Imagina quedar con una tipa de 41 años, responsable de marketing de una empresa pequeña o mediana, una abogada en un despacho o una profesora de primaria, no son puestos de alta ejecutiva ni de una capacidad intelectual suprema, pero que tampoco son unas mermadas; su hipoteca, una relación de 11 años que se acabó y puede que con descendencia. Unos cuantos viajes, cenas con pareja o amigas, algún día al teatro y todas las vicisitudes desde que nace un crío hasta que va encarrilado en el cole.
Y queda con
@Ferris. Quedan a un café por la tarde (Granier, Panaria o cualquier otra franquicia) y Ferris le dice (perdón, perdón) de ir a cenar a un Pans o Popeye en Nuevo Centro (equivalente a Parquesur) o a Gran Turia (aún peor). La tipa arruga la nariz pero bien, Ferris saca las llaves de su mariconera y suben al coche camino del centro comercial y Ferris, para romper el incómodo silencio (se oyen los pensamientos de la tipa diciendo cómo no ha salido a correr y se ha metido en semejante lío) le empieza a contar una historia con conceptos como la famiglia, los enfoques, la digestión rápida y la descompresión post laboral. A la altura de la marginal del río, cerca de Pio XII la mujer abre la puerta del coche y aprovecha que les sigue el autobús del Villarreal para tirarse y que la atropelle.
El amigo
@Sonic88 tiene razón, querido
@Ferris. Las mujeres que persigues han ido avanzando en la vida, han madurado y han adquirido experiencias. No se van a sentir atraídas por alguien que sigue mentalmente en la post adolescencia. Para follar un veinteañero se buscan uno de verdad que se corra tres veces sin sacarla. Pero no uno de 40 con mentalidad de crío.
De hecho esas tipas se sienten atraídas antes por un tipo de 47 aún más vivido que ellas y alguien al que puedan admirar, tenga o no esta admiración base real o simplemente proyecten lo que ellas consideran admirable en alguien más maduro.
Y no hay más. No solo es adelgazar, ponerse hecho un titán, hay un esfuerzo intelectual y reflexivo que conlleve madurar. Y madurar es vivir experiencias buenas y malas y saberlas digerir, y eso en el salón de tu casa no se va a dar.