Mr. Cellophane rebuznó:
En ocasiones veo vampiros.
Sobre todo los sábados por la noche, cuando la consciencia es adulterada por el alcohol, cuando se piensa con claridad y las ideas cobran un sentido cristalino oculto el resto de la semana.
En ocasiones veo vampiros. Los veo cuando voy al banco. Seres grises y chupados, trajeados, con dedos amarillos que cuentan los beneficios de ‘guardar’ mi dinero mientras se relamen los restos de cheque en los colmillos.
Los veo cuado una tétrica línea me indica cuánto de mi sudor financia bodas reales y abortos de olimpiadas.
Los veo cuando amigos espontáneos suplican por que les lleve el coche, van demasiado borrachos para hacerlo ellos. Contemplo cómo los puntos de mi carnet cuelgan peligrosamente de sus belfos de animal carroñero.
Los veo cuando mis amigas me aburren con las macabras historias de envidias, celos, cuernos y lascivia. Veo cómo acercan sus dientes a mi cuello para succionarme lo poco de comprensión que no ha sido arrancado de raíz a lo largo de los años.
Vampiros sonrientes agradecen que mi esfuerzo redunde en su beneficio, aspiran el hedor de mi odio cuando su nombre certifica frutos no merecidos.
Seres de ultratumba que se regocijan absorbiendo la nimia dignidad que puede mantener un comunicador anónimo, del que nunca conocen más que una falsa denominación espejo de sueños y frustraciones.
Veo un gran Nosferatu, un ser mezquino y sonriente que me mira a través del espejo esperando pacientemente su ración de arrepentimiento, dolor y contrición de los domingos por la mañana...