pues a todo el mundo le gustaría una corrida.
Y eso no pasa, ¿no?
Siempre es la misma receta, que si el toro vive como un rey, que si todos los animales sufren, que si esto del toro da de comer a mucha gente, que si no se extinguiría porque es una especie que no tiene ningún valor... bueno, me suda la polla el toro, no quiero que mi dinero vaya a financiar a un desertor del zacho matando animales como forma de espectáculo en aras de un supuesto valor cultural que no existe por ningún lado, ni siquiera la liturgia de la lidia que conocemos es especialmente antigua. Efectivamente hay festejos taurinos de siempre, pero de siempre bajaban las cerdas a lavar al rio, y se llevaba el cereal a la era y ya no.
Al menos es una receta variada, una receta con varios ingredientes, que apela a varias cosas. En la de los antitaurinos la receta tiene uno solo y, ya si nos ponemos estupendos, dos: el toro muere (ingrediente principal en torno al cual gira todo y que sin embargo apartáis del plato cuando se os sirve en forma de cualquier otro producto que consumís, desde ropa hasta comida) y mira qué brutos son los toreros, como si hubiera necesidad de que un torero fuera no sé bien qué clase de intelectual.
Cultura y legislación son conceptos históricos y, por lo tanto, relativos. Se van dinamizando en torno a aquello que la sociedad consensúa. Así que enrocar el debate en torno a uno de estos y darle todo el peso del argumento es absurdo. Habrá que ver el papel que tienen en la sociedad, y claro que aquí es pertinente el juicio ético de la época, nos guste o no.
Claro, discurrir esto es mucho más complicado que simplemente ampararse en que son legales o que son cultura.
No te falta razón, desde luego, y a colación de esto que dices me resulta bastante curiosa la correlación directa entre la blandenguería de una sociedad que cada vez niega más la muerte y el sufrimiento y la caída de la popularidad de los toros.
El otro día en un diario deportivo se rememoraba el aniversario de la muerte de un ciclista en el Tour. Sacaron la foto de la portada de aquel día: el ciclista, inerte en el suelo, con un reguero de sangre saliendo de debajo de su cabeza. En los comentarios, muchísima gente ofendida porque qué falta de respeto y qué falta de empatía; válgame, una foto como esa. Los periodistas diciendo que hoy día no se les ocurriría sacar una portada así, que eran otros tiempos. Claro, en qué puta cabeza cabe que la noticia de portada sobre la muerte de un ciclista venga ilustrada con, oh, la foto de la muerte de ese ciclista. Tiene que haber una foto de otra cosa menos molesta, menos dura, que el público, pobrecito, no está para llevarse estos sustos.
Cuanto más se oculta la muerte, cuanto más paños calientes se ponen, más molesta que haya algo que te recuerda que la muerte está ahí y es dolorosa. Cuanto más se quiere vivir como si no existiera, más molesta que algo te la recuerde. Cuanto más se quiere tapar, más te ofende que alguien te la enseñe.
Porque ese es otro punto que se ha pasado por alto en este debate. Lo de la ofensa. Como es natural, el debate de la tauromaquia ha salido muchas veces a lo largo de los años de vida de este foro. Sin embargo, jamás ha salido el argumento de "es que me ofende", y hete tú aquí que hoy lo hemos visto en boca de varios foreros. "Es que me ofende". El sentimiento de ofensa elevado a categoría de argumento, como si el primero que resultara ofendido tuviera razón, como si el ser ofendido fuera una razón de peso.
A lo mejor lo que pasa es algo de esto también. A lo mejor, sólo por esto, sólo porque los toros son la última representación simbólica y estética de la lucha por la vida, del valor, de la muerte y el sufrimiento y todo ello es literalmente real, merecen la pena conservarlos. No vaya a ser que los ofendiditos ganen.