Llevo 4 años viviendo en Madrid. Reconozco que tenía prejuicios de carácter grave antes de llegar, soy de la costa y allí teníamos al ya citado ejemplar del fenotipo mostoleño repitiéndonos hasta la puta saciedad que él es de
MadriZ y que en
MadriZ todo es más barato y mejor. Se quejan hasta de la playa, manifestaciones he visto, con estos ojos, para protestar porque había algas un día de levante.
Dicho esto, me alegra confesar que mi opinión de Madrid no es tan mala como esperaba. Efectivamente, es una ciudad para el estudiante, el profesional liberal y el emprendedor que no se comería un torrao en ninguna otra parte de España, pero el resto de colectivos no son especialmente agraciados por esta villa. Doy gracias al cielo por no haber sido un niño, y más todavía, un adolescente, en esta ciudad.
Los madrileños, los pocos madrileños de verdad que te encuentras, son gente bastante educada y correcta. En general no son la alegría de la huerta, pero nunca son el elemento que sobra en un grupo de gente.
El encanto de una gran ciudad es el anonimato, se es de verdad uno mismo cuando no hay que mantener un estatus ante un público que se repite, se relajan tensiones y se empieza a escuchar, entre tanto ruido, lo que te sale de dentro.
Ahora, de ahí a decir las gilipolleces que estáis diciendo algunos, como estas:
Main man rebuznó:
Es el lugar donde puedes hablar con cualquiera e irte a la Feria de Abril con un tío que conoces del bar de abajo (verídico); es el lugar en el que puedes charlar con una chica durante el rato que se tercie sin que te mire raro y te ignore o piense que te estás tocando la polla con la mano que no sostiene la caña; es el lugar en el que el camarero te hace reír cuando tienes un día de mierda; es el lugar donde la gente se para por la calle para ayudarte si te ven cara de perdido o con un mapa en la mano (probad en Barcelona); es el lugar donde la señora de la tienda no parece una puta amargada; es el lugar donde al salir de trabajar te vas de cañas con gente con la que llevas trabajando una semana (probad en Barcelona al cabo no de una semana sino de un año) y es el lugar donde sales un lunes a tomar algo y regresas el martes por la mañana sin apenas recordar tu nombre pero con una sonrisa pintada en la cara.
ESO es Madrid.
Va un trecho.
No, hijo, no, eso es Málaga, no te equivoques ni un pelo porque especialmente las menciones a la atención al público y el sector servicios te delatan. A lo mejor es que yo estoy mal acostumbrado por ser de una zona donde el turismo es el motor de la economía, a lo mejor es que el raro soy yo por pensar que un sitio que se llama cafetería y está cerrado un domingo a las 4 de la tarde merece la más estrepitosa de las bancarrotas, además de un ladrillazo en un cristal. Igual es que soy muy atrevido por entrar a los sitios y dar los buenos días en lugar de gruñir y mirar de reojo.
El problema es que en Madrid sobra gente, eso es una realidad palpable, tan palpable que duele. Te das cuenta, a poco observador que seas, de que en los bares y las discotecas les importa una mierda que te vayas cabreado, mal atendido o intoxicado, porque detrás de ti hay cien subnormales más esperando ansiosos por dilapidar su dinero. Y punto, da igual que seas cliente habitual o que estuvieras dispuesto a dejarte tus ahorros esa noche. Este trato basura puede no ser culpa directa de los madrileños, que rara vez son los que trabajan de cara al público, pero es lo que hay en la capital, estamos permitiendo que gentuza nos trate como deberíamos tratarlos a ellos y nos creemos que tenemos que dar las gracias porque en Madrid hay fiesta un lunes. Los cojones.
Esta situación es la segunda más grave en cuanto a calidad de vida. Es un problema creciente y lamentable, es una vergüenza. Pero me cago en vuestros putos muertos, clama al cielo otra circunstancia intolerable y aún no he visto rodar cabeza alguna por tamaña ofensa:
Llevo 4 años en Madrid y para que me tiren bien una caña me tengo que ir a un irlandés y que me sirva un guiri.
No sé si es que no sabéis o no queréis, si es por joder o es que realmente hay algo en el aire contaminado que ha jodido el cerebro a todos los que aquí habitan. Pero coño:
Es que esta mierda la he vivido a ambos lados de la barra, la insistencia absurda con la espumita de los huevos. Estoy dispuesto a llegar a las manos por este asunto, hasta las últimas consecuencias. No puede ser, hostia, que la gente no se lleve las manos a la cabeza cuando un camarero, después de haber echado la caña, se pase un puto minuto jugueteando con el grifo de la cerveza y una cucharilla, para darte luego un vaso chorreante y con tanto gas que me sorprende que no estalle. Te bebes 3 cañas y estás más hinchado que después de dos platos de fabada asturiana casera, de Madrid al cielo, sí señor, como los globos de helio, todo por la manía de algún colectivo de subnormales, por la obsesión por que el dedo y medio de espuma dure hasta después de que el camarero haya fallecido por causas naturales. Intolerable, sencillamente tercermundista, una total y descarada falta de buen gusto y decencia.