Polveteador es un señor muy raro tan capaz de pegar una hostia a alguien y tirarle por la ventana como de que le dé vergüencita pagar unos preservativos
Cuando era crío si que me daba vergüenza, luego más crecidito, iba a sexshops y supermercados y me sudaba el rabo que me vieran con las gomas en la mano, porque además es publicidad positiva entre las cajeras y dependientas.
Ahora es voy a contar otro negocio desastroso donde la gente se ha pegado buenas tortas.
Tenía un amigo que estaba desesperado, estaba estudiando graduado social (hoy lo llaman relaciones laborales) por obligación paterna. Su padre le dijo que estudiara esa carrera porque como tenía una gestoría le pasaría sus clientes. El caso es que mi amigo dijo que no le gustaría estar el resto de su vida encerrado en una oficina con papeles, que aspiraba a otras cosas y que lo que le gustaba era el kárate.
El padre, pasado el tiempo y para que hacienda no les cobrara el impuesto de sucesiones a los hijos, les dio todo el dinero en vida y les advirtió que se anduvieran con ojo, que ya sólo quedaría el piso tras su muerte y que ya no habría nada más.
Mi amigo invirtió el dinero en alquilar y acondicionar un local en el barrio de San José para montar
UN GIMNASIO.
El daría clases de kárate, su novia clases de gimnasia y contrataron a profesores de otras cosas a tiempo parcial. Me invitaron a la inauguración del local. Era amplio, pero daba aspecto de pobre porque utilizaron materiales baratos, me recordaba a esos gimnasios llenos de mierda que aparecen en las películas americanas.
Pues el negocio al principio fue bien, se apuntó mucha gente a kárate, un montón de gordas para hacer gimnasia, otras personas usaban las bicicletas estáticas y las máquinas
Fue un éxito que duró muy poco, las gordas se apuntaban, pero el segundo mes se borraban. Con las máquinas y bicicletas pasó lo mismo, siempre estaban infrautilizadas, nunca hubo clientela suficidente. Los verdaderos beneficios y donde se apuntó mucha gente los daba el kárate; pero hubo otro problema, la gente se iba borrando poco a poco y cuando llegaba el verano, preferían irse a una piscina antes que pegar tortas.
A todo esto hay que añadir la gente conflictiva que hay en todos los negocios: cuando se duchaban se pagaban un rato excesivo en la ducha y mucha gente se dejaba los grifos abiertos y las luces puestas para provocar gastos. Las facturas de agua eran brutales.
En un año sólo quedaron 13 personas que pagaban la mensualidad de kárate y unas pocas gordas que iban a gimnasia, con lo cual el fracaso fue contundente y mi amigo tuvo que cerrar perdiendo toda la herencia.
Se tuvo que poner trabajar en el despacho heredado de su padre haciendo papeles, está atrapado.