Acabo de disfrutar de una bonita pelea a gritos familiar con mis dos hermanas, a cuenta del traslado a unos 50 km de mi anciano padre. El tema de discusión era la comunión de un sobrino, hijo de mi hermano.
Todo son problemas para ellas. Que si hay que trasladarlo y montarlo en el coche y no puede ser (mentira) que si no está para viajes (mentira) que si el restaurante muy cuqui pero que no tiene acceso de minusválidos y el salón está en una segunda planta, (verdad, ahí también se ha lucido el huevón de mi hermano, pero bueno, nada que varios brazos fornidos no puedan solucionar puntualmente) que si hay que comprarle ropa, que si no está ya para estas cosas, que si ahora tendremos que estar pendiente de él en vez de disfrutar de la comunión (llevo dos meses diciéndoles que de todo eso ya me encargo yo)
Eso si. Si fuera la comunión de una de sus hijas bien que querrían que estuviera ahí el primero. Para las fotos. Pero en la del hijo de mi hermano, no. En esa no. Y todavía queda un mes de discusiones, porque por mucho que se argumente demostrando lo contrario, ellas ya han tomado la decisión, irracionalmente.
La realidad, lo que les gustaría hacer si por ellas fuera, (si se atrevieran, claro) es no ir a la comunión porque no soportan a mi cuñada.
Cabronas, ya me han amargado el fin de semana.
Se ha quedado buena tarde.