Cerca de la casa donde yo vivía había un grupo de familias gitanas viviendo en un bajo. Sí ,señores, treinta personas viviendo en un bajo, y olía peor que una residencia de ancianos. Pasar junto a la ventana daba escalofríos, y de la cantidad de mierda que asomaba podía intuirse que, el día que se declarara un incendio, no saldría nadie vivo de allí. No he visto tal cantidad de mierda junta en un mismo sitio desde la última vez que fui al ambulatorio.
Los muy capullos no llevaban a los niños al colegio, y vestían como en las películas medievales, con camisas raídas y zapatos con agujeros por los que sobresalía el dedo gordo del mugriento pie. Un día, pasando cerca del edificio, ví que tenían a un viejo en pleno invierno sobre un colchón en plena calle, moribundo, y un medio centenar de tanos alrededor llamando por el móvil (supongo que a una ambulancia PAGADA CON MIS IMPUESTOS). No volví a ver al viejo, pero tenía un aspecto peor que el etarra ese que ha salido por el cáncer, el Boñilaga.
El patriarca viste como un Don, con traje impecable, perfumado y olor a rosas. Conduce un BWM y otro coche, creo que un Ford (no entiendo de coches y me la sudan), y mientras, al lado de tal infantil despliege de medios, la mujer, gorda como toda gitana yo oliendo a mierda, con los niños descalzos pisando el asfalto y los churretones que dejan los cubos de la basura. El barrio parece el gueto de Varsovia. Está la puta ciudad como Lavapiés o Usera, o san Cristóbal, otrora colonias de gente humilde e inmigrantes extremeños, ahora ocupados por chinos y gitaners.