Das Ich
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- 24 Jun 2005
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Antes de nada decir que estoy totalmente en contra de que tengamos que pagar un canon bibliotecario y uno para soportes de grabación y aparatos electrónicos. Nunca me ha parecido justo tener que desembolsar un dinero extra por comprar un CD-R en el que voy a grabar mis datos personales o por un móvil en el cual no voy a copiar mi música. Aún así me he propuesto hacer un poco de abogado del diablo y ponerme en el pellejo de los del otro bando, ponerme a favor del canon y de que las obras tengan un 16% de IVA.
Todos los "musicofilos" nos hemos emocionado al sostener en nuestras manos una copia en CD, cassette o vinilo de uno de nuestros discos favoritos. Tener una copia original es realmente emocionante, especialmente si ha sido difícil de conseguir por su alto precio o su dificultad para encontrarlo. Una vez en casa ese disco se coloca en un sitio privilegiado de nuestra estantería, bien a la vista, para que todos vean que posees una auténtica obra de arte. Te sientes orgulloso y de vez en cuando abres la caja para revisar el libreto y coges con cuidado el disco para introducirlo en la cadena de música y gozar de sus sonidos. El artista ha dejado una parte de si mismo en esa obra y eso se nota, es parte de su legado a la humanidad y tu eres uno de sus afortunados poseedores. Con las películas ocurre algo muy similar.
Bajarse de internet un disco en Mp3 o una película en DivX es rápido, fácil y gratis. Ya podemos estar bajándonos un disco descatalogado que en tiendas llega a venderse a 60€ o lo último de Radiohead que es gratis. Tanto da, no son más que archivos virtuales que se almacenan temporalmente en un disco duro que no ves. Su valor físico es 0, tan siquiera has perdido espacio en el disco duro ya que éste antes estaba vacío, además 80 MB no son nada para tu disco de 250 GB o 500 GB. Abres el disco con tu reproductor favorito y lo escuchas o en el mejor de los casos lo copias a un CD-R y lo metes en tu cadena de música. Eres uno de tantos internautas que tienen una copia, una copia que se encuentra en todo el mundo y que puede obtenerse gratuitamente por quien así lo desee.
El tipo I: Es el amante de la música que se esfuerza por conseguir en cualquier parte los discos que realmente desea. Normalmente se gasta bastante dinero ya que sus gustos son variados y algo caros. Disfruta enormemente con sus adquisiciones, a un que debido a su coste económico tan solo puede comprarse como máximo un disco al mes, pero este hecho refuerza aún más el placer que obtiene al comprar el disco que ha estado deseando durante meses. Su colección de más de 200 discos le ha costado varios miles de euros y escucha cada uno de ellos regularmente para volver a recordar las melodías que una vez consiguieron emocionarle.
El tipo II: Es el seguidor de la música que dedica unos minutos en buscar el disco que desea para hoy. Una vez encontrado tan solo hace falta dejar el ordenador encendido unos minutos u horas para obtenerlo. Se va a trabajar y cuando ha vuelto ya tiene dos discos y una película. Coge un DVD-R (0,80€) para copiar la peli, le pone un nombre con su rotulador permanente y lo almacena en la repisa esperando su turno para ser reproducido en el vídeo con DivX del salón. La música la pasara a su iPod para escucharla de camino al trabajo. Tiene más de 50 GB de música en su disco duro y varios DVD-R con unas 80 películas. La inmensa mayoría de películas solo las verá una vez en su vida y alguno de los discos de música quizás no lo escuche nunca, quedándose olvidado en un rincón del disco duro hasta que un día lo elimine porque necesita espacio para descargarse nuevas cosas.
El primer tipo es más propio del siglo XX. El segundo es más abundante en el siglo XXI.
¿Estamos "maltratando" nuestras obras de arte? ¿El tipo II sabe captar realmente el valor de las obras que escucha y visualiza? ¿La cultura audiovisual empieza a morir en el momento que se populariza y está al alcance de todos? ¿Tendía que mantener la exclusividad para conservar su valor?
Estas son las preguntas que yo me hago. Quizás estamos rodeados de tanto "arte" gratuito que nos hayamos acostumbrado a él y por eso mismo seamos cada vez más incapaces de apreciarlo tal y como es debido. ¿Es la evolución del arte? ¿Es justo que una copia "pirata" del Salival de Tool se obtenga gratis cuando la copia original, con excelente presentación, se subaste a partir de 70€?
Es posible que sea necesario mantener los altos precios de películas y música -obviemos a quien más puede beneficiar- en un intento de limitar el acceso a todo tipo de consumidores y así filtrar a los que realmente son capaces de sacrificarse un mínimo con tal de acceder a esta obra. ¿No?
Todos los "musicofilos" nos hemos emocionado al sostener en nuestras manos una copia en CD, cassette o vinilo de uno de nuestros discos favoritos. Tener una copia original es realmente emocionante, especialmente si ha sido difícil de conseguir por su alto precio o su dificultad para encontrarlo. Una vez en casa ese disco se coloca en un sitio privilegiado de nuestra estantería, bien a la vista, para que todos vean que posees una auténtica obra de arte. Te sientes orgulloso y de vez en cuando abres la caja para revisar el libreto y coges con cuidado el disco para introducirlo en la cadena de música y gozar de sus sonidos. El artista ha dejado una parte de si mismo en esa obra y eso se nota, es parte de su legado a la humanidad y tu eres uno de sus afortunados poseedores. Con las películas ocurre algo muy similar.
Bajarse de internet un disco en Mp3 o una película en DivX es rápido, fácil y gratis. Ya podemos estar bajándonos un disco descatalogado que en tiendas llega a venderse a 60€ o lo último de Radiohead que es gratis. Tanto da, no son más que archivos virtuales que se almacenan temporalmente en un disco duro que no ves. Su valor físico es 0, tan siquiera has perdido espacio en el disco duro ya que éste antes estaba vacío, además 80 MB no son nada para tu disco de 250 GB o 500 GB. Abres el disco con tu reproductor favorito y lo escuchas o en el mejor de los casos lo copias a un CD-R y lo metes en tu cadena de música. Eres uno de tantos internautas que tienen una copia, una copia que se encuentra en todo el mundo y que puede obtenerse gratuitamente por quien así lo desee.
El tipo I: Es el amante de la música que se esfuerza por conseguir en cualquier parte los discos que realmente desea. Normalmente se gasta bastante dinero ya que sus gustos son variados y algo caros. Disfruta enormemente con sus adquisiciones, a un que debido a su coste económico tan solo puede comprarse como máximo un disco al mes, pero este hecho refuerza aún más el placer que obtiene al comprar el disco que ha estado deseando durante meses. Su colección de más de 200 discos le ha costado varios miles de euros y escucha cada uno de ellos regularmente para volver a recordar las melodías que una vez consiguieron emocionarle.
El tipo II: Es el seguidor de la música que dedica unos minutos en buscar el disco que desea para hoy. Una vez encontrado tan solo hace falta dejar el ordenador encendido unos minutos u horas para obtenerlo. Se va a trabajar y cuando ha vuelto ya tiene dos discos y una película. Coge un DVD-R (0,80€) para copiar la peli, le pone un nombre con su rotulador permanente y lo almacena en la repisa esperando su turno para ser reproducido en el vídeo con DivX del salón. La música la pasara a su iPod para escucharla de camino al trabajo. Tiene más de 50 GB de música en su disco duro y varios DVD-R con unas 80 películas. La inmensa mayoría de películas solo las verá una vez en su vida y alguno de los discos de música quizás no lo escuche nunca, quedándose olvidado en un rincón del disco duro hasta que un día lo elimine porque necesita espacio para descargarse nuevas cosas.
El primer tipo es más propio del siglo XX. El segundo es más abundante en el siglo XXI.
¿Estamos "maltratando" nuestras obras de arte? ¿El tipo II sabe captar realmente el valor de las obras que escucha y visualiza? ¿La cultura audiovisual empieza a morir en el momento que se populariza y está al alcance de todos? ¿Tendía que mantener la exclusividad para conservar su valor?
Estas son las preguntas que yo me hago. Quizás estamos rodeados de tanto "arte" gratuito que nos hayamos acostumbrado a él y por eso mismo seamos cada vez más incapaces de apreciarlo tal y como es debido. ¿Es la evolución del arte? ¿Es justo que una copia "pirata" del Salival de Tool se obtenga gratis cuando la copia original, con excelente presentación, se subaste a partir de 70€?
Es posible que sea necesario mantener los altos precios de películas y música -obviemos a quien más puede beneficiar- en un intento de limitar el acceso a todo tipo de consumidores y así filtrar a los que realmente son capaces de sacrificarse un mínimo con tal de acceder a esta obra. ¿No?