El odio es malo, no odiéis porque se os puede enquistar y os devorará las entrañas como un cáncer. Al principio es divertido, relaja, desahoga, justifica, sacia. Pero poco a poco te va absorbiendo y cuando te quieres dar cuenta ha tomado el timón de tu vida. Te somete, te maneja como a un pelele y solo te mantiene vivo para que sigas generándolo, te convierte en su esclavo, su siervo, un súbdito. Borra de tu memoria los recuerdos bonitos y los sustituye por traumas, miedos, inseguridades. Pero antes de atacar los recuerdos del pasado, ya se ha comido el futuro y devorado el presente. Los días son un suplicio, y las noches un calvario. Y durante el sueño te atormenta con los actos que has cometido en su nombre, y esas pesadillas son todo el fruto que puedes dar. Como un árbol maldito en una tierra yerma.