Entiendo que el componente identitario puede estar latiendo de fondo pero no creo que sea el motor de esta controversia. Me explico: el debate toros sí/toros no existe desde que yo era niño. Existe desde La Clave de Balbín y desde las tertulias de Hermida, cuando el nacionalismo catalán ni por asomo había conseguido las cotas de poder que tiene hoy. Y existía porque para un sector nada desdeñable de la sociedad, es un barómetro del grado de barbarie e incultura (entendida esta como vinculación emocional a lo atávico) que aún existe en este país. El debate viene de muy viejo y sólo ahora se ha llevado a un parlamento autonómico.
Sucede que ha sido en Cataluña y sucede que ha sido por iniciativa popular. Estamos ante un mecanismo puramente democrático. Si los 180.000 que firmaron eran independentistas, no puedo saberlo. Pero sí sé que, en general, en Cataluña hay una conciencia de respeto al animal vanguardista en el conjunto del Estado. Por lo tanto, colijo que podría tratarse de una iniciativa animalísticamente legítima.
La política late de fondo pero porque les interesa a unos y otros. Al sector más duro del PP le interesaba que siguiese existiendo una ETA sanguinaria. Como al PNV. También al sector más nacionalista español le interesa desproveer de cualquier tinte animalista a la controversia y disfrazarlo todo de una muestra más de nacionalismo catalán exacerbado. Esperanza Aguirre le ha dado el sello político que la polémica necesitaba para estar bien alimentada durante semanas. Ha sido un "Para cojones, los míos", en toda regla. Que no vengan ahora tocando los huevos con un gesto inútil ya que en Madrid, la lidia no estaba en peligro en absoluto.
Yo me encuentro en una posición francamente, que diría Gomaespuma. Por un lado, me fascina la plástica de la lidia: los carteles, los pasodobles, la fotografía, la cara de tarado de José Tomás, el traje de luces, las zapatillas de maricón del torero, ese sombrero absurdo llamado montera que no se usa desde Manolete, la impregnación del lenguaje con los modismos taurinos... Lo añejo, lo idiosincrásico de la fiesta. Eso, me fascina.
Sin embargo, ¿es cultura? Por cada Lorca o cada Hemingway que me digáis, hay diez o doce de igual talla al otro lado. Entenderlo como manifestación cultural, no justifica nada. Y mucho menos entenderlo como tradición. Tradicional era ahorcar, el garrote vil, apedrear al contrario y moler a palos a la esposa y a los hijos. La tradición no puede servir, en ningún caso, para justificar algo inmoral. ¿Es inmoral convertir en espectáculo de masas la tortura a un animal hasta su muerte? A mi modo de ver, lo es. Jamás, repito, jamás, el toro y el torero están en igualdad de condiciones. La prueba es que al cabo de la temporada, son sacrificados miles de toros y, tal vez algún año, cae un torero. Y si muere como Dios manda, se convierte en mito.
Y la pregunta final: ¿es legítimo prohibir una tradición que lleva entusiasmando a tanta gente desde hace tantas generaciones?
Yo digo que se jodan las gentes. Antes era del gusto popular asistir a los ahorcamientos públicos y ahora, que ni siquiera se ahorca, no se echa de menos.