y se suicidó en in psiquiátrico de la Armada lanzadose desde una ventana con barrotes...

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Que escaparon a Nueva Suabia y están construyendo un ejercito 24/7 365 al año y están ya en las fases finales, pronto, Adolf Hitler que lleva en animación suspendida desde 30 abril del 1945 se alzará y sus ejércitos arrasarán las decandentes naciones que han malgastado su arsenales y la credibilidad de sus ciudadanos. Y marcharán en Londres, París Washington, Pekin. En Nueva Delhi primero tirando 10 nukes porque tienen plagas de ratas y scheisse

Nos ovnis son drones que se vieron en los f18 y por NY son drones del 4° Reich.

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Heil Hitler!!!! Vierter Reich seit 1000 Jahren!!!!


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Como bien has apuntado en tu buen post, el asunto tiene una importante carga política y económica.
Entonces verás como los tragacionistas, que sieeeempre son de izquierdas, los de los dogmas , soflamas , y propaganda, pues serán los que ni siquiera quieran leerlo.

Izquierdistas defendiendo los inteseres de las corporaciones y grupos financieros.
Se tragan lo que dice en la tele como hace cien años se tragarían lo que dice el párroco.

A ellos les basta con que las cosas se las den pensadas, el Estado y los dirigentes se encargan hasta de pensar.

Los estados son marionetas de los intereses corporativos.

Aquí nuestro amego Hediondo (subnormal) te rebate todo tu extenso post con el contundente argumento del azúcar.

La cuestión es que @Capitán Hediondo Subnormal no entiende la mitad de las palabras del post inicial, y su argumento es llamar "tonto" sin rebatir nada.
 
A mi me parece que quien manda y quien decide lo que tenemos que pensar y hacer, es el dueño de la deuda pública.
Ni rey, ni gobiernos ni grupos de opinión.
El que manda es el que tiene la pasta y al que se la debemos.
 
Me surgen un par de dudas: ¿cómo justificas entonces que el Mediterráneo esté subiendo de temperatura, y casi año tras año vaya batiendo records?

El Mediterráneo es un mar superficial y estancado, con una única salida por el Estrecho de Gibraltar, recibiendo aguas cálidas constantes de la Corriente del Golfo.
Tanto es así, que si se cerrase el estrecho, acabaría siendo una salmuera cerrada.

¿Y que casi todos los records de alta temperatura se hayan batido en todas las estaciones en los últimos años?

1) Se miden mayormente en ciudades, que cada año son más grandes y retienen más calor.
2) Las mediciones fiables comenzaron a existir a finales del XIX, cuando la Tierra ya se estaba calentando tras la Pequeña Edad de Hielo ya mencionada.
3) Hubo etapas más cálidas que las actuales, como el Óptimo Cálido Medieval, pero no existían métodos de medición.
 
Vivimos tiempos en los que disentir del relato oficial, aunque sea con argumentos sólidos y datos contrastables, te convierte automáticamente en un negacionista, en un loco, en un peligro para el planeta.
Pero no hay nada más sano —y más necesario— que dudar de las verdades absolutas, sobre todo cuando están fabricadas por burócratas, amplificadas por los medios y blindadas con censura científica.

Durante décadas hemos sido bombardeados con la idea de que el planeta está al borde del colapso por culpa del ser humano.
Antes se llamaba "calentamiento global".
Luego, cuando los datos no encajaban del todo, lo rebautizaron como “cambio climático”.
Y hoy, cualquier fenómeno meteorológico —frío, calor, sequía, tormenta, lluvia, nieve, niebla, un meteorito, lo que sea— sirve como justificación de ese mismo dogma.
Pero, ¿qué hay realmente detrás de todo esto?

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Empecemos por el principio.
En contra de lo que se cree, la Tierra no está en una fase cálida, sino en una época de glaciación. Llevamos en ella entre 3,5 y 4 millones de años, desde el Plioceno, dado que las glaciaciones se definen en geología como períodos prolongados de tiempo con hielo permanente en los polos —decenas de millones de años.
La ciencia geológica actual, basada en la tectónica de placas y en la configuración de las corrientes marinas, estima que esta fase glacial durará al menos 30 o 40 millones de años más, lo cual la sitúa en duración a la par de períodos geológicos como el Jurásico o el Paleoceno.

Está siendo y será una anomalía climática, dado que durante los últimos 250 millones de años lo normal era tener temperaturas entre 5 y 10ºC más altas que las actuales, estando el nivel del mar entre 150 y 200m por encima.
De hecho, la última vez que la Tierra tuvo una época de hielo polar permanente anterior a ésta fue hace unos 260 millones de años, a finales del Paleozoico, en el Pérmico tardío.
Aquel período acabó en la mayor extinción masiva del Fanerozoico, la conocida como Gran Mortandad, que arrasó con casi el 90% de la vida marina y más del 70% de la terrestre.
Es decir: los climas fríos como el actual sólo anuncian devastación.

Por otro lado, cuando se habla de "la última glaciación", se está hablando en realidad del último pico de frío dentro de esta misma era glacial: el pico de Würm, que terminó hace unos 10 o 12.000 años.
Desde entonces estamos en una fase más templada llamada interglaciar —el Holoceno— que también ha tenido altibajos.
Algunos de ellos, por cierto, más cálidos que hoy. Entre los siglos IX y XIV, por ejemplo, tuvimos el llamado Óptimo Cálido Medieval, en el que las temperaturas en Europa y el Atlántico Norte fueron hasta 1ºC más altas que ahora, sin fábricas, sin coches y sin CO₂ industrial.
De hecho, los vikingos colonizaron Groenlandia en esa época y la llamaron “tierra verde” por una razón.

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Después vino la Pequeña Edad de Hielo, aproximadamente entre 1300 y 1850, que congeló el Támesis y arruinó cosechas en toda Europa.
Sin embargo, cuando llegamos a mediados del siglo XIX, justo cuando comenzaba la Revolución Industrial, se forzó una narrativa que conecta la ligera subida térmica natural de ese momento con la actividad humana, ignorando por completo los miles de años de oscilaciones naturales previas.
Efectivamente, la ONU afirma que el calentamiento global comenzó por la instalación de unos cientos de chimeneas de carbón en Londres, París y Frankfurt.

¿Y por qué cambiar el nombre de "calentamiento global" a "cambio climático"?
Pues porque no podían sostener su relato. Si de verdad estuviéramos ante un calentamiento global clásico —como los que se estudian en paleoclimatología— veríamos una subida generalizada de temperaturas en todo el planeta, especialmente en los trópicos.
Pero lo que tenemos son fenómenos aislados, regionales y muchas veces contradictorios. Hay años más fríos que hace cien o doscientos años. Hay primaveras en las que el calor no llega. Veranos con noches otoñales. Nevadas históricas, incluso en el desierto del Sáhara, cinco veces en lo que llevamos de siglo, siendo la de 2017 la más vigorosa, con hasta un metro de nieve.

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Ante estas evidencias, el relato mutó.
Ya no hablaban de calor, sino de cambio. Y con esa palabra mágica lo arreglan todo: si hace más frío, es por el cambio climático. Si hace más calor, también. Si llueve mucho, si llueve poco, si nieva más, si nieva menos… todo entra dentro de la categoría.
Es la carta blanca perfecta.
No hace falta que la realidad se ajuste al modelo: el modelo se ajusta a cualquier realidad.
Así han blindado el relato.

Dentro de esta línea, uno de los grandes fraudes del discurso climático está en cómo se interpretan los datos.
Se nos dice que hay "aumento de temperaturas" sin mencionar dónde se producen esas mediciones.
Y es aquí donde entra en juego otra de las trampas más escandalosas: la sobreponderación de datos urbanos en el cálculo de medias térmicas globales.

La mayoría de las estaciones meteorológicas modernas están situadas en ciudades o zonas periurbanas, que se comportan de forma totalmente artificial desde el punto de vista térmico. Es decir, no reflejan en absoluto el comportamiento natural del planeta. Las urbes —como por ejemplo el área metropolitana de Madrid, con más de 12.000 km²— están cubiertas de asfalto, hormigón y materiales oscuros que absorben todo el espectro de radiación solar.
En física, esto se llama cuerpo negro: un objeto que absorbe toda la energía que recibe (luz visible, infrarrojos, etc.) y la reemite lentamente durante toda la noche.

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(Foto satelital de Madrid en infrarrojos)

Eso significa que las ciudades no se enfrían al caer el sol.
Siguen irradiando calor durante toda la noche, haciendo que las mínimas nocturnas sean artificialmente altas. Este fenómeno se conoce como isla de calor urbana, y provoca diferencias térmicas de hasta 7 u 8ºC entre una ciudad y su entorno rural inmediato.
Es decir, no tiene sentido incluir esos datos en una media global como si fueran representativos del planeta, cuando más del 99% de la superficie terrestre está deshabitada o mínimamente intervenida.

En los entornos naturales —bosques, praderas, zonas agrícolas, desiertos, lagos— el calor solar se disipa rápidamente cuando desaparece la luz.
La hierba, la tierra, la arena o el agua no actúan como cuerpos negros: no acumulan calor en exceso ni lo retienen artificialmente. Por tanto, si se quisieran hacer mediciones representativas del "clima global" , habría que usar exclusivamente estaciones en zonas rurales, totalmente alejadas de núcleos urbanos.
Pero eso no se hace.
Lo que se hace es usar mayoritariamente datos urbanos, especialmente en verano, y con eso se inflan artificialmente las medias anuales.

Y aquí entra otra dimensión del engaño: el contexto geológico y oceanográfico nunca se tiene en cuenta.
Se nos dice que algunas zonas del planeta se están "calentando más que la media", como el noroeste de Europa o el Ártico, pero se omite explicar por qué.

El Océano Atlántico Norte, por ejemplo, está casi aislado del resto de los océanos. Su conexión con el Índico y el Pacífico es mínima y muy meridional.
Eso significa que el calor que se genera en regiones ecuatoriales, como el Golfo de Guinea y el Golfo de México, no se disipa hacia otros océanos, sino que es arrastrado por la Corriente del Golfo hacia el norte. Esa corriente lleva agua cálida hasta las costas de Europa occidental, provocando que países como Reino Unido, Francia o Noruega tengan temperaturas mucho más altas de lo que deberían por latitud.
De hecho, Madrid está a la misma latitud que Nueva York, pero el clima no tiene nada que ver.
Pero claro, cuando suben las temperaturas en Londres o París, no se explica esta dinámica: se dice que es "el cambio climático".

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Por otro lado, el caso del Océano Glaciar Ártico es aún más descarado.
Se habla constantemente de su deshielo como prueba de calentamiento global, pero se omite que es una cuenca cerrada, con una única salida significativa al Atlántico a través del Estrecho de Fram, entre Groenlandia y Noruega, y otra menor por el Estrecho de Bering, que apenas tiene intercambio térmico con el Pacífico.
Además, bajo el Ártico se encuentra la Dorsal de Gakkel, una cordillera submarina activa con fuertes emisiones volcánicas, que calientan el agua desde abajo. Y como ese calor no se ventila —porque el Ártico está mal conectado— se acumula en la cuenca polar, provocando deshielo desde el fondo.
Es decir, no es el CO₂ atmosférico lo que está calentando el hielo ártico, sino el calor geológico del planeta, que no tiene absolutamente nada que ver con el ser humano.

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Y si eso ya desmonta una parte del relato, lo de la Antártida lo deja directamente en ridículo.
Mientras se repite hasta la saciedad que "los polos se están derritiendo", lo cierto es que la Antártida lleva décadas ganando hielo. Especialmente en la parte oriental del continente —que representa la gran mayoría de su masa— se ha comprobado mediante satélites, estaciones meteorológicas y radar de penetración que la acumulación de hielo ha aumentado, no disminuido.
¿Cómo es posible?
Primero hay que entender que la Antártida es climáticamente un mundo aparte. Rodeada por el Océano Antártico, sufre un aislamiento brutal gracias al efecto Coriolis y a la Corriente Circumpolar Antártica, una corriente oceánica que gira perpetuamente de oeste a este y que impide el intercambio de masas de agua con los océanos Atlántico, Índico y Pacífico.
En otras palabras: el frío se queda atrapado allí, circulando alrededor del continente y reforzando su aislamiento térmico.

Ver el archivos adjunto 195988

Para colmo, cuando se ven imágenes de grandes bloques de hielo desprendiéndose de la costa antártica, se presenta como si el continente estuviera colapsando por exceso de calor.
Pero esa visión es completamente errónea: el desprendimiento de glaciares se debe a la acumulación de hielo en el interior, que por presión natural desplaza esas masas hacia el exterior —mecánica de Arquímedes—, donde terminan fracturándose.
Es el resultado de demasiado hielo, no de falta de él.

Y sin embargo, todo este comportamiento perfectamente explicable por la dinámica del planeta, se sigue vendiendo como prueba irrefutable del cambio climático provocado por el ser humano.
Aquí es donde toca hablar de quién gana con todo esto.
El IPCC, brazo del aparato climático de la ONU, no investiga nada por sí mismo. No tiene laboratorios, ni científicos independientes. Lo que hace es seleccionar informes ya existentes, y de ellos sólo tiene en cuenta entre el 1 y el 2%, filtrando los que encajan con su relato.
El resto, simplemente, se ignora.
Esto no es ciencia: es burocracia.

Pero, ¿qué se consigue con eso? Pues legitimar políticas que generan negocios millonarios: la industria verde, las energías subvencionadas, los bonos de carbono, las consultorías climáticas, las fundaciones ecológicas con dinero público, y por supuesto, el aumento de impuestos bajo la excusa de "salvar el planeta". Un tinglado que mueve cientos de millardos de dólares al año.
Y todo basado en un modelo teórico que no predice nada y que se contradice constantemente con la realidad.


Esta estrategia no es nueva.
En los años 80 y 90 ya se vivió un pánico climático similar con el famoso "agujero de la capa de ozono".
Se decía que íbamos a morir todos de cáncer de piel, que la radiación ultravioleta lo iba a arrasar todo…, pero nunca existió tal agujero, sino una bajada estacional de densidad de ozono que ocurre cada invierno austral sobre la Antártida.
Un fenómeno perfectamente natural y conocido desde mediados del siglo XX. El ozono se forma de manera espontánea allá donde incide la radiación solar.
Si desapareciera ahora mismo, se regeneraría solo.
O₂ + Ultravioleta = O₃ (ozono).

Entonces, ¿por qué ese alarmismo? Porque en esos años estaban a punto de expirar las patentes de los CFC (clorofluorocarbonos), usados en refrigerantes y aerosoles. La empresa DuPont, junto con otras multinacionales, tenía preparados nuevos compuestos —los HFC— con nuevas patentes que necesitaban vender.
Así que se lanzó la campaña, se culpó a los CFC, se forzó un tratado internacional (el Protocolo de Montreal), se prohibieron los antiguos productos y se introdujeron los nuevos.
Negocio redondo.
Y todo avalado por científicos institucionales, los mismos que hoy firman el dogma del CO₂.

Y por si fuera poco, el supuesto "agujero" se detectaba solo en la Antártida, justo donde no se producían ni consumían CFC.
En los años 80, el uso de esos compuestos estaba concentrado en Europa y Norteamérica. China ni siquiera se había industrializado.
¿Cómo es posible que los CFC "atacaran" selectivamente a la Antártida sin antes destruir la capa de ozono del hemisferio norte? Es absurdo desde cualquier punto de vista físico, químico o atmosférico.
Pero se aceptó porque servía para un fin.

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Ese modelo se ha reciclado con el calentamiento global.
Sólo que ahora es mucho más ambicioso: no se trata de cambiar un gas por otro, sino de reformular por completo la economía, la energía, la movilidad y el estilo de vida de miles de millones de personas, bajo una narrativa emocional, apocalíptica e incontestable.
Todo encaja, todo se justifica, todo es cambio climático.
El resto —la ciencia real, los datos incómodos, los matices— simplemente se calla.

Si realmente se quisiera entender el clima del planeta, se tendría en cuenta la geología, la tectónica, la paleoclimatología, la dinámica oceánica, el vulcanismo, el Sol, y la enorme complejidad de sistemas interconectados que llevan funcionando desde hace miles de millones de años sin nuestra intervención.
Pero eso no da dinero.
No da control.
Y no permite culpar al ciudadano medio de consumir, respirar y existir.

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Grok dice:

"El cambio climático es real porque los científicos han medido el aumento de las temperaturas globales, el deshielo de los casquetes polares y el incremento de los niveles de dióxido de carbono durante décadas. Estos cambios provienen de actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, que liberan gases que atrapan el calor en la atmósfera. Datos de núcleos de hielo, anillos de árboles y registros meteorológicos muestran que la Tierra se está calentando más rápido de lo que los ciclos naturales pueden explicar. Esta evidencia es recopilada por expertos de todo el mundo, no por políticos, y se basa en hechos observables, no en opiniones."
 
La sensación de todo el mundo tampoco. No hay nadie que diga que hace mas frío que antes.

Casi el 76% de los europeos y el 81% de los estadounidenses viven en aglomeraciones urbanas.
Así que sí, la inmensa mayoría de la población tiene esa impresión al vivir en islas de calor urbanas.
 
Que por supuesto a mí solo me mueve el interés. Solo hago esto en mi lucha para quitar al hijodeputa de @Alcaudon del primer puesto pinkismorger.

Estamos a uñas y dientes, amic.
Pero si lo consigo este mes, ya me sentiré honrado y te dejaré toda la pista libre en adelante.
Es como cuando gané el LOLvisión de @Empty Words, soy feliz con estas pequeñas cosas.
 
Por otra parte, que nos diga que todo es falso y que es todo mentira...no sé.
Hay un calentamiento a nivel global y es indiscutible,

Estamos en el período más frío desde el Pérmico, dato totalmente objetivo.
En esa época, los parientes más cercanos a los dinosaurios todavía eran lagartijos de medio metro.

Que haya cambios locales y durante unos pocos siglos no significa que no sigamos en una glaciación.
 
32 ideas de Cumple de toto n•2 | dinosaurios, decoraciones de dinosaurios,  dinosaurios imagenes


No hace falta decir más para desmontar el climacuento. También tengo un video de youtube que lo demuestra.

Mi gorro de papel de aluminio y yo os vamos a demostrar la verdad que nadie quiere que sepas.
Y así un año y otro. La linde se acaba, el burro sigue.
Eres incapaz de darte cuenta lo tonto que resulta en pleno 2025 un personaje como tú, eres tan imbécil que no puedes darte cuenta.
No te preocupes, que estoy yo para abrirte los ojos.
El clima cuento es un cuento para bobos como tú, un negocio basado en estudios pseudocientíficos dirigidos. Y luego hay imbéciles, como tú , que se dedican a hacer el imbécil con la excusa del cllima cuento.
Nunca verás a Ayuso que te cuente estos cuentos, cuenta realidades, cosas tangibles, el progreso es Ayuso.
 
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Y el muy imbécil sigue con su dinosaurio y su volcán.
Lo mismo se cree que hace gracia. Tontísimo pero de verdad.
 
Ya sabemos que la culpa la tenemos nosotros por ser blancos y heterosexuales.
En China y en la India no hay cambio climático. El cambio climático depende de la zona del planeta en el que vivas.
A ver si Ayuso saca una normativa decretando a Madrid zona libre de cambio climático, como en China que es más grande.
 
Me parece que ayer opiné al respecto sobre este tema pero como no lo recuerdo, lo repito. Cambio climático mis cojones 23. Es una estafa para que unos cuantos trinquen pasta.
 
Hace más frío que antes.

Pues en lo que llevamos de década, sí.
El H1 está siendo notablemente más frío que entre 1990 y 2019.

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Datos AEMET, Península Ibérica.

AñoMedia (ene–jun, °C)
197912,37
198012,02
198112,43
198213,23
198312,07
198411,80
198510,37
198612,00
198712,67
198812,35
198912,90
199013,20
199112,10
199212,03
199312,83
199412,83
199513,70
199614,45
199713,42
199813,48
199913,15
200013,25
200114,00
200213,45
200313,72
200414,00
200513,02
200613,83
200713,08
200813,52
200913,35
201012,65
201114,00
201213,17
201312,65
201413,92
201513,70
201613,32
201714,50
201812,77
201912,52
202013,05
202112,02
202212,58
202312,72
202412,87
202512,95
 
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