curro jimenez
Muerto por dentro
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A mí me cuesta pincharle a los marranos. Esos chillidos me han puesto nervioso desde crío. Pero hay que matarlos y para eso le he tirado ocho meses llenándoles la panza de pienso.Pues sigo sin entender tal empatía con animales domesticados durante miles y miles de años para facilitarnos proteínas y aportes nutricionales básicos. Con once años ya ayudaba a mi abuelo a matar y despellejar pollos, gallinas viejas, conejos y pavos. Incluso una vez ayudé a capar un verraco enorme, llegando esa misma noche a comernos las criadillas a la plancha. Ese exceso de sentimentalismo por los animales de cría y engorde me parece absurdo. La tauromaquia sin embargo, me parece innecesaria y humillante, una salvajada, me refiero al espectáculo de masas. Sin embargo la carne de toro es maravillosa. En cualquier caso y centrándome en la cuestión, el discurso de los veganitos ya anda pasado, digamos que huele, particularmente el carácter sectario. El omnívoro, suele respetar por norma general; el veganito lo lleva con permanentes justificaciones, la mayor parte de las veces bebidas de dudosas fuentes de la Hinternec, casi siempre adornadas de ese correoso sentimentalismo que asfixia la estadía a los que queremos comer de todo y que no nos toquen mucho los cojones.
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