Ya que nadie me lee, continuaré con la siguiente crítica
La que nos ocupa es otro claro ejemplo de fusión de serie de éxito con serie caspa. La de éxito es Médico de Familia (porque, fuera como fuere, lo tuvo), con esa casa idéntica hasta la última silla, ese matrimonio viudo-cuarentonacañón empeñados en hacer de su hogar una ONG donde meter a más y más gente que haga compañía a sus oligofrénicos vástagos, y con El Poli, ahora "Fiti". Por otra parte, las series caspa son cada una en las que han aparecido tan eximios intérpretes como Resines, Bonilla o Belén Rueda, todos repitiendo siempre el mismo personaje.
PERSONAJES. Hay tres grupos diferenciados. El de los hombres: cazurros, de una estupidez tan dilatada que no cabe ni aun en el contexto de la comedia más absurda. El de las jacas: están para enseñar carne, recurso tan explotado que cada cierto tiempo es necesario introducir en escena nuevos ejemplares o incluso tomar el elenco infantil y abocarlo al golferío antes de haber pasado la ITV en la vida real. Por último, el tercer grupo recoge a Fran Perea y al jamón a medio cortar que siempre figura en la taberna de la familia, provenientes ambos dos de la misma escuela interpretativa.
EPISODIOS. Esta serie se caracteriza por constar de un único episodio. Se emite como si se tratara de varios, pero en realidad todo se rodó en un solo día para escatimar gastos de producción y poder hacer frente a los implantes para Belén Rueda garantizados en contrato. El episodio comienza con Bonilla y Resines dando vueltas a un problema demasiado ñoño para su papel de metro-rurales, pero ahí está el amigo Fiti para darles unos consejillos que les ayuden a hundirse más en el barro. Las mujeres acaban enterándose y montan en cólera. Por mucho que les pongan de patanes para arriba será la divina providencia, y no ellas, la que acabe resolviendo todos los problemas de un plumazo en la penúltima escena. Mientras, Fran Perea, ajeno al mundo y con cara de defecación, rasga unas notas en su guitarra y se arranca con una cancioncilla que lleva por título el nombre de Eva, quien escucha, en bragas, desde el otro lado de la pared de la habitación.
CONCLUSIÓN. La serie prometía bastante para el que le gustara ver a Jesús Bonilla jurando en hebreo como ya hizo en la aclamada en Cannes "El Oro de Moscú", pero poco a poco fue degenerando en una mera sucesión de spots publicitarios encadenados por los gestos epilépticos de Antonio Resines, que lleva años hablando por los codos, desquitándose del papel de mudo en "Los ladrones van a la Oficina", pero manteniendo la misma mímica.