Messi como situación interpretable en función de los intereses de quien la interpreta. El mejor de todos los tiempos, en un universo paralelo, en un micro-cosmos postizo donde es un pequeño dictador. Un tirano de medio metro que pasa de su entrenador, para hacer y deshacer alineaciones. El pequeño dictador es un mal compañero, un cáncer de vestuario, un egoísta que quiere jugar todo, no como Cristiano, que se sacrifica en aras del equipo y juega todos los minutos de todos los partidos de todas las temporadas para batir todos los récords. Messi es un pequeño dictador que rechaza ser sustituido, que abronca compañeros, convierte a los entrenadores en marionetas e impone la ley del terror en el vestuario, no como Cristiano, un atleta de otro tiempo que jamás abronca a compañeros, ni les culpa, ni se dirige a ellos con aspavientos, y que destaca por jugar siempre en beneficio del equipo y nunca en beneficio del suyo propio, porque él, jamás de los jamases, busca engordar sus estadísticas.
El pequeño dictador, una suerte de pequeño Nicolás que llegó a jugar cojo para clasificar a su equipo para las semifinales de la Copa de Europa en el colmo del egoísmo, manda más que Artur Mas en Cataluña, porque es entrenador y presidente de un equipo que es Messi que un club. El pequeño dictador, es vox pópuli, es un niño caprichoso que se niega a ser cambiado y pone mala cara por sistema, no como el Supermán del Manolismo, que entre gol y gol, entre salto y salto, siempre acepta gustoso ser cambiado cuando lo sustituyen la friolera de cero veces al año. El pequeño dictador fracasó sin paliativos tras llegar a la final del Mundial, no como Cristiano, que triunfó por todo lo alto con su selección cayendo en primera ronda. El pequeño dictador coleccionó hostias de todos los colores y sabores por ser subcampeón del mundo, no como Cristiano que, mientras veía el Mundial por televisión, hizo frente, de manera heroica, a una tormenta imparable de interminables silencios de quienes pierden culo y vergüenza por apuntar que, en caso de duda, cerresiete siempre salta más.
Al pequeño dictador, por lo criminal. A Super-Yo, por lo civil. Al argentino, traje de madera y pijama de rayas. Al portugués, portadas y homenajes. Al pequeño dictador, mentiras, Chitalus y cintas de vídeo con lluvia de arcadas, propias y ajenas. A Ronaldo, el insaciable, Apolo resucitado, Zeus con botas, Aquiles reencarnado y mejor atleta de todos los tiempos en todos los deportes, según su agente, masajes a la carta. Barra libre: el pequeño dictador y Supermán como situación interpretable en función de los intereses de quienes les interpretan. Así es la nueva realidad que los ultrillas, con los ojos inyectados en sangre, transmiten en forma de conocimiento, bajo epígrafes que destilan sabiduría universal. Asignatura: “Periodismo desde el sentimiento”.
Rubén Uría / Eurosport