Malos encuentros.

Rápidamente me voy hacia el de la derecha, que estaba camino de mi coche, me saco el trozo de cable que llevaba dentro del pantalón del chandal y le doy en la cabeza con el.

Así que fuiste tú, Cabrón!
 
Pues yo estuve un par de veces en Nápoles en los años duros y lo normal era que fuesen tres o cuatro en cada moto. Sin casco, eso sí.
Pues por eso precisamente. En un sitio donde ni dios va con casco y en cada moto van tres, cuando en una moto alguien va con casco es para sospechar que quiere ocultar su cara, y si van dos para salir por patas.
 
Se me cae un mito.

:nelsonito:

Saliø corriendo por no hacerles daño, en una situación asi Curro no es capaz de controlar el daño que puede infligir.

A ves si un dia cuenta la vez que mantuvo en jaque a un comando de fuerzas especiales de Nigeria con solo un cable de cargador de movil y un condón usado, durante unas maniobras.
 
Última edición:
Vamos, que los de Málaga sois portugueses.

Los portugueses conducen de puta madre. En autopistas. Luego en el resto de carreteras de mierda que tienen con empedrado del siglo 12 van a las mismas velocidades que en las autopistas.

Pero ojo, en autopistas, unos benditos.
 
me saco el trozo de cable que llevaba dentro del pantalón del chandal y le doy en la cabeza con el.

Puedes desarrollar esto un pelín más, no por nada si no porque he ido a mirar todos los pantalones de mis escasos chándal y no he visto ninguno que pueda llevar nada que usar como arma de defensa propia :lol:
 
Puedes desarrollar esto un pelín más, no por nada si no porque he ido a mirar todos los pantalones de mis escasos chándal y no he visto ninguno que pueda llevar nada que usar como arma de defensa propia :lol:

Pues que un año antes ya había tenido una historia en esa misma area de descanso. Y como no me fiaba pues agarré el cable y me lo guardé en prevision de un mal encuentro

depositphotos_162429594-stock-photo-particular-of-the-coil-with.jpg


Unos 60 cm de cable parecido a este.
 
Pues que un año antes ya había tenido una historia en esa misma area de descanso. Y como no me fiaba pues agarré el cable y me lo guardé en prevision de un mal encuentro

depositphotos_162429594-stock-photo-particular-of-the-coil-with.jpg


Unos 60 cm de cable parecido a este.

En principio pensé en ese cable, es el único cable que conozco que puede usarse como arma de defensa personal. Pero claro pones que lo sacas del chándal y digo, que cojones...


Pero bueno si lo metiste a modo de precaución, pues hiciste bien, te salvó el culo. :lol:
 
Principio de los 90, estaba estudiando COU interno en un monasterio en El Escorial y nos dejaron ir a Madrid a ver un partido de baloncesto del Madrid contra mi Joventut. No recuerdo el resultado del partido, supongo que perderíamos, pero lo que ocurrió a la salida no se me olvidará. Entramos en el metro (creo que Goya, el partido fue en el pabellón que se quemó) y había unos con bufandas del Madrid increpando a UNO con una bufanda del Milán, pasamos de largo mi colega y yo. Al llegar a El Escorial ya era la hora de El Larguero y lo puse para escucharlo y lo primero que dijeron es que habían apuñalada a un seguidor del Milán en Madrid.
 
No hagais mucho caso a los charlesbronson del foro, nunca se sabe quien tienes en frente, las apariencias engañan.

En una ocasión a la salida de una discotque me dió por ponerme a insultar a un boliviano de metro y medio con gafitas de unos 40 años con cara de tonto.

"buenas noches señor, creo que usted está bien tomado..." me dijo

total que lo agarre de la camisa, lo demás solo se lo que me contaron, me metió un guantazo con la mano abierta que sonó a 500 metros a la rotonda , y se me apagaron las luces, caí como si fuera un robot al que le apagan en botón, la postura en que quedé no pudo ser mas ridícula, lo mejor de todo es que todo el mundo se puso a aplaudir.

Despues de eso quemé la bomber y tire las dr martens, el puño americano y esas coss, estaba claro que no valía para skin.

Años después, unos pijos con pinta de tolais con pulseritas con la bandera España se pusieron a acosar al amigo boliviano de una a la que yo queria meter ficha. Asi que no vi mejor ocasión para actuar. "teneis algún poblema?" les dije, el resultado, me trincaron y me tiraron a un container de basura, la piba se fue con el boliviano y yo yendome a mi casa oliendo a boquerones y mierda.
 
Última edición:
Yo he tenido suerte en este tipo de situaciones, pero he vivido muchas. Supongo que tener sangre fría ayuda, aunque considero mucho mas importante tener suerte.

Una vez siendo yo un jovenzuelo, fui a buscar a un amigo que trabajaba en un pub para salir de marcha. Cuando entré en el garito mi amigo ya estaba cerrando y tan solo quedaba un cliente en la barra. Un tipo mayor, hosco, rudo y con una borrachera mayúscula.

Mi amigo me dijo que el borracho no quería irse y que le estaba contando una historieta de que su mujer le había largado de casa y que era una puta y se acostaba con alguno a sus espaldas. Por lo visto el tipo era un buscavidas de los bajos fondos que vivía encima mismo del pub.

Era un tipo conflictivo y mi amigo ya se las había visto con el varias veces antes, pero como era vecino y un macarra sin escrúpulos, siempre evitaba llegar a mayores o llamar a la poli por las posibles represalias que ello le acarrearía.

El caso es que allí estabamos los tres. Mi amigo tras la barra, el colega borracho con su cubata y yo que acababa de llegar.

Mi amigo me pone una copa y me dice que mientras la acabo va a ir recogiendo la parte de abajo del pub (tenía dos plantas), y allí que me deja el cabrón con el borracho.

El tipo me mira y se pone a contarme sus penas. Que su mujer es una puta, que le engaña, que le ha echado de casa y que la va a matar.

Yo, manteniendo mi sangre fría le digo que si a todo para ver si se acaba la copa y se larga, pues antes de bajarse, mi colega le había dicho que ya no le servía mas y que iba a cerrar el garito.

Cuando el fulano observa que le asiento, pero sin mucho interés me espeta:
-¿qué pasa, que no te crees que la voy a matar? Pues mira...

Y me saca una pipa que llevaba guardada en el pantalón bajo la camisa.

-Con esta voy a subir a casa y le voy a pegar 6 tiros por mala puta. Quiero que sufra por todo lo que me ha hecho estos años, quiero que sufra y mucho.

Ostias, una cosa es verlo en la tele y otra muy distinta es ver a un borracho justo enfrente tuyo con un arma en sus manos.

Aún con el susto no pierdo la calma y mirándole fijamente a los ojos le digo:

No merece la pena, hamijo, con la pipa la muerte de ella es rápida e indolora, y para ti queda el marrón de comerte una pila de años entre 4 paredes, sin poder ponerte ciego cuando te apetezca, sin poder follarte una buena puta, sin poder disfrutar de la libertad. ¿tu crees que te merece la pena? Si quieres que sufra, la pipa no es una buena alternativa, ella es una puta y se merece algo mucho peor que eso que propones. Si la matas no sufre ella, sufres tu.

El tipo subió las cejas con cara de sorpresa y me preguntó:

Y si no la mato? que hago? que puede haber peor para ella que matarla?

Amijo, le dije, un tipo como tu seguro que no es tan simple como para no tener en su cabeza un plan mejor que pegarle un tiro. Eso lo haría un tipo sin ideas, tu pareces mucho mas inteligente.

El tipo me miró y por un momento pensé que me iba a pegar un tiro a mi por hacerle pensar, pero tras unos segundos, que a mi se me hicieron eternos, me dijo:

-Tienes razón, matandola pierdo yo, pero tengo un plan para ella. Tengo un plan para ella.

Se guardó la pipa en el pantalón, me dio abrazo, y salió del pub riendose y repitiendo, ¡¡tengo un plan para ella!! ¡¡tengo un plan para ella!!

Yo aproveché para cerra la puerta del pub y atrancarla con un cerrojo interior que había, resoplando por la experiencia vivida.

Al minuto sube mi colega y me pregunta:

¿Ya se ha ido? ¿qué ha pasado?

Vámonos y te lo cuento en el primer garito que entremos, que necesito varias copas más para procesarlo.
 
Josemari era un muchacho risueño, de carácter pacífico y bonachón. Con una capacidad asombrosa de mimetizarse socialmente con absolutamente cualquier tribu urbana que por entonces dominaban la noche. Cuando llegaba el fin de semana, en el garito de cabecera no le faltaban ofertas para ir a uno u otro sitio de farra; el primero que le dijera Josemari vente, ahí que se levantaba sin vacilar y se acoplaba al grupo. Si eran los heavys, a la zona de los cubatas de litro; si eran los pijos, a la boîte de turno. Allá donde iba siempre pasaba más bien desapercibido, jamás hacía ruido, jamás levantó una voz.

Josemari valoraba la calidad de la oferta en función de las dronjas que le podrían ofrecer esa noche. Sí, ese era su gran problema, que se metía todo lo que le pasearan por los morros. Habría esnifado matarratas diciéndole que es matarratas sin pensárselo dos veces.

Pero aquella noche escogió mal. Por aquellos guiños del destino, ninguno de sus grupos de hamijos habituales rondaba por el bar. En su lugar, tan sólo un bastardo esquinao del pueblo, chorizo e hijo de puta habitual que tenía a medio pueblo acojonado, haciendo escala en ese garito para ir a liarla en ___ (rellenar con el lugar que se le antojara). Lo vio allí, le invitó a un tripi y a vaya usted a saber qué cochinadas más, le dijo de irse con él a Salou y accedió.

Supongo que espoleados por las sustancias y el alcohol que les corrían por las venas, el potencialmente peligroso binomio fue recorriendo las zonas de marcha buscando el encontronazo con alguien, contra el que aplacar su exceso de imbecilidad. Presumo, conociéndolo, que Josemari simplemente se dejaba llevar.

Y ahí estaban al acecho en una esquina cuando, bajando la calle y en rumbo de colisión, un grupo de jóvenes se acercaban alegre y fatalmente al punto de la emboscada. Intercambio de miradas, intercambio desigual de improperios, amenazas... cómo irían los interfectos que en cuestión de segundos ya estaban sacando sus navajas y cosiendo a puñaladas a uno de los inocentes turistas. Los detuvieron, según cuentan, partiéndose el culo con la ropa ensangrentada.

El pobre muchacho que cosieron a puñaladas murió. Se trataba de Rafael, hermano de Bunbury, cantante de Héroes del Silencio.
 
Josemari era un muchacho risueño, de carácter pacífico y bonachón. Con una capacidad asombrosa de mimetizarse socialmente con absolutamente cualquier tribu urbana que por entonces dominaban la noche. Cuando llegaba el fin de semana, en el garito de cabecera no le faltaban ofertas para ir a uno u otro sitio de farra; el primero que le dijera Josemari vente, ahí que se levantaba sin vacilar y se acoplaba al grupo. Si eran los heavys, a la zona de los cubatas de litro; si eran los pijos, a la boîte de turno. Allá donde iba siempre pasaba más bien desapercibido, jamás hacía ruido, jamás levantó una voz.

Josemari valoraba la calidad de la oferta en función de las dronjas que le podrían ofrecer esa noche. Sí, ese era su gran problema, que se metía todo lo que le pasearan por los morros. Habría esnifado matarratas diciéndole que es matarratas sin pensárselo dos veces.

Pero aquella noche escogió mal. Por aquellos guiños del destino, ninguno de sus grupos de hamijos habituales rondaba por el bar. En su lugar, tan sólo un bastardo esquinao del pueblo, chorizo e hijo de puta habitual que tenía a medio pueblo acojonado, haciendo escala en ese garito para ir a liarla en ___ (rellenar con el lugar que se le antojara). Lo vio allí, le invitó a un tripi y a vaya usted a saber qué cochinadas más, le dijo de irse con él a Salou y accedió.

Supongo que espoleados por las sustancias y el alcohol que les corrían por las venas, el potencialmente peligroso binomio fue recorriendo las zonas de marcha buscando el encontronazo con alguien, contra el que aplacar su exceso de imbecilidad. Presumo, conociéndolo, que Josemari simplemente se dejaba llevar.

Y ahí estaban al acecho en una esquina cuando, bajando la calle y en rumbo de colisión, un grupo de jóvenes se acercaban alegre y fatalmente al punto de la emboscada. Intercambio de miradas, intercambio desigual de improperios, amenazas... cómo irían los interfectos que en cuestión de segundos ya estaban sacando sus navajas y cosiendo a puñaladas a uno de los inocentes turistas. Los detuvieron, según cuentan, partiéndose el culo con la ropa ensangrentada.

El pobre muchacho que cosieron a puñaladas murió. Se trataba de Rafael, hermano de Bunbury, cantante de Héroes del Silencio.

Que fatalidad. Y lo que hubiéramos ganado si hubiera sido el subnormal del hermano.
 
Josemari era un muchacho risueño, de carácter pacífico y bonachón. Con una capacidad asombrosa de mimetizarse socialmente con absolutamente cualquier tribu urbana que por entonces dominaban la noche. Cuando llegaba el fin de semana, en el garito de cabecera no le faltaban ofertas para ir a uno u otro sitio de farra; el primero que le dijera Josemari vente, ahí que se levantaba sin vacilar y se acoplaba al grupo. Si eran los heavys, a la zona de los cubatas de litro; si eran los pijos, a la boîte de turno. Allá donde iba siempre pasaba más bien desapercibido, jamás hacía ruido, jamás levantó una voz.

Josemari valoraba la calidad de la oferta en función de las dronjas que le podrían ofrecer esa noche. Sí, ese era su gran problema, que se metía todo lo que le pasearan por los morros. Habría esnifado matarratas diciéndole que es matarratas sin pensárselo dos veces.

Pero aquella noche escogió mal. Por aquellos guiños del destino, ninguno de sus grupos de hamijos habituales rondaba por el bar. En su lugar, tan sólo un bastardo esquinao del pueblo, chorizo e hijo de puta habitual que tenía a medio pueblo acojonado, haciendo escala en ese garito para ir a liarla en ___ (rellenar con el lugar que se le antojara). Lo vio allí, le invitó a un tripi y a vaya usted a saber qué cochinadas más, le dijo de irse con él a Salou y accedió.

Supongo que espoleados por las sustancias y el alcohol que les corrían por las venas, el potencialmente peligroso binomio fue recorriendo las zonas de marcha buscando el encontronazo con alguien, contra el que aplacar su exceso de imbecilidad. Presumo, conociéndolo, que Josemari simplemente se dejaba llevar.

Y ahí estaban al acecho en una esquina cuando, bajando la calle y en rumbo de colisión, un grupo de jóvenes se acercaban alegre y fatalmente al punto de la emboscada. Intercambio de miradas, intercambio desigual de improperios, amenazas... cómo irían los interfectos que en cuestión de segundos ya estaban sacando sus navajas y cosiendo a puñaladas a uno de los inocentes turistas. Los detuvieron, según cuentan, partiéndose el culo con la ropa ensangrentada.

El pobre muchacho que cosieron a puñaladas murió. Se trataba de Rafael, hermano de Bunbury, cantante de Héroes del Silencio.
¿Y usted iba en el grupo de jóvenes o se lo contaron?
 
Josemari era un muchacho risueño, de carácter pacífico y bonachón. Con una capacidad asombrosa de mimetizarse socialmente con absolutamente cualquier tribu urbana que por entonces dominaban la noche. Cuando llegaba el fin de semana, en el garito de cabecera no le faltaban ofertas para ir a uno u otro sitio de farra; el primero que le dijera Josemari vente, ahí que se levantaba sin vacilar y se acoplaba al grupo. Si eran los heavys, a la zona de los cubatas de litro; si eran los pijos, a la boîte de turno. Allá donde iba siempre pasaba más bien desapercibido, jamás hacía ruido, jamás levantó una voz.

Josemari valoraba la calidad de la oferta en función de las dronjas que le podrían ofrecer esa noche. Sí, ese era su gran problema, que se metía todo lo que le pasearan por los morros. Habría esnifado matarratas diciéndole que es matarratas sin pensárselo dos veces.

Pero aquella noche escogió mal. Por aquellos guiños del destino, ninguno de sus grupos de hamijos habituales rondaba por el bar. En su lugar, tan sólo un bastardo esquinao del pueblo, chorizo e hijo de puta habitual que tenía a medio pueblo acojonado, haciendo escala en ese garito para ir a liarla en ___ (rellenar con el lugar que se le antojara). Lo vio allí, le invitó a un tripi y a vaya usted a saber qué cochinadas más, le dijo de irse con él a Salou y accedió.

Supongo que espoleados por las sustancias y el alcohol que les corrían por las venas, el potencialmente peligroso binomio fue recorriendo las zonas de marcha buscando el encontronazo con alguien, contra el que aplacar su exceso de imbecilidad. Presumo, conociéndolo, que Josemari simplemente se dejaba llevar.

Y ahí estaban al acecho en una esquina cuando, bajando la calle y en rumbo de colisión, un grupo de jóvenes se acercaban alegre y fatalmente al punto de la emboscada. Intercambio de miradas, intercambio desigual de improperios, amenazas... cómo irían los interfectos que en cuestión de segundos ya estaban sacando sus navajas y cosiendo a puñaladas a uno de los inocentes turistas. Los detuvieron, según cuentan, partiéndose el culo con la ropa ensangrentada.

El pobre muchacho que cosieron a puñaladas murió. Se trataba de Rafael, hermano de Bunbury, cantante de Héroes del Silencio.

Se equivocaron de hermano, claramente :lol:

 
¿Y usted iba en el grupo de jóvenes o se lo contaron?

Yo conocía al chaval por otras razones desde que era prepúber. Conocía a su familia. No iba con esos jóvenes pero la noticia se hizo eco en los mentideros oficales.

Se equivocaron de hermano, claramente :lol:


Exactamente, esa es la noticia. Buena pesquisa.
Seré breve con un off-topic: ¿Estaba ustec comiendo hoy en un restaurante de polígono en Tarragona? en la mesa contigua había un ser así viscoso como usted, a quien la gordura le bajaba el pantalón de chándal y dejaba ver una espantosa hucha.
 
Yo conocía al chaval por otras razones desde que era prepúber. Conocía a su familia. No iba con esos jóvenes pero la noticia se hizo eco en los mentideros oficales.



Exactamente, esa es la noticia. Buena pesquisa.
Seré breve con un off-topic: ¿Estaba ustec comiendo hoy en un restaurante de polígono en Tarragona? en la mesa contigua había un ser así viscoso como usted, a quien la gordura le bajaba el pantalón de chándal y dejaba ver una espantosa hucha.

Lamento defraudarle, pero no, no llevo chándal desde que me dejé el fútbol :lol:
 
Cuando se pusieron de moda los botellones en Cáceres a principio de los 90 fuimos a ver que era eso tan moderno y resultó ser lo mismo que hacíamos en el pueblo desde hacía eones: comprar la bebida en una tienda y beberla en la zona de marcha, vaya modernidad. El caso es que nos juntamos con uno del pueblo que estaba estudiando allí. Con él y con "su gente" de Cáceres, un trío de chavales que su único afán era ser el "mal encuentro" de cualquiera. Apenas los vimos durante toda la noche pues siempre estaban buscando peleas y movidas. Al final de la noche, cuando nos íbamos a la zona de discotecas de La Madrila, iban hablando cerca de mi e iban programando su ruta.

-Primero vamos a X que habrá mucha gente y podemos dar empujones
-Vale, pero luego vamos a Y que hay una zona muy estrecha

En esto que alguien ajeno a ellos tres dijo de ir a otro sitio que estaría más de moda a lo que los tres dijeron que no-

-No, nosotros no vamos ahí porque no hay más que tías

:shock:x1000. Lógicamente preguntamos que cuál era el problema de que hubiera muchas tías en un bar a las 5 de la mañana y seguramente borrachas.

-Pues que no hay tíos y no nos podemos pegar con nadie.

Y se quedaron los tres solos en su ruta tan anchos.

El caso es que al final fue un fracaso para todos, ni nosotros pillamos nada aparte de una buena borrachera ni ellos encontraron con quién pelearse y ser el mal encuentro de nadie.
 
En el instituto había un gorila repetidor, que con 18 años tenía ya el cuerpo de un repartidor de butano. Era una mala bestia y además un macarra y un tirano. Se aprovechaba de su corpulencia y fuerza para meterse con todo cristo en el instituto. Recuerdo que a veces se ponía en la puerta de entrada a la clase y no dejaba pasar a nadie. Otras veces, aprovechando que los alumnos estaban en el estrecho pasillo que habían entre las aulas, corría con los brazos abiertos simulando ser un avión, repartiendo ostias al que pillaba por medio.

Todo el mundo lo temía, incluso los propios profesores, pues ya había tenido también algún que otro altercado con ellos. Siempre vestía con cazadora macarra de cuero negro repleta de chapitas heavis.

Un día y durante un descanso , le dio por darle guantazos al tonto de la clase acorralándolo en un rincón. Cuando algo de esto ocurría, lo normal es que el rebaño se fuera huyendo de la clase para evitar cualquier problema, dejando a la víctima abandonada a su suerte.

Yo soy un tipo tranquilo y siempre trato de evitar líos tanto propios como ajenos. En ese momento tenía 16 años y era muy delgado, alto y fibroso (siempre he sido muy deportista y también he practicado varias artes marciales durante mi niñez y juventud), pero en aquella época y en pleno desarrollo, mi cuerpo no era ni la mitad que el de aquel animal de bellota. No se que me cortocircuitó el cerebro cuando vi esa enésima demostración de abuso sobre el débil, que no se me ocurrió otra cosa que coger una silla y darle con todas mis fuerzas y partirsela en la espalda al gorila.

Se hizo un silencio sepulcral entre los que estaban en clase y Moriano, que así se apellidaba el malo se cayó al suelo del sillazo que le metí. El tonto de la clase aprovechó para escaparse por patas, pero yo me quedé paralizado, con media silla rota en la mano y sin saber muy bien que hacer tras aquella locura.

Moriano se levantó y se vino a por mi (el gorila contra el alfeñique), y me metió un puñetazo que me lanzó dos metros para atrás y me hizo caer contra las mesas de la primera fila. Como yo aún tenía parte de la silla en mi mano, me levanté como un loco y le golpeé repetidamente por donde pillaba, uno de los golpes se lo di en la cara porque le partí una ceja y le hizo sangrar abundantemente. Moriano recibió algunos golpes, pero me enganchó como un oso y me tiró al suelo quedando encima mía. En esa posición me llovieron ostias de todos los colores y sabores, y por mas que trataba de protegerme la cabeza me puso fino. Se tiró un buen rato golpeandome hasta que empecé a sangrar por la nariz como un cerdo, momento en que se paró y me preguntó:

-¿Quieres mas? y como era dos veces mas grande que yo se levantó con la condescendencia propia del abusón tras haber apalizado a su víctima, para demostrar su poderío dándome la oportunidad de levantarme y empezar otra vez de cero sabiendo de su superioridad física.

Yo notaba la sangre brotando abundantemente de mi nariz, pero tenía la adrenalina a mil y no me dolía nada, asique me levanté, pero en lugar de encararme con el de nuevo me giré para atrás y volví a coger otra silla con la intención de volver a estamparsela donde pudiera y que Dios repartiera suerte.

Y gracias a Dios que justo en ese momento entraron en la clase varios profesores a grito pelado y no me dio tiempo a hacer nada, porque seguro que si le estampo de nuevo otra silla y no le mato, el muerto hubiera sido yo.

Visita al director y expulsión de ambos. A mi solo me expulsaron un día porque aparte de ser uno de los que mejores notas sacaba, siempre me había comportado de manera ejemplar, y supongo que también valorarían que lo que hice fue por evitar un abuso, eso si, me tocó pagar la silla rota.

Lo curioso es que nunca volví a tener ningún tipo de movida con Moriano ni con nadie en el instituto ya que la movida fue sonada y tras aquello supongo que la gente pensaría de mi que estoy un poco loco, pues esa actitud puntual de un comportamiento tan violento, no cuadraba para nada con mi habitual tranquilidad. Cierto es que yo, a partir del incidente, siempre evitaba cruzarme con Moriano por no tener mas lio, pero creo que el también hacía lo mismo conmigo.

Casualidades de la vida que al cabo de algunos años me lo volví a encontrar estando él trabajando de portero en una discoteca (un final cantado para un personaje como ese), y le saludé entre cortado y precavido por si aún guardase algo contra mi (de nuestro encuentro ambos nos quedamos con una cicatriz en la cara cada uno como recuerdo), pero curiosamente, cuando me reconoció bromeó sobre lo alocado que es uno de joven, e incluso me invitó a una copa en el garito.
 
En el instituto había un gorila repetidor, que con 18 años tenía ya el cuerpo de un repartidor de butano. Era una mala bestia y además un macarra y un tirano. Se aprovechaba de su corpulencia y fuerza para meterse con todo cristo en el instituto. Recuerdo que a veces se ponía en la puerta de entrada a la clase y no dejaba pasar a nadie. Otras veces, aprovechando que los alumnos estaban en el estrecho pasillo que habían entre las aulas, corría con los brazos abiertos simulando ser un avión, repartiendo ostias al que pillaba por medio.

Todo el mundo lo temía, incluso los propios profesores, pues ya había tenido también algún que otro altercado con ellos. Siempre vestía con cazadora macarra de cuero negro repleta de chapitas heavis.

Un día y durante un descanso , le dio por darle guantazos al tonto de la clase acorralándolo en un rincón. Cuando algo de esto ocurría, lo normal es que el rebaño se fuera huyendo de la clase para evitar cualquier problema, dejando a la víctima abandonada a su suerte.

Yo soy un tipo tranquilo y siempre trato de evitar líos tanto propios como ajenos. En ese momento tenía 16 años y era muy delgado, alto y fibroso (siempre he sido muy deportista y también he practicado varias artes marciales durante mi niñez y juventud), pero en aquella época y en pleno desarrollo, mi cuerpo no era ni la mitad que el de aquel animal de bellota. No se que me cortocircuitó el cerebro cuando vi esa enésima demostración de abuso sobre el débil, que no se me ocurrió otra cosa que coger una silla y darle con todas mis fuerzas y partirsela en la espalda al gorila.

Se hizo un silencio sepulcral entre los que estaban en clase y Moriano, que así se apellidaba el malo se cayó al suelo del sillazo que le metí. El tonto de la clase aprovechó para escaparse por patas, pero yo me quedé paralizado, con media silla rota en la mano y sin saber muy bien que hacer tras aquella locura.

Moriano se levantó y se vino a por mi (el gorila contra el alfeñique), y me metió un puñetazo que me lanzó dos metros para atrás y me hizo caer contra las mesas de la primera fila. Como yo aún tenía parte de la silla en mi mano, me levanté como un loco y le golpeé repetidamente por donde pillaba, uno de los golpes se lo di en la cara porque le partí una ceja y le hizo sangrar abundantemente. Moriano recibió algunos golpes, pero me enganchó como un oso y me tiró al suelo quedando encima mía. En esa posición me llovieron ostias de todos los colores y sabores, y por mas que trataba de protegerme la cabeza me puso fino. Se tiró un buen rato golpeandome hasta que empecé a sangrar por la nariz como un cerdo, momento en que se paró y me preguntó:

-¿Quieres mas? y como era dos veces mas grande que yo se levantó con la condescendencia propia del abusón tras haber apalizado a su víctima, para demostrar su poderío dándome la oportunidad de levantarme y empezar otra vez de cero sabiendo de su superioridad física.

Yo notaba la sangre brotando abundantemente de mi nariz, pero tenía la adrenalina a mil y no me dolía nada, asique me levanté, pero en lugar de encararme con el de nuevo me giré para atrás y volví a coger otra silla con la intención de volver a estamparsela donde pudiera y que Dios repartiera suerte.

Y gracias a Dios que justo en ese momento entraron en la clase varios profesores a grito pelado y no me dio tiempo a hacer nada, porque seguro que si le estampo de nuevo otra silla y no le mato, el muerto hubiera sido yo.

Visita al director y expulsión de ambos. A mi solo me expulsaron un día porque aparte de ser uno de los que mejores notas sacaba, siempre me había comportado de manera ejemplar, y supongo que también valorarían que lo que hice fue por evitar un abuso, eso si, me tocó pagar la silla rota.

Lo curioso es que nunca volví a tener ningún tipo de movida con Moriano ni con nadie en el instituto ya que la movida fue sonada y tras aquello supongo que la gente pensaría de mi que estoy un poco loco, pues esa actitud puntual de un comportamiento tan violento, no cuadraba para nada con mi habitual tranquilidad. Cierto es que yo, a partir del incidente, siempre evitaba cruzarme con Moriano por no tener mas lio, pero creo que el también hacía lo mismo conmigo.

Casualidades de la vida que al cabo de algunos años me lo volví a encontrar estando él trabajando de portero en una discoteca (un final cantado para un personaje como ese), y le saludé entre cortado y precavido por si aún guardase algo contra mi (de nuestro encuentro ambos nos quedamos con una cicatriz en la cara cada uno como recuerdo), pero curiosamente, cuando me reconoció bromeó sobre lo alocado que es uno de joven, e incluso me invitó a una copa en el garito.

Es un gesto que te honra mucho, pero demuestra que el tontito es mas apto para la supervivencia que tú, fijate como se fue por patas. Respecto a esto tengo una anecdota.

Recuerdo estar escalada, me dio por ahí, en el Puente del Alamillo, por ahí había unos bancos donde reposaban acaramelados una parejita. Era la época de los canis y las motillos, pues llegaron una panda de estos y empezaron a dar vueltas alrededor de los tortolitos, le quitaron el jersey al muchacho, que llevaba colgado en los hombros, se burlaban de ellos mientras pegaban acelerones con las motillos como buenos malotes que eran.

En estas que salí yo en su defensa recriminándole a los canis su comportamiento, de pronto miro hacia al banco, y la pareja ya no estaba, miro a mi izquierda y los veo corriendo a unos 30 metros ya. Así que me quede solo y con el susto en el cuerpo, no tuve otra alternativa que salir corriendo, hasta que uno de los motorizados me alcanzó dándome una patada en la espalda que me derribó, allí me trincaron, y con el jersey del chavea me ataron lo pies, mientras yo gritaba, no por favor, socorro!!! no recuerdo haber gritado tanto nunca, la idea era arrastrarme con una motillo, fueron al menos 15 metros de autentica tortura hasta que se rompió el jersey por la manga. Pude salir corriendo y meterme en una zona donde no podían acceder las motos, pero antes me llevé un collejón de recuerdo.

Es la manera de aprender que uno no debe meterse en este tipo de cosas, no te lo van a agradecer, todo lo contrario.

Y otras veces que hagas lo que hagas te van a joder, y nunca mejor dicho, la única alternativa es no meterse en determinados sitios, como la vez que unos moros nos sodomizaron a una amiga mía y a mí, si hay interés lo cuento.
 
Última edición:
El Sr. Antipas era un capo en el ambiente,
derrochaba adrenalina,
se presentaba en Corrientes,
tenía palco en el Colón,
manejaba un convertible,
no escatimaba propinas,
las quimeras imposibles
de otros eran su rutina,
no había nacido la mina
que le dijera que no...

Una mañana de un día cualquiera esperando que el semáforo se pusiera en verde, se pararon a la par dos macarras mazados en un Golf GTI rojo. Miraron al Sr. Antipas y trataron de provocarle dando acelerones, a lo que respondió con una sonrisa de indiferencia y superioridad desde su atalaya de Stuttgart.

El que estaba de copiloto respondió con un:
-te rieh?
:terieh?::pesho:

-bájate si tienes cojones, a que te quemamos en coche flipao? y blao blao.

El Sr. Antipas que no ha permitido nunca dejarse avasallar en infectas ciénagas realmente conflictivas, menos lo iba a hacer ante unos pimpines en el municipio con la renta per cápita más alta de España. Y en ese momento echando mano al tirador de la puerta se puso el semáforo en verde, así que recordando aquella escena del gran Clint en Gran Torino de:
"Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado? Ese soy yo", les invitó a que le siguieran
Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Les guió con el Golf pegado al culo en actitud intimidatoria hacia el parking de un centro comercial que a esa hora estaba vacío. No llegó ni a detenerse cuando el Golf se le cruzó delante cerrando el paso y salieron los dos como resortes.

El Sr. Antipas se bajó empuñando un recuerdo de Austria que llevaba y poniéndoselo en la boca a uno de ellos. Los toros ya no eran tan bravos, se amansaron cobardeando en tablas. Le pidió que se arrodillase, le temblaba la mandíbula, el otro más pálido que una geisha sólo acertaba a balbucear algo así como "tío, tranqui, lo siento tío, déjanos ir te lo suplico tío, tranqui". Al que estaba arrodillado le pidió que cerrase los ojos y midiendo los tiempos le contó lo de Clint, hasta que el macarra se meó encima para deleite e hilaridad del Sr. Antipas que contemplaba como dos tipos que se creen tan rudos con sus tatoos, sus batidos protéicos y su actitud de Terminator, se arrugaban y achicaban como infantes meones.

Una vez consumada la humillación, el Sr. Antipas descojonándose de ellos les ordenó perderse con la recomendación de que procurasen no volverse a cruzar.

También me contó el Sr. Antipas algún encontronazo con inverso resultado, pero aquí quedaba mejor algo así.
 
El Sr. Antipas era un capo en el ambiente,
derrochaba adrenalina,
se presentaba en Corrientes,
tenía palco en el Colón,
manejaba un convertible,
no escatimaba propinas,
las quimeras imposibles
de otros eran su rutina,
no había nacido la mina
que le dijera que no...

Una mañana de un día cualquiera esperando que el semáforo se pusiera en verde, se pararon a la par dos macarras mazados en un Golf GTI rojo. Miraron al Sr. Antipas y trataron de provocarle dando acelerones, a lo que respondió con una sonrisa de indiferencia y superioridad desde su atalaya de Stuttgart.

El que estaba de copiloto respondió con un:
-te rieh?
:terieh?::pesho:

-bájate si tienes cojones, a que te quemamos en coche flipao? y blao blao.

El Sr. Antipas que no ha permitido nunca dejarse avasallar en infectas ciénagas realmente conflictivas, menos lo iba a hacer ante unos pimpines en el municipio con la renta per cápita más alta de España. Y en ese momento echando mano al tirador de la puerta se puso el semáforo en verde, así que recordando aquella escena del gran Clint en Gran Torino de:
"Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado? Ese soy yo", les invitó a que le siguieran
Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Les guió con el Golf pegado al culo en actitud intimidatoria hacia el parking de un centro comercial que a esa hora estaba vacío. No llegó ni a detenerse cuando el Golf se le cruzó delante cerrando el paso y salieron los dos como resortes.

El Sr. Antipas se bajó empuñando un recuerdo de Austria que llevaba y poniéndoselo en la boca a uno de ellos. Los toros ya no eran tan bravos, se amansaron cobardeando en tablas. Le pidió que se arrodillase, le temblaba la mandíbula, el otro más pálido que una geisha sólo acertaba a balbucear algo así como "tío, tranqui, lo siento tío, déjanos ir te lo suplico tío, tranqui". Al que estaba arrodillado le pidió que cerrase los ojos y midiendo los tiempos le contó lo de Clint, hasta que el macarra se meó encima para deleite e hilaridad del Sr. Antipas que contemplaba como dos tipos que se creen tan rudos con sus tatoos, sus batidos protéicos y su actitud de Terminator, se arrugaban y achicaban como infantes meones.

Una vez consumada la humillación, el Sr. Antipas descojonándose de ellos les ordenó perderse con la recomendación de que procurasen no volverse a cruzar.

También me contó el Sr. Antipas algún encontronazo con inverso resultado, pero aquí quedaba mejor algo así.


No se quien es mas pamplinas y fantasma el Sr Cantinflas o tú.
 
En el instituto había un gorila repetidor, que con 18 años tenía ya el cuerpo de un repartidor de butano. Era una mala bestia y además un macarra y un tirano. Se aprovechaba de su corpulencia y fuerza para meterse con todo cristo en el instituto. Recuerdo que a veces se ponía en la puerta de entrada a la clase y no dejaba pasar a nadie. Otras veces, aprovechando que los alumnos estaban en el estrecho pasillo que habían entre las aulas, corría con los brazos abiertos simulando ser un avión, repartiendo ostias al que pillaba por medio.

Todo el mundo lo temía, incluso los propios profesores, pues ya había tenido también algún que otro altercado con ellos. Siempre vestía con cazadora macarra de cuero negro repleta de chapitas heavis.

Un día y durante un descanso , le dio por darle guantazos al tonto de la clase acorralándolo en un rincón. Cuando algo de esto ocurría, lo normal es que el rebaño se fuera huyendo de la clase para evitar cualquier problema, dejando a la víctima abandonada a su suerte.

Yo soy un tipo tranquilo y siempre trato de evitar líos tanto propios como ajenos. En ese momento tenía 16 años y era muy delgado, alto y fibroso (siempre he sido muy deportista y también he practicado varias artes marciales durante mi niñez y juventud), pero en aquella época y en pleno desarrollo, mi cuerpo no era ni la mitad que el de aquel animal de bellota. No se que me cortocircuitó el cerebro cuando vi esa enésima demostración de abuso sobre el débil, que no se me ocurrió otra cosa que coger una silla y darle con todas mis fuerzas y partirsela en la espalda al gorila.

Se hizo un silencio sepulcral entre los que estaban en clase y Moriano, que así se apellidaba el malo se cayó al suelo del sillazo que le metí. El tonto de la clase aprovechó para escaparse por patas, pero yo me quedé paralizado, con media silla rota en la mano y sin saber muy bien que hacer tras aquella locura.

Moriano se levantó y se vino a por mi (el gorila contra el alfeñique), y me metió un puñetazo que me lanzó dos metros para atrás y me hizo caer contra las mesas de la primera fila. Como yo aún tenía parte de la silla en mi mano, me levanté como un loco y le golpeé repetidamente por donde pillaba, uno de los golpes se lo di en la cara porque le partí una ceja y le hizo sangrar abundantemente. Moriano recibió algunos golpes, pero me enganchó como un oso y me tiró al suelo quedando encima mía. En esa posición me llovieron ostias de todos los colores y sabores, y por mas que trataba de protegerme la cabeza me puso fino. Se tiró un buen rato golpeandome hasta que empecé a sangrar por la nariz como un cerdo, momento en que se paró y me preguntó:

-¿Quieres mas? y como era dos veces mas grande que yo se levantó con la condescendencia propia del abusón tras haber apalizado a su víctima, para demostrar su poderío dándome la oportunidad de levantarme y empezar otra vez de cero sabiendo de su superioridad física.

Yo notaba la sangre brotando abundantemente de mi nariz, pero tenía la adrenalina a mil y no me dolía nada, asique me levanté, pero en lugar de encararme con el de nuevo me giré para atrás y volví a coger otra silla con la intención de volver a estamparsela donde pudiera y que Dios repartiera suerte.

Y gracias a Dios que justo en ese momento entraron en la clase varios profesores a grito pelado y no me dio tiempo a hacer nada, porque seguro que si le estampo de nuevo otra silla y no le mato, el muerto hubiera sido yo.

Visita al director y expulsión de ambos. A mi solo me expulsaron un día porque aparte de ser uno de los que mejores notas sacaba, siempre me había comportado de manera ejemplar, y supongo que también valorarían que lo que hice fue por evitar un abuso, eso si, me tocó pagar la silla rota.

Lo curioso es que nunca volví a tener ningún tipo de movida con Moriano ni con nadie en el instituto ya que la movida fue sonada y tras aquello supongo que la gente pensaría de mi que estoy un poco loco, pues esa actitud puntual de un comportamiento tan violento, no cuadraba para nada con mi habitual tranquilidad. Cierto es que yo, a partir del incidente, siempre evitaba cruzarme con Moriano por no tener mas lio, pero creo que el también hacía lo mismo conmigo.

Casualidades de la vida que al cabo de algunos años me lo volví a encontrar estando él trabajando de portero en una discoteca (un final cantado para un personaje como ese), y le saludé entre cortado y precavido por si aún guardase algo contra mi (de nuestro encuentro ambos nos quedamos con una cicatriz en la cara cada uno como recuerdo), pero curiosamente, cuando me reconoció bromeó sobre lo alocado que es uno de joven, e incluso me invitó a una copa en el garito.

Ese tipo era un mierda por muy grande que fuera y tú demasiado educado (o demasiado bueno) por saludarle.
 
Última edición:
Atrás
Arriba Pie