A las mujeres no les gustan los homosexuales. Y si los aceptan es solo por adoptarlos como algo exótico, como un llavero, como un amigo que les paga las fantas y que nunca les va a tirar los trastos. Los heterosexuales convencidos no entendemos que alguien prefiera chupar una polla a sobar unas tetas, pero bueno, si alguien que conoces lo hace, pues qué coño, lo aceptas y apenas cambia nada. Sin embargo, una mujer, se siente humillada, ¿qué clase de perversión tiene ese chico que parece ser el único que no cree que tu coño es el centro del universo? Para ellas es inconcebible. Cuando adoptan a un marica como amigo le ofrecen el papel de amiga, para ellas deja de ser un hombre, lo tratan como a una chica porque no pueden soportar la idea de que alguien con pene no quiera meterlo en su infecto agujero. Es humillante puesto que deja de ser lo que es, un hombre que prefiere chupar pollas a acostarse con mujeres para ser algo indefinido, alguien que tiene que ser amiga y a la vez hombre. Nos vuelven locos a todos, nos gusten los coños o las pollas.
Lo que intento decir es que nosotros, los machos con mayúsculas, los hombres heterosexuales, los que nos follaríamos a Isabel Pantoja diez días después de muerta antes que a Brad Pitt, relegamos y ponemos en un segundo plano a los homosexuales; los maricones; vale, lo que sea, pero no los despojamos de su humanidad. Pero ellas los rebajan a una categoría aún peor, dejan de ser lo que son, hombres, y pasan a ser una mascota, un recordatorio de lo modernas y civilizadas que son, una amiga postiza. Un complemento, como un bolso o unos pendientes. No se sienten atraídas, les da morbo o como lo queráis llamar, es una oportunidad más que tienen para ser las más sensibles y maravillosas, además de todo lo bueno que tienen dentro también tienen un amigo gay que mostrar al mundo, no ven al hombre que hay debajo, desengañaos.
Ahora la experiencia personal:
Tuve que darle un beso a un amigo para conseguir a una chica. Un beso de verdad. Ni incrementó su interés ni su libido, solo era algo que había que hacer. Yo desearía no haberlo hecho, no es que ahora me importe demasiado, es solo que podría pasar sin eso. Ella confesó que también. Solo que había que hacerlo y el polvo merecío la pena. Ni la puso más cachonda ni se sintió más atraída por mí. Casi que lo contrario. Pero cuando apuestas tienes que saber que también puedes perder. Y ahora cuando lo recuerdo lo hago como el día en que una chica no me la quiso chupar porque solo se lo hacía a su novio, aunque él no le diera tres orgasmos, y no como el día en el que hice el imbécil con un amigo por llevarme a una mujer a la cama. Y ella también, porque de haber elevado la anécdota a la categoría de hecho no se hubiera acostado conmigo. No les atraen los maricas, les atraen los hombres, los maricas solo les hacen gracia, las divierten.