iskariote
Freak total
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Cáncer de Colon rebuznó:Ni que decir tiene que te lo puedes pasar igual de bien (o guay como decís los jóvenes de ahora) sin necesidad de droga alguna. Quizás ahora te parezca un "carroza" y un "carca" por decirte eso pero estoy seguro de que con el tiempo y a medida que te vayas haciendo mayor me darás la razón. Y hojo, no estoy diciendo que no experimentes, yo también he sido joven y sé cómo se lo monta la "basca", en mis tiempos si no te ponías alto con el resto de la pandilla ya no eras debuten, pero hay que tener personalidad. Sólo te digo que controles y que pienses en tu familia cuando estés aspirando una buena clencha.
Joder, Cáncer, eres un grande.
La fieshta ha sido una de las pocas señas de identidad dignas de este país y ahora se ha convertido en delito. Pero no un delito de los que te apetece cometer, uno de los que sólo te cuesta dinero y disgustos.
No obstante, hace tiempo que apesta bastante ir a hacer el lemming los fines de semana, el único objetivo es mojar el churro o calentar braguetas, todo se contabiliza en miradas lascivas y no en carcajadas.
Por eso echo cada vez más de menos un tipo de fiesta que no es tal, pues era lo que hacíamos antes de probar los porros, cuando el alcohol nos parecía algo reservado a la nochevieja pero nuestra hora de vuelta a casa ya era la de alguien que quiere salir a emborracharse.
Las gamberradas nocturnas.

Cuando no te dedicas a introducirte sustancias que te alelan, la noche es un momento en el que te apetece hacer muchas cosas y nunca se te ocurre nada que sea ni medio bueno. Desde bajar los pantalones al borracho que está vomitando en una esquina a colarte en casas vacías (si eres de la costa hay un huevo de estas), lugar donde almacenábamos las revistas porno que robábamos en las gasolineras. Los que ya se habían vuelto fiesteros tenían cara de ser subnormales, apenas se tenían en pie mientras unos putos críos les daban un guantazo y echaban a correr entre risas y alboroto.
Éramos unos mocosos, unos imbéciles totales, pero esa mezcla entre partirte el pecho de la risa y la emoción del que descubre las gamberradas no la cambio ni por toda la marihuana del mundo. Lástima que luego nos volviésemos más estúpidos todavía y la diversión dejase de ser una prioridad.