snow
Freak
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Siempre me gustaron los chicos con gafas. Para mí nunca fueron los empollones ni los feos de la clase sino los interesantes y (en ocasiones) misteriosos por lo tímido.
En Tokio conocí a David en un restaurante.Allí ejercia de algo parecido a lo que debe ser un maitre y manejaba, impecablemente vestido de traje occidental, un entramado de mesas, menús, vinos, camareros y clientes con un aire impactantemente serio. El único detalle que destaca en su aspecto incuestionablemente clásico eran unas gafas de forma rectangular y color negro. Su imagen me enamoró a primera vista.
David tiene piel de vacaciones; morena y lustrosa y lleva el cabello algo largo y engominado. Apenas sonrie y tiene unos dientes blancos que podrian iluminar cualquier habitación.
Nos conocimos en el restaurante que dirige en virtud a un periodo de formación que la empresa para la cual trabaja le ha impuesto, y que le ha obligado a abandonar temporalmente su cómodo puesto en un importante y conocidísimo restaurante madrileño. Lleva 6 meses en Japón y creo que no sabe lo que es la espontaneidad. Nunca levanta la voz, no rie a carcajadas, escucha más que habla y su aspecto y comportamiento pulcros corresponden más a una prima solterona entrada en años que a un joven de 28.
Sin embargo tiene un secreto que ni él conoce, y es que David, en la intimidad, es verdadero fuego en el que es un placer quemarse. Nada de lo que esperas de él se concreta cuando se desnuda contigo, posee una pasión y un modo de expresarla y atraparte en ella que jamás he visto en nadie, una tremenda fuerza que te arrastra hacia cualquier sitio al que te quiera llevar.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma, posiblemente por eso personas como David lleven gafas, para ocultarnos a todos la verdad de lo que llevan dentro, la visión del abismo por el que no me importó despeñarme a su lado.
Siempre he pensado que los chicos con gafas nos engañaban a todas :)
En Tokio conocí a David en un restaurante.Allí ejercia de algo parecido a lo que debe ser un maitre y manejaba, impecablemente vestido de traje occidental, un entramado de mesas, menús, vinos, camareros y clientes con un aire impactantemente serio. El único detalle que destaca en su aspecto incuestionablemente clásico eran unas gafas de forma rectangular y color negro. Su imagen me enamoró a primera vista.
David tiene piel de vacaciones; morena y lustrosa y lleva el cabello algo largo y engominado. Apenas sonrie y tiene unos dientes blancos que podrian iluminar cualquier habitación.
Nos conocimos en el restaurante que dirige en virtud a un periodo de formación que la empresa para la cual trabaja le ha impuesto, y que le ha obligado a abandonar temporalmente su cómodo puesto en un importante y conocidísimo restaurante madrileño. Lleva 6 meses en Japón y creo que no sabe lo que es la espontaneidad. Nunca levanta la voz, no rie a carcajadas, escucha más que habla y su aspecto y comportamiento pulcros corresponden más a una prima solterona entrada en años que a un joven de 28.
Sin embargo tiene un secreto que ni él conoce, y es que David, en la intimidad, es verdadero fuego en el que es un placer quemarse. Nada de lo que esperas de él se concreta cuando se desnuda contigo, posee una pasión y un modo de expresarla y atraparte en ella que jamás he visto en nadie, una tremenda fuerza que te arrastra hacia cualquier sitio al que te quiera llevar.
Dicen que los ojos son las ventanas del alma, posiblemente por eso personas como David lleven gafas, para ocultarnos a todos la verdad de lo que llevan dentro, la visión del abismo por el que no me importó despeñarme a su lado.
Siempre he pensado que los chicos con gafas nos engañaban a todas :)