Me he puesto a hacer memoria y efectivamente, la mayoría de los fuckers y cachondas de mi instituto son ahora basura, pero basura pútrida.
Enfermos, gordos, calvos que se ponen gomina, dientes amarillentos y alguna perdida de piezas, pagando manutenciones y viviendo de alquiler o casa de los padres.
Ellas cobrando por los hijos, igual se reventadas físicamente pero mucho más psíquicamente y encima cuando te ven te tiran la caña, pero que asco dan.
Hay casos aislados en los que no, pero poquísimos; los que éramos del montón estamos bastantes mejor que los que dominaban el cotarro.
Cómo también hay algunos que eran mierda antes y ahora.
Pero es que casi todo el mundo hoy es basura.
En la clase esa de BUP que digo era de pago. No eran tampoco cualquier cosa.
La niñita repelente y progre que tú pensabas que haría algo en la vida hoy con 40 se dedica a pasear perros y es una hippie que vive en una casa apartada con más colgad@s.
Y el que no empujando el carrito junto a alguna gorda con quien se acaba odiando aunque tenga un buen trabajo en un laboratorio.
Debemos discutir quien es un desgraciado y quien no, y eso es subjetivo. Estropearse físicamente? Es que el ser humano es así. La vida que llevamos es así. Casi todo el mundo está cascado, unos sobre la media, otros por encima y unos pocos se conservan bien pero tampoco garantiza que sean eso que estamos discutiendo que se supone deben ser.
Luego manejas conclusiones, que bueno... vivir de alquiler puede ser mejor que lo otro, que dependiendo puede ser un problema si la cosa acaba mal con la parienta. Que acabe mal es más probable que que acabe bien estadisticamente.
Pero vamos, que este debate no es el debate y todo esto tan discutible que hablamos y a lo que te contesto no pinta nada aquí.
Lo que yo digo es que aquellos crios que ya con 13 años les hacían chorrear eran los que tenían una gran seguridad en sí mismos, cierto punto agresivo, aptitud para el deporte, pasaban de ellas sabiendo cómo tenerlas ahí pegadas, no eran emocionalmente nada dependientes, podian liarse y dejarlas tiradas en dos dias llorando sin sentir ningún malestar, se metían con ellas constantemente en público bromeando mientras ellas jijeaban en plan "oisss miralo!" y ese tonteo en donde el desprecio por parte de él era una tónica que formaba parte exitosa de ese juego de seducción que hacía que la niña estuviera ahí detrás en vilo y cachonda por ese gilipollas que la hacía sentir más un bufón que una princesa, más un eterno segundo plato que una seria opción, a la vez que la niña no contemplaba a los buenos chavales que tenían un comportamiento mucho más galante y un espíritu de poeta enamorado tan contrario al malote anterior.
La norma es que, estos últimos niños "buenazos", siendo adultos, acababan dándose cuenta de la jugada, ya mucho tiempo después. Unos con 20 empezaban a darse cuenta de cómo funcionan ellas. Otros muy pasados esos 20. Otros con 30 o algo más. Otros jamás se dan cuenta. Pero, la cuestión es esa. Que los comunes requieren de mucha experiencia tratando con ellas para darse cuenta de lo que hay, y algunos ni así.
Los que siendo unos crios a los que les salen los primeros pelos en las piernas ya tenían el instinto de saber llevarlas de ese modo, de vencerlas siempre en el juego del ajedrez chochil, son una minoría y una genética especial, que de nacimiento ya tienen esa sangre para lidiar con ellas y eso guste o no te da una ventaja de tres pares de cojones en la vida.