DickDiver
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Una vez al año tenía que participar ayudando a sujetar y arrastrar al pobre bicho, por fortuna acompañado de gente experta en esas lides. Y, sobre todo cuando era un tierno infante desvalido, lo único que quería era que dejase de cocear y morder cuanto antes.
Esa misma experiencia he tenido, aderezada con la castración de cientos de cerdos, e igualmente lo que deseaba es que dejasen de cocear y morder cuanto antes. No es una experiencia agradable para nadie, salvo psicopatía mediante, y no se realiza con esa crueldad reprobable que aducen muchos desde su inmaculado púlpito.
Un día, después de muchos años de la última matanza, tuve un flash-back al tropezar por casualidad con un video de un matadero. Y volvieron de golpe muchos recuerdos. Y me di cuenta de algo aterrador: que recordaba individualmente a todos y cada uno de los animales a los que tuve que ayudar a matar, desde los 5 años hasta los 21.
A mí, en cambio, de esos animales a los que ayudé a sacrificar sólo me quedan recuerdos de dos, y ninguno fue un cerdo. Sí recuerdo muy bien los dos terneros que se murieron por no considerar la utilización de antibiótico a tiempo al pasar por alto ciertos síntomas del carbunco que padecían.
Hay verdades incontrovertibles: que los cerdos, tras los primates y los cetáceos, son los animales más inteligentes, capaces de percatarse de su destino y del trato cruel que reciben. Que el efecto invernadero de los gases de las explotaciones ganaderas es cualquier cosa menos sostenible. Que el consumo de carne por encima de 200 gramos semanales es tan incontrovertiblemente cancerígeno como el hábito tabáquico, y que quizás la venganza de Moctezuma de los animales que sacrificamos sean los tumores y metástasis que se nos llevan por delante. Que no vivimos en una sociedad en desarrollo que nos obligue a matar para no pasar hambre. Que producir la primera hamburguesa de laboratorio por biopsia del músculo de una vaca costó cientos de miles de euros, pero que ya puede hacerse por menos de 10...
Tan incontrovertible como que sin consumo de carne no seríamos como somos ni biológicamente, ni culturalmente.
Tan incontrovertible que, por mucho que considere excesivo su consumo en nuestra sociedad, la carne es necesaria para mantener nuestra salud. Así que las matanzas podrían reducirse, no lo dudo, pero no eliminarse.
Tan incontrovertible como que a día de hoy no es posible comprar esa hamburguesa sintética en un supermercado, al precio que sea, porque su producción no es, desgraciadamente, escalable hoy en día. Si a finales de la próxima década puede lograrse, no dudes que la ganadería tal y como la conocemos desaparecerá porque no será necesaria, que no existe por vicio y maldad.
Como dijo alguien, algún día en el futuro veremos los mataderos como Auchwitz cambiando la especie.
No sé quién dijo tamaña estupidez, pero de historia sabía tanto como de ética.
Puedes sorprenderte por la confesión de Curro, pero te aseguro que es la misma que te hará la inmensa mayoría de la gente que ha tenido que hacerlo.
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