P. Usted defiende con frecuencia al nacionalismo catalán y al vasco, e incluso ha quitado hierro al plan soberanista del lehendakari Ibarretxe que tantos disgustos le está dando al Ejecutivo.
R. Me parece que hubiera sido más inteligente tomar en consideración en el Congreso ese plan y eliminar esos elementos soberanistas. Así se habría desarmado a muchos de los más radicales separatistas. La solución a esos problemas exige una finura política y una audacia que desarme. El propio Ibarretxe cree que la mayoría de los vascos no quiere la separación.
P. Puede que de momento no, pero su pulso con el Estado es un mal precedente y enrarece la atmósfera política.
R. O aceptamos convivir con esos problemas y buscarles solución, o tendremos que volver a la dictadura.
P. ¿No se le puede pedir al lehendakari Ibarretxe algo más de sentido de Estado? ¿Le parece sensato plantear esa consulta cuando en el País Vasco no existe libertad democrática porque no ha cesado la violencia de ETA y de su entorno?
R. La forma de superar esa cuestión es discutirla en el Parlamento. De todos modos, a mí el que me preocupa es el nacionalismo español. Es el peor.
P. ¿Por qué es el peor?
R. Todo el mundo tiene derecho a defender sus ideas. No vaya a caer usted en la simpleza de pensar que yo aplaudo al nacionalismo vasco o al catalán, no. Yo los respeto. Pero el nacionalismo español es el que ha dominado durante los 40 años de dictadura de Franco. Y si miramos atrás, aparte del breve paréntesis de la República, hay siglos de monarquía autocrática en España.
P. ¿Es un problema entonces sentirse español?
R. No, yo me siento muy español y he contribuido a que la bandera nacional sea la bandera de siempre. Pero mire, en Estados Unidos, el presidente Bill Clinton aprobó una ley que consideraba que la quema de una bandera americana no era un delito. ¿Por qué en España lo es?
P. Parece una cuestión anecdótica, teniendo en cuenta las enormes diferencias que hay entre ambos países.
R. Enormes, desde luego, aunque tenemos que procurar parecernos a un país moderno.
P. Según usted, entonces, la pelota está en el tejado del Gobierno central, y no hay cerrazón en el nacionalismo vasco.
R. Lo que pienso es que el Gobierno central tiene más poder y tiene más posibilidades de actuar. Tiene el Ejército.
P. Le veo bastante en sintonía con Ezker Batua, el partido hermano de Izquierda Unida.
R. No. Me han invitado muchas veces a participar en encuentros y no he querido asistir porque no siento identidad con esa formación.
P. El PNV le entregó un premio importante hace unos meses, el de la Fundación Sabino Arana, un premio que comparte usted con un gran amigo de ese partido, el ex presidente italiano Francesco Cossiga, democristiano para más señas.
R. No lo sabía. Pero mire, el PNV ha sufrido transformaciones muy profundas. Hoy no es un partido confesional.
P. Bueno, la Iglesia vasca está muy próxima al nacionalismo vasco.
R. Igual que la Iglesia española al nacionalismo español. Quizá menos. Los cambios en el PNV han sido muy serios.
P. Se habrá dado cuenta de que no he mencionado la matanza de Paracuellos, ocurrida en 1936. Es una pregunta que siempre le hacen los periodistas, ¿no?
R. Es una obsesión morbosa. Espero que usted me dé pruebas de que no la padece.
P. Es que usted siempre contesta lo mismo, que no estaba al corriente de los hechos. En aquel noviembre de 1936 tenía 21 años y estaba completamente implicado en la guerra. ¿No tiene, a veces, un sentimiento de culpa? ¿No lamenta que le tocara vivir aquella etapa terrible?
R. No. Estoy orgulloso de haber pertenecido a una generación que pudo defender a la República, a la democracia, que dio su vida por el futuro de España.
P. ¿Qué les diría a los jóvenes de la kale borroka que también creen que hacen lo mejor?
R. La violencia es inaceptable en el sistema democrático cuando no hay una amenaza a ese sistema, cuando con el voto pueden defenderse todas las ideas. -