Sin que sirva de precedente, debo felicitarle, mi querido y retrasado hamijo 88, ha abierto usted un jugoso hilo.
Me he leído muy por encima el post, apenas un par de páginas, y supongo que estamos en ése punto en el que ya se ha dicho un poco de todo.
Pero no os hagáis pajas mentales, hablamos de sureños italianos, Italias hay dos, una muy alejada de la otra, y es esa Italia: la sureña, la de la mafia, la andaluza, la indigente mental, la macarra, la sucia y la que menos tiene que hablar la que protagoniza éste hilo.
No estamos ante una revolución intelectual, de hecho la noticia nos lleva a una región que poco más o menos equivale al Tercer Mundo, unos ( spaguettis ) y otros ( kuntakintes ) van a la par, vamos, que es cómo ver a un marroquí expulsar de su país a un senegalés.
No estaré ni siquiera yo, Slk, un ávido e incondicional racista del foro, al lado de éste grupo de matones italianos, porque ésta vez si, esos negratas no son más que unas víctimas explotadas, que lo único que hacen es trabajar y que, en el sur de Italia, son minoría, no hablamos de Francia, o Cataluña, que estamos a tope de negros, por aquellas tierras la identidad nacional no corre peligro porque los inmigrantes son muy muy poquitos, son ésa cantidad que es discreta, justa, la necesaria, vaya, que se convierte en una cantidad perfecta.
Tampoco crean problemas porque son muy poquitos y porque en las calles calabresas o napolitanas, más no siendo de alli, crear problemas no es algo muy recomendable. Hablamos de dos tipos de situaciones: en España y en casi toda Europa el inmigrante no se comporta, se le permite todo, se excede, no se integra, delinque, vive de subvenciones, etc et etc, es un caso totalmente opuesto en el que el inmigrante si se convierte en el malo de la película
Los países verdaderamente civilizados ( de Madrid para arriba, de Roma para arriba, y de oeste a este nos quedamos hasta Viena ¿os quedáis con el dibujo, no? ) están lejos, muy lejos de levantarse en armas, pienso que precisamente, por ser excesivamente civilizados, no se levantan ni se levantarán nunca, o lo harán cuando la cosa sea irremediable.
La lástima, la pena, la solidaridad, la generosidad y el sentimiento de culpa que el hombre blanco siente hacia las diferentes subrazas, acabará en un harakiri, y acabará éste siendo conquistado.