Victor I
Freak
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- 24 Ene 2006
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Yo siempre le veo un punto literario a estas tragedias cotidianas, siempre tengo la esperanza de poder sacar algo bueno de una situación terminal y desesperada. Los hombres llevados al limite, oscilando peligrosamente sobre precipicios y abismos de monotona cotidianeidad, agotando hasta el extremo la resistencia de su equilibrio psicologico y su capacidad de mantener la esperanza acaban optando irremediablemente por una de estas dos opciones.
La mayoria se entregan derrotados y sumisos a una decadencia lenta, narcótica y sin retorno. Asumen el punto final al que ha llegado su existencia como individuos y se permiten pequeños lujos como la prostitución o un alcoholismo moderado y social. No tiene nada de malo pasar los domingos en chandal, sin afeitar, luciendo unas gafas que pasaron de moda hace diez años y nutriendo su adiposidad con aperitivos ricos en grasas hidrogenadas. No se puede sancionar a esas miriadas de padres emasculados que gastan las preciosas y escasas horas de sus vidas deambulando zombis por las luminosas y chirriantes galerias de los centros comerciales, mientas a su lado una mujer prematuramente avejentada le masacra el tímpano con sus diatribas.
A mi los que me interesan son los pocos hombres lúcidos y valientes que se acogen a la otra opción: tirar por la calle del medio y procurarse otra vida algo más digna y más humana junto a otra mujer. He visto casos de fulgurantes y exitosas huidas. He visto a eso hombres, caminando como lo harían los héroes, una vez reconquistada la gloria de sus propias vidas, con la mirada brillante y satisfecha, la sonrisa perenne en la boca, recios y firmes como una encina milenaria, y no he tenido otra opción que determe a verlos pasar y quitarme el sombrero en señal de respeto y admiración.
La vida te pone pruebas continuamente. Unos deciden dejarse masticar por la siempre hipnótica costumbre, por lo correcto y lo presuntamente inevitable. Otros apuestan por ser felices, por arriesgar, por volver sobre sus pasos y ser decidios y vehementes. Por supuesto estoy de parte de los segundos, aunque siempre me comporto, por mucho que apriete los puños con rabia para coger fuerzas, como los primeros. No pain no gain
La mayoria se entregan derrotados y sumisos a una decadencia lenta, narcótica y sin retorno. Asumen el punto final al que ha llegado su existencia como individuos y se permiten pequeños lujos como la prostitución o un alcoholismo moderado y social. No tiene nada de malo pasar los domingos en chandal, sin afeitar, luciendo unas gafas que pasaron de moda hace diez años y nutriendo su adiposidad con aperitivos ricos en grasas hidrogenadas. No se puede sancionar a esas miriadas de padres emasculados que gastan las preciosas y escasas horas de sus vidas deambulando zombis por las luminosas y chirriantes galerias de los centros comerciales, mientas a su lado una mujer prematuramente avejentada le masacra el tímpano con sus diatribas.
A mi los que me interesan son los pocos hombres lúcidos y valientes que se acogen a la otra opción: tirar por la calle del medio y procurarse otra vida algo más digna y más humana junto a otra mujer. He visto casos de fulgurantes y exitosas huidas. He visto a eso hombres, caminando como lo harían los héroes, una vez reconquistada la gloria de sus propias vidas, con la mirada brillante y satisfecha, la sonrisa perenne en la boca, recios y firmes como una encina milenaria, y no he tenido otra opción que determe a verlos pasar y quitarme el sombrero en señal de respeto y admiración.
La vida te pone pruebas continuamente. Unos deciden dejarse masticar por la siempre hipnótica costumbre, por lo correcto y lo presuntamente inevitable. Otros apuestan por ser felices, por arriesgar, por volver sobre sus pasos y ser decidios y vehementes. Por supuesto estoy de parte de los segundos, aunque siempre me comporto, por mucho que apriete los puños con rabia para coger fuerzas, como los primeros. No pain no gain