La cosa es que situaciones así he vivido varias, pero recientes solo tengo dos en mi cabeza.
No sé si es cosa mía, o mía y de
@Le Déserteur, pero doy por hecho que no somos los dos únicos foreros (y foreras) que nos gusta más una conversación cerda con una persona del género opuesto que a un tonto un lápiz. Y claro, cuando conoces de repente a otra chica, eso te genera una expectativas que hacen que las pajas mentales se generen a una velocidad solo comparable a la intensidad del frenazo que pegas cuando descubres que ella no está a tu rollo.
Esa sensación de vacío, de absoluta desazón y hundimiento en la miseria me ocurrió con otra chica que conocí en Tinder.
Abres la aplicación y ves que has coincidido con alguien, parece no estar mal, es mona y tiene buenas tetas (esto es importante). Pero hay algo raro, porque en las fotos siempre pone la misma pose con la misma sonrisa forzada (primer error, haz caso a las señales), pero bueno, a ver qué se cuenta.
Y empieza la conversación. Dos o tres días de conversaciones banales y a cada nuevo intento de meter un pildorazo picante hay una falta total de acuse de recibo; no obtienes respuesta, ni buena, ni mala (segundo error, haz caso a las señales).
La cosa continúa y, como siempre empiezan las preguntas, siempre comenzando por algo normal y poco a poco subiendo el tono. O así debería ser, porque lo que lees son cuestiones del tipo:
¿Y cuál es para ti el sitio más romántico para una primera cita? ¿Y para la segunda?
¿A dónde me llevarías en nuestro primer viaje?
¿Prefieres una cita en el mar o en la montaña?
¿Cómo de importante es para ti ser romántico con tu pareja?
En una escala de, 1 al 5, ¿cómo de cariñoso eres?
Y ya no cometes más errores, porque has hecho caso a esta última señal. Te das cuenta que has encontrado a una de esas mujeres que, borrachas de ingenuidad y desesperación, buscan el amor verdadero en Tinder, y no deseas hacerle perder el tiempo, y mucho menos perderlo tú con fantasías románticas de una cuarentona con miedo a la soledad. Así que decides guardar el rabo en el pijama e irte a dormir y evitar hablar con ella lo máximo posible.
No obstante, al final cometes el error y quedas con ella a ver qué sucede. Por una parte bien, me hizo un mamadón en su casa, por otro lado mal, la tuve persiguiéndome durante semanas, con románticas intenciones.