Los nervios de Pep delatan la crisis interna del Barcelona
El Camp Nou dictaminará esta noche quién es el primer campeón de la temporada. Barcelona y Sevilla pugnan por la Supercopa. Los azulgranas se enfrentan a la complicada tarea de remontar el 3-1 de la ida. La posibilidad de perder este título y la falta de sintonía con las altas esferas del club en materia de fichajes han hecho perder su habitual mesura a Guardiola. El técnico azulgrana estuvo hosco y parco en palabras en su comparecencia ante la prensa, sobre todo, cuando se le interpeló sobre el futuro de Ibrahimovic.
El delantero sueco está en el ojo del huracán. Llegó para hacer olvidar a Eto’o y su presencia en el campo sólo ha sirvió para incrementar la nostalgia por el camerunés. Su aportación al juego del Barça nunca ha estado acorde a su precio: 87 millones de euros. Su salida no es una utopía. Por eso, es lógico que se le preguntara a Guardiola por este asunto. El técnico culé no quiso pronunciarse: “Es mejor para todos que esté callado”. Pero, aunque le incomode todo lo que sucede con Ibra, Pep no puede dar la callada por respuesta como hizo ayer hasta en seis ocasiones. Ésa es la postura fácil, pero no la que se espera del entrenador del Barcelona.
Pep se ha vuelto a rebelar como un personaje con dos caras. Por un lado, está el triunfador que a base de trabajo ha entrado en la historia del fútbol. Pero por otro, está su rostro menos amable. Ése que ya mostró cuando cargó contra los árbitros y que sacó a relucir ayer al contestar con mal tono a los periodistas. Esta actitud se viene a sumar al veto que ha impuesto a los fotógrafos de la Ciudad Condal, lo que ha motivado una carta de protesta por impedirles presenciar los entrenamientos.
La imagen de caballerosidad de Guardiola queda dañada con este tipo de comportamientos. Su talla futbolística está fuera de duda, pero también debe hacer gala de ella cuando le vengan mal dadas. Y ayer no lo hizo.
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