Lo femenino, lo sacro y la puta que las parió a todas

La última palabra

RangoNovato de mierda
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5 Ago 2014
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Desde las vestales hasta las bacantes, desde las sacerdotisas cretenses hasta los aquelarres cantábricos, lo femenino y lo mágico han creado una sinergia indeleble. Una mujer era una diosa, una Gea primigenia, un óvulo lleno de potencias y de misterios. La mujer como un ectoplasma, como un Big Bang microscópico y feral. La mujer, con sus ciclos, con sus menstruaciones telúricas, turbadoras, capaz de secar el vientre de los campos y hacer abortar a otras hembras. La mujer, ídolo e ideal, destino y tormento, vientre balsámico y protector, como un ser cuasimitológico, ajena a las servidumbres y los desdoros de los humanos. Un ser transparente, una hierofonía con la que nos dioses nos permiten entran en contacto con su Gracia Celestial. Una princesa de cuento, un camino correcto, una forma inexcusable de salvación.

Los siglos han mantenido sus virtudes y la sociedad los ha elevado a dogma. Lo que antes era una condición espiritual, literaria, una prebenda que partía de instinto y la reproducción, ha adquirido rango legislativo. La mujer, por ley y orden, es absolutamente irreprochable. Las mujeres son bellas, todas, sin que la armonía, el índice de masa corporal o la higiene de sus ingles puedan argumentar en contra de su axioma. Las mujeres poseen en exclusiva la virtud de la bonhomía. Todos sus sucesos y accidentes tienen su razón, su sentido y justificación. El feminismo ha logrado aderezar la mística primitiva que rodeaba al útero de un caparazón social infranqueable. En nada yerran, en nada de equivocan, jamás torcieron su rumbo. Lo femenino es perfecto, lo femenino es sacro y es el macho quien corrompe y enturbia su pureza.

Y nada más propio de las hembras que sus partos y los frutos consiguientes. Y nada merece mayor reivindicación que ejercer semejante obra. Y nada puede, ni hombre, ni ley, ni Dios Padre que estas en los Cielos, cuestionar su inteligencia natural y sus derechos. La maternidad es un superpoder, una bula papal, una "república independiente", un éxtasis perpetuo e indestructible. La madre y la cría no deben justificarse ante nadie, funcionan con una moral sobresaliente, perfecta, una ante la que el mundo se inclina. Pueden matar por un hijo al hijo de otra, porque su maternidad lo vale y no la de otras. Pueden fingir paternidades bastardas, pueden franquear sobre la alfombra roja, entre vítores y alharacas apasionadas, responsabilidades laborales. Pueden ser incívicas sin reproches, porque "soy madre, soy la ley". En un foro amigo al que muchos vamos de excursión y donde se nos recuerda con frecuencia, andan, machístamente soliviantados con una noticia llegada desde Tejas. A una madre la han echado de una restaurante por cambiar los pañales de su niño-Dios encima de la mesa. Parece ser que el patriarcado no comprende, que la mierda, hedionda y caliente de su cría, es ambrosía para el mundo.

p.d. ¿He pecado de laista en el título? Espero que no, me preocupa muchiiiiiiiisimo evitar semejante endogamia mesetaria.
 
La última palabra rebuznó:
... Pueden fingir paternidades bastardas, pueden franquear sobre la alfombra roja, entre vítores y alharacas apasionadas, responsabilidades laborales...

Una cosa sí es cierta, y es que las mujeres son muy cucas con esto de ocultar hijos bastardos: realizadas unas pruebas de ADN en un determinado sector de la población en los USA, se descubrió ¿con sorpresa? que el número de hijos ilegítimos, concebidos en relaciones extramatrimoniales y que crecían plácidamente en el seno familiar era sorprendentemente alto...
 
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