Limpiadoras del hogar, seres del averno.

[El Loco de las Coles]

Como en múltiples ocasiones he relatado, vivo en un domicilio humilde, un piso en el que cohabito con mi progenitora B, es decir, mi putísima madre. Ella, señora limpia y aseada, no tiene tiempo de andar enfangada en las tareas del hogar, tareas que por otra parte, y debido a que mi abuela se chupa estoicamente las faenas más pesadas y farragosas, tales como lavar la ropa y cocinar (en otra casa, evidentemente), no son demasiado numerosas.

Por ello y por otras muchas razones que no vienen al caso, pero que tienen que ver como siempre con padres muertos, casas chamuscadas en chanadores incendios e hijos afectados por extrañas taras mentales, mi madre confía la limpieza de nuestro cálido y feliz hogar a una Mujer de la Limpieza. La mujer de la limpieza es un tipo de persona que por lo general no suele despertar en el sexo masculino ningún tipo de atracción, si acaso algo de sadismo cuando te entran ganas de romperles la cara. Son mujeres enjutas, descarnadas, arrugadas y algo famélicas, muy ajadas por la edad y la vejez temprana, por los años de continua trinchera, partos, disgustos y sinsabores. Vive dios que la incultura afea y envejece a las personas, pero más que la incultura la mala vida y la mala suerte, y por ello debo entregarles sin que se note una porción de reconocimiento, porque lo merecen.

Pero una vez superado este pequeño escollo moral que me impedía cargar contra esas putas del infierno con toda la fuerza de un niñato imbécil y pagado de sí mismo, que en resumidas cuentas es lo que soy y lo que siempre seré, paso a ser sincero y me dejo de gilipolleces. Las Mujeres de la Limpieza son enormes zorras feas como ellas solas, incapaces de despertar en el macho ni siquiera el más mínimo trazo tímido de esbozo de proyecto de radiografía de lo que alguna vez pudo ser siquiera el eco de un puto lunar de atracción sexual. Si la cosa quedase ahí no importaría, porque al fin y al cabo vienen a limpiar, no a follarme ni a alegrarme la mañana. Lo verdaderamente terrorífico de estas infra-mujeres (¿hay alguna que no lo sea?) es su profundo desprecio y desconocimiento de las nuevas tecnologías y de lo que ellas suponen para nuestras vidas.

Y digo nuestras refiriéndome a foreros asociales hijos de puta que se la cascan más de tres veces al día, por supuesto.

Al grano. Estoy hasta la misma polla de que la protozorra que se encarga de quitarle la mugre y el semen pegajoso a mi habitación no comprenda, por más que se lo digo, que para mí es intolerable que deje la ventana abierta, exponiendo mi bello y barato teclado Logitech a los perniciosos efectos del sol, ese gran desconocido. En Murcia, y con orientación sur, ese sol al que la infralimpiadora expone mis bellos periféricos puede resultar tremendamente dañino.

Pero eso no es todo. Bien iría, voto a brios, si eso fuera mi única inquietud quejumbrosa. El modem señores, el puto cable modem. LA PIEDRA ANGULAR de mi vida. ¿Veríais normal que una zorra os abriese el pecho con la hoja asesina de un bisturí oxidado y os restregara el corazón palpitante con un paño lleno de Cristasol? ¿Os parecería normal que en el proceso de restregón desconectara por accidente cuantas venas, arterias, nervios y conductos se encontrara en el camino, y ante vuestros ojos de incredulidad dijera: "bueno, no pasa nada, luego te los vuelves a colocar, una aorta no va a ningún lado"?

Pues eso, señores míos, es lo que hace mi limpadora cuando todos los martes desencadena su caos apocalíptico de paños y limpieza sobre mi querida y no sin esfuerzo acumulada mugre cibernética. Deberían subvencionar cursillos acerca del correcto proceso de limpieza de un ordenador enchufado, o en su defecto, sacar al mercado campos de energía especiales para señoras asesinas de bits y esperanzas. Esta mujer no sabe que si algún día, por accidente, me deja sin Internet, salimos los dos en los periódicos de medio mundo.

Es la magia de los nuevos medios de comunicación. Connecting People.