De niño no comía mucho. Mi madre era una insípida dándome cosas sin sabor, todas sanísimas. Supongo que mal no hizo, pero yo no disfrutaba la comida, eso eran pruebas a cada cual más difícil de superar. Mi abuela sí me inflaba a cosas buenas, pero como mi madre estaba obsesionada con que yo no me terminaba nunca el plato, si me dejaba en su casa era con vigilancia, acábate el plato, niño.
Era una misión, así me adoctrinaron, a no dejarme nada en el plato. Tengo casi 29 años ya y aún me siento un poco mal si queda algo, creo que será así toda la vida. Así lo espero, al menos.
Después vinieron los campamentos. Tío, hazte un blog, escribe un puto libro. Duermo en cualquier sitio, me gusta estar solo y me divierto fácilmente, por lo que el único momento en el que echaba de menos a la familia era en la mesa. Y cuánto les echaba de menos. Porque si pedía comida se me ofrecía. O al menos no estaba bien visto que les dijeras que eso no era comida, era una mieeeeeerda.
Así que al volver a casa, empeoraba, maduraba un año, me hacía más
sampalón y
tenía más hambre. Tenía hambre como si se acabara el mundo, mi estómago entró en modo campo de concentración y aún no se le ha pasado el susto.
Hay un alimento contra cuya prohibición iría a la guerra. Mataría a padres de familia y a niños no natos. Mataría si prohibieran el jamón, el jamón es sagrado, es lo que nos diferencia de los moros. Poco más.
Una vez, una que decía ser mi novia me dijo que tenía que plantearme empezar a cenar menos. Que perdía mucho tiempo cenando. Tras mi incredulidad, lo primero que pronuncié fue "TENEMOS QUE HABLAR".
Perder tiempo... so hija puta. Guarra.
Me enrollé con una que no comía. Yo, al menos, no le vi comer. Era etapa de bulking, a tope. Me pareció que si la mayor parte del tiempo que íbamos a pasar juntos era con mi boca llena, al menos tuviera algo interesante que contar, la cuatro pelos de mierda. Una mala compañía en la mesa es un tipo de persona a la que ODIO.
No como casi nunca entre horas, cuando me caliento el morro pasa como con el alcohol, me gusta reventar. No me levanto a la cocina a por algo que no sea hacer el animal. Con 15 años había kit-kats, pues me comía 12 antes de entrenar. No para entrenar, no por nutrición, porque había kit-kats. El otro día me comí una pizza familiar y media. Luego tiramisú y después donetes. Porque había, realmente, pues con la primera pizza familiar, hambre, lo que es hambre, no me quedaba.
Añadid a eso que ocasionalmente (cuando tengo ocasión) fumo marihuana y no sé si podéis imaginar lo que me ciega comer.
También me da por escribir, a veces.
He tenido que parar a comer en la redacción de este post.
Dejad que la gente ponga fotos, no entendéis nada. ES PORNO amateur sin bajarte la bragueta.