Este finde le dije que quería teta como un bebe lactante. Que no quería nada más. Solo comer berza. Llegué el sábado a su casa, a la hora de la siesta. Le pedí que no se maquease mucho, que no quería a la vieja puton, quería un par de pechos acogedores y cálidos. Ella me esperaba en camisón, sin bragas, recién duchado, con el pelo aún mojado y su cara limpia dd maquillaje. Cuando se le nota tanto la edad, me pone aún más. Al llegar, me esperaba ya dispuesta, y recostada en la cama, se sacó una teta por la del camisón. Me acurruqué en su costado y me enganché al pezón. Se puso un rato la tele, un dramón turco, mientras yo me entretenía a lo mío. Se quedó frita mientras yo recorría con su lengua la curva de sus berzas y volvía una y otra vez a su pezón. La señora se clavó una buena siesta. Yo discretamente procuraba desgastarle los cántaros a lametadas. Finalmente despertó, y empezó a magrearse la pepitilla mientras me veía seguir a mis asuntos. Seguimos así un rato. Ella me acariciaba el pelo, y yo le babeaba el canalillo. Me monte encima de ella, agarrándole los pechos y estirandolos hacia mi boca, hacia arriba. Cuanto pesan... Mi cipote rozaba con su chocho, y ella se empujaba contra mi violentamente. Sus labios vaginales abrazaban mi tranca. Parecía un hot dog.
Se corrió suavecito, pero mojó bastante. Salió chorrillo transparente en suaves oleadas, mojándome el pito, la entrepierna, y dejandome mojados los cojones, que rebotaban en su culo. Pero no la penetré.
Ella, con violencia se me quitó de encima. Yo me agarraba a su teta izquierda como un salvavidas. Pretaba la ubre de mi vaca como si fuese a salir leche en cualquier momento. Se me puso encima y comenzó a asfixiarme con las dos cabezas que tiene por pechos. Sabe leer lo que quiero, y me lo dio. Me las metió en la boca hasta que mi mandíbula no asumía más carne. Me estrujó la cabeza con ellas hasta que mis ojos se salían de las órbitas. Obstruyó todas mis vías respiratorias con sus grasientas mamas. Me empezó a faltar el oxígeno. Intenté luchar contra ella. Es fuerte y es grande, no es fácil moverla si opone resistencia. No me dejaba liberarme. Yo tampoco estaba seguro de querer.
Cuando empezaba a marearme, me liberaba y me dejaba respirar unos segundos. Después volvía a introducirme la cabeza bajo el peso de sus melones. Cada vez me costaba más mantenerme consciente. Notaba los músculos entumecidos, dormidos. Y sentía sueño y mareo. Era extremadamente agobiante, pero a la vez, una de las situaciones más placenteras de mi vida. Notaba el cipote durísimo, creciendo más allá de sus posibilidades físicas buscando un agujero en el que meterse. Pero ella me rehuía. En una de estas acometidas de sus tetas, recuerdo que pensé: "quiero morir, quiero morir así y ahora, quiero que sus tetas me maten". Y automáticamente, sin roce físico alguno, mi cimbrel disparo un buen chorro con violencia, que impactó en las lumbares y las nalgas de la vieja, chorreando luego hasta su ojete. Dandose por satisfecha, se bajó de mi y se recostó a mi lado. Yo, con violencia, me aferre a sus berzas y lamí poco a poco, recuperando el aliento y la sensibilidad en mi cuerpo hiperventilado. Ella me hablaba de cosas en tono jocoso, pero no recuerdo que decia. La tontería de morir asfixiado por sus pechotes me empezaba a parecer una gilipollez, y temía haber sufrido daño cerebral por falta de oxígeno, porque me sentía lento y lelo, como ausente. Además el cipote seguía medio muerto, y eso no es ni medio normal en mi.
Mientras yo iba a mear, ella fue a por algo de cenar y pasamos al salón. Al ir al sofá, la encontré ya preparada. La cena era ella. Se había untado filadelfia por las tetas y se estaba echando lonchas de salmón ahumado. Me encanta comer en ella. Ella cenó tostadas, pero yo me cené sus tetas con cosas. La dejé limpia y reluciente. La cena me sentó bien, me sentía otra vez con fuerzas.
Le enrosqué las peras con el cable de un ratón de pc que había por ahí, elevandolas y pretendo fuerte. Quería "condenarlas" en un espacio reducido, concentrar toda ess masa en un espacio menor y abarcable. Generar un agujero negro de tetas.
Se empezaron a poner moradas, y entonces las liberé. Se desparramaron de una forma tan excesiva...
Estaban sensibles, y yo jugaba con ellas. Comencé a lamer rítmicamente, rápida y belicosamente. Sus gemidos empezaron a acompasarse a mi. En cualquier otra ocasión, le habría tocado el chumino o el ojete, pero yo solo quería teta. Y fue ella la que se encargó de satisfacerse. Se me corrió encima al roce con mi pierna.
Luego me dormí, no se muy bien cómo. Desperté, y ella veía la tele, pero me había puesto el pecho derecho en la boca durante todo ese rato. Me dormí otra vez, confiando en su cuidado. Desperté de nuevo al amanecer, ella estaba de costado y yo estaba recostado sobre una de sus tetas, como si fuera una almohada. La otra me colgaba al lado de la cara.
El domingo por la mañana fue una sucesión de siestas matutinas e intentos de levantarnos, pero culminaban todo el rato en nuevos periodos de lactancia. Salía de su casa a las 2 y pico del medio día, porque había planes que me reclamaban, pero la idea de morir bajo esos kilos de grasa volvía a resultarme apetecible.
Por la tarde me dijo que había tenido que ir a comprar una crema para lactantes porque llevaba los pezones irritadisimos. Yo también llevaba las comisuras de los labios y la lengua completamente destruidos. Quiero más.