Sí, bueno, ¿no? El asunto de Vinicius se ha salido… ligeramente de madre. Junto con la enorme dimensión que ha alcanzado internacionalmente, lo más llamativo es cómo todo en realidad es una gran pantomima. Creo que ni una persona con un dedo de frente (aunque tampoco es que haya tantas) podría dudar que la persecución a este futbolista viene por su condición de jugador del Real Madrid, que para más inri pasó en pocos años de
meme a estrella internacional, un amargo trago para el antimadridismo rampante. Pero no, ahora resulta que es un problema de intolerancia racial, y andamos discutiendo si España es muy racista, poco o regular. Se trata, por supuesto, de un debate ridículo: no existe un solo país en el mundo, NI UNO SOLO, donde no exista un cierto rechazo al diferente -algo consustancial al ser humano- bajo determinadas circunstancias. Ni Francia, ni EEUU, ni por supuesto Inglaterra pueden darnos lección alguna al respecto. Y menos aún Brasil, donde la correlación entre clase social y raza es más acusada que en casi cualquier otro lugar. Por no hablar, claro, del odio y la agresión en los guetos negros o musulmanes hacia cualquier persona «de fuera» (¡qué pronto hemos olvidado Saint Senis!).
Pero bueno, aquí nos encontramos, en un gran teatrillo en el que todos se pegan por estar en el proscenio antirracista, empezando por los gañanes de Marca y terminando por Nike, quizá la empresa más despreciable del mundo -que ya es decir-, la cual jamás desaprovecha la ocasión de tomar una cuestión social seria, vaciarla de todo contenido y convertirla un nuevo anuncio para vender zapatillas. En las últimas horas se ha sumado a la «solidaridad vinicia» hasta el mismísimo Departamento de Estado USA (quizá a instancias de la propia Nike), y creo que ya sólo le falta incorporarse al Papa Francisco, pero démosle un par de días. No deja de ser gracioso, porque todo se origina en el mencionado odio atávico de todos los mediocres de España al Real Madrid, algo que en el extranjero ni entenderían ni les importaría un pimiento, pero ahora bien, si se pita a un negro y se le lanzan epítetos raciales, entonces el planeta entero tiene que movilizarse.
Es todo absurdo y un punto surrealista, pero he de admitir que tiene gracia ver a personajes normalmente henchidos de soberbia, como Rubiales y Tebas, encogerse humildemente y pedir perdón por los inaceptables agravios contra el negrito. A ninguno de los dos se le recuerda una palabra defendiendo al Madrid del injustificado odio que sufre hace décadas (de hecho Rubiales participó muy activamente en él), pero con lo del moreno sólo les ha faltado flagelarse con un cilicio. Por supuesto, el club se ha solidarizado con su jugador hasta un punto hiperbólico, aunque resulta un consuelo que al menos no nos hayamos arodillado antes de un partido, gesto extremadamente vacuo e irritante que habría sido motivo para quemar el carnet de socio.
El paripé sin duda se extenderá un tiempo más, hasta que los bienpensantes se cansen de ser «antirracistas» y pasen a la siguiente cuestión de vida o muerte para el mundo; los pedos de las vacas o algo así. Lo malo es que cuando se disipe toda la humareda el problema de fondo seguirá ahí, y volveremos a ver a crack madridista tildado de provocador no por el color de su piel,
sino por el de su camiseta; si Vinicius es un chulo, ¿qué cojones es un personaje como Luis Suárez, quizá el futbolista más sucio, maleducado y pendenciero de los últimos 20 años, que logró pasar un lustro por Barcelona sin sufrir ningún tipo de censura social ni sanción deportiva? ¿Qué protocolo activas para curar el paletismo, la envidia y la mediocridad? Es algo un poquito más complicado y que exige más autocrítica que un antirracismo de preescolar, y por ello algunos se sorprenderán cuando volvamos a la casilla de salida.
El único consuelo será ver a los odiadiores esconderse en la cueva durante algunas semanas, y quizá, con mucha suerte, lograr una menor prevaricación arbitral a cuenta del escándalo del VAR. Claro que algunos -vease a sevillistas y valencianistas- aprovecharán la ocasión para volverse aún más antimadridistas, es decir aún más imbéciles (con ejemplos destacados como
este tal Paco Lloret, caso de verdadero psiquiátrico). No deja de tener su mérito.
Fusilado impunemente de fans del Madrid. No ase farta desir nada mah.