Una de las anécdotas que viví fue al salir de la estación de metro, antes de traspasar la barrera para salir a la calle, veo a dos tipos de aspecto moro dando vueltas arriba y abajo. Se me acerca uno de ellos, con una pinta de moro de estos presidiarios que te c-a-g-a-s, pero que te cagas. De estos que son malos malos. El otro tenía unas facciones de árabe más blanco, pero grande grande físicamente y con una cara de ser un pieza pero de cuidado más en plan bulldog. Físicamente era superior al otro, pero el otro tenía más pinta de tirado. El primero me enseña una mierda de trozo tela color rosa que tenía enganchada en la muñeca y un trozo papel dentro de una placa con su cara de moro pegada al lado. El otro hace lo mismo. Me dicen que son vigilantes de seguridad del metro pero rollo "secreto", sin uniformar, y que les dé el billete.
"Vigilante pide-billetes de metro pero en secreta: ¿me lo estás contando o me lo estás diciendo?", pensé yo.
Podéis imaginar lo que me vino a la cabeza: aquellos rumanos que en la zona turística de Barcelona se hacían pasar por maderos de la secreta y luego les robaban todo lo que llevaban. Es lo que pensé. Me cago en la mar, que es que si se llevaban la cartera con todo lo que llevaba ahi dentro me daba un patatús.
Me niego tajantemente. Se ponen en plan chungo sin llegar a tocarme, pero sigo en mis trece, diciéndoles que yo bajo ningún concepto les sacaba la cartera ahi en medio que no había ni Dios. Que llamen a la Policia y que la Policia haga lo que tenga que hacer si tan malo soy.
Se acerca otro que ni me entero de dónde coño sale, rollo gordo y no moro, pero viejo (???!), del mismo palo, con los dos brazos cruzados en pose de portero de discoteca reclamándome de dónde era yo, de qué país, a lo que no contesto. En ese momento se acerca un cuarto, enano con gafas con cara andaluz y unos cuarenta y algo años que cuando me oyó hablar me respondió en castellano nivel muy digno con un evidente acento gabachísimo de haber nacido en Francia aunque estoy seguro que hijo de españoles. Ahi la confianza empieza a llegar y la calma despierta en mí, aunque no las tenía yo todas conmigo. Enseguida empiezan a aparecer pasajeros en la barra y aquellos dos moros del principio hacen lo mismo sacando unas maquinitas para comprobar los tickets. Ahi ya pienso: "Joer, no creo que todo esto de las maquinitas lo hayan montado para mí
".
Le dí el ticket al gafas y me piré, pero quiero que me entendáis. Si el gafoso andaluz hubiera sido el que se me presentara desde el inicio, hubiera dudado mucho menos, pero es que cuando vi a los moracos, que en España todos roban y se dedican a ingenios raros de estos para tomarte el pelo, pues pensé que querían haserme pupa.