Dime, si cuando miro tus ojos, solo veo tus pupilas. Si cuando tomo tus manos, solo tengo llenas las mías. Cuando me abrazas, te siento como mi chaqueta y cuando me besas, solo siento el beso del aire. No puedo estar contigo, si cuando lo hago, tu no estás conmigo, si cuando sueño junto a ti, no sales en mis sueños. Si me impides leer tu rostro, como quien lee un libro abierto, solo me dejas ver tu máscara, la que usas con todo el mundo, la que deslumbra a quien quiera mirarte, la que no cambias nunca, ni cuando estamos en la cama. No puedo soportar tu presencia, cuando te me acercas, es como cuando veo a un desconocido, siento su presencia, pero nada de mi bibra, mi corazón no hace de brújula, marcandote a ti como mi norte, sinó que indica a un lugar, indefinido y distante.
No puedo quererte, porque cuando lo hago me daño, cuando quiero besarte, el cemento de mis paredes es más romántico, pues él almenos me ha visto crecer cerca suyo. Tu, que no sabes nada de mi, que dentro de tu cabeza hay solo tus pensamientos, que nunca compartes conmigo, si no son superficiales, como tu cara, llena siempre de la misma expresión vacía, que aunque sonrías, me deja indiferente.
Te quejas, de que tengo los pies frios, y de que mis manos no son cálidas ni mi torso musculado, te quejas, porque es lo único que sabes hacer, sin mirar más adentro, sin ver, que debajo de mi piel están los músculos que buscas y que mis pies y mis manos, no están fríos, sinó que son los tuyos, que enfrían mis talones. No sabes, ni siquiera cómo sorprenderme ni como darme cariño. Que mi gato sabe mejor que tu, cuando es el momento y cuando no lo es.
Maniquí, eso es lo que eres, una fachada naranja, con un interior gris, que no refleja el amor, ni la luz que se le proyecta, sinó que la absorbe y la consume, dándo a cambio dinero y belleza, apariencia y soltura, en unos movimientos, típicos de una escultura.
No, tu cuerpo serrano no me vale, ni tus medidas esculturales tampoco, eso no paga el esfuerzo que me supone levantarme cada día y quererte. Mi precio es el cariño, es el calor de una mano en el sitio adecuado y una mirada, que me haga sentir, que aquello que
tu me exiges, yo lo daría sin más.
Adiós pequeña figura, idea de Lladró, pergamino antiguo, que no se puede tocar, porque se rompería a la primera. Me quedo mis besos y mi pasión, que me guardo para darlos en otra ocasión a la mujer que sin pedirlo, me ofrezca sus labios sin pretenderlo y me diga sin pensarlo que de mi quiere un cariño, que nadie ahún le ha dado.
Ahora que me voy, echas de menos mis besos, mis caricias y mis pies calentitos. Como una idea utópica, te das cuenta que tus pies eran los malditos que cada noche al acostarte, te producían escalofríos, congelando tu corazón, si es que alguna vez lo tuviste. Dime, ahora que ya no estoy, que me echas de menos y que aprenderás a quererme, como nadie me ha querido, que tu fuiste la primera y que mereces cierto respeto. Dímelo, porque quiero oir, como te humillas y como desesperas, por algo a lo que llegas tarde y que ya no te pertenece, algo que ahora es de ella, la mujer que antes de meterse conmigo, dentro de las sabanas frías, calienta mis pies con solo mirarme y toma mis manos, para no perderme de vista bajo la oscuridad de las sábanas, de pasión teñidas.
anm
filósofo a sueldo.
P.S.Supongo que esto responde a tu pregunta, sinó, dimelo e intentaré responder menos "pedantemente".