Sí, así fue. Esa fue mi segunda expe homo. Pero como era un juego tampoco cuenta. Antes, cuando mi mundo se circundaba a mi calle, tuve mi primera expe homo. Fue con un amigo, el primero que tuve, que estábamos todo el día juntos. Ya os he contado que ahí fue donde yo vi la diferencia entre el trato que su madre le daba a él, y el trato que yo recibía de la mía.
Una mañana fui a su casa y aún no se había levantado, me dijo su madre que pasase que ya le iba a despertar. Pasé, me senté en el salón, y me cago en Dios santo, oigo como su madre entra en la habitación y con una voz super melosa le despierta, le da un beso, le hace unos mimitos, y le deja un tiempo para que se espabile y salga en pijama a desayunar, desayuno que era a la carta. Ya le había anunciado mi presencia. Era como en un puto cuento. A mí mi madre me despertada como si fuese un perro. Me gritaba, la molestaba que estuviese dormido porque tenía que hacer las camas y estorbaba. De la puta habitación no he salido en mi puta vida con pijama. Y como en dos minutos no estuviese fuera y lavándome, me montaba un pollo totalmente desproporcionado. Con aquellos despertares que me hacía mi madre era normal que odiase la vida desde nada más empezar el día.
Bueno, voy al tema que divago. Este hijo de puta era un puto niño mimado, yo en cambio era una especie de rata del barrio que me arrimaba a él para estar recogido en invierno y a la sombra en verano.
Un día, nada me hacía a mí sospechar, dijo él de meternos en la cama, no había nadie en la casa. Yo no entendía muy bien el juego, la verdad. Pues nos metimos en la cama y se quita la ropa el muy cerdo. No sé cómo lo hizo pero me convenció a mí para que me desnudase también.
Y allí que nos metidos los dos en pelotas en la puta cama aquella. Éramos tan críos que no hacíamos nada, solo nos rozábamos los cuerpos. Ni se nos ponían duras las colitas, ni nada. Recuerdo que tenía la piel muy suave, y que aquella suavidad y que sus manos, brazos y piernas me recorriesen mi desnudo cuerpo me producía un placer parecido a un calambre frío.
Pero a los cinco minutos de aquella mariconada fui yo quien dijo que se acabó el juego. Y me salí y vestí. Luego supongo que cambiamos a jugar al baloncesto o a ver el Equipo A.