Mi primer amor verdadero

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Mi primer amor....

Creo que fue a los 5 años... Era una compañera de ikastola. Ha sido la unica mujer por la que he luchado... Y gane yo....(todo sea dicho, no fue la única por la que mi rival y yo competimos, pero si la unica que yo le gané) Recurdo que no era muy guapa... entonces, porque la vi hace un par de años, y que preciosidad de mujer. Y encima pelirroja...
 
Aviso: post un poco largo, sino te gusta leer baja hasta el final.

Ocurrió en la primera etapa de mi adolescencia. Había cumplido 13 años esa primavera, mi cuerpo empezaba a estirarse y la voz a volverse grave (tanto que una vez en un partido de fútbol al gritar asusté a mis compañeros); mi cabeza estaba llena de páginas de libros donde la filosofía saltaba de letra en letra.
Por aquel entonces había iniciado una etapa como boy-scout (escolta en versión catalana), asistía a las reuniones de grupo y en mi primera salida-excursión a la montaña me distinguí haciendo rappels (bajadas con cuerda) en las paredes rocosas de una cantera. Era agradable saberse el centro de las miradas femeninas y mi constante arrojo tenía doble premio: me lo pasaba en grande con los intentos de imitación de valentía del resto de compañeros "escoltas" y por otro lado la íntima satisfacción del riesgo que inundaba mi circulación sanguínea de adrenalina.
Al anochecer volví a distinguirme cuando a media noche y tras contar historias de miedo frente a las tapias, entré en el antiguo cementerio del pueblo y desaparecí 10 minutos de la visión de los atrevidos que me habían acompañado hasta la verja.
En la madrugada, tras retirarnos a las tiendas de campaña para dormir, me sentía pletórico. Salí al bosque y ascendí por una roca desde la cual se contemplaba gran parte del valle en que nos encontrabamos. Cuando llevaba un corto tiempo respirando el fresco aire otoñal una voz en la base del pedrusco me regresó a la realidad, la más atractiva de las chicas y líder del grupo me pedía que la ayudara a subir a mi improvisada atalaya.
Pasamos toda la madrugada explicándonos historias con naturalidad, proyectando nuestros encantos sin malicia, pasando frío sin querer ceder a él ni descender a la tienda. Cuando amanecía ella quedó dormida sobre mí y mi cabeza apoyada en sus guantes de piel como almohada.
El sol no fué quien nos despertó, fueron los gritos de los compañeros al echarnos en falta y no poder encontrarnos. Hubo un cruce de miradas intensísimo instantes antes de empezar a descender a la realidad.
De nuevo habia sesión de descensos por aquellas paredes apenas conocidas pero que se convertirían con el tiempo en un lugar frecuentado por mi mente y mi cuerpo. Otra vez volví a revelarme como experto escalador y tan pronto subía como en dos saltos franqueaba metros y más metros de bajada. Con gran pena se acercó la tarde y finalizó el fin de semana iniciático en la montaña.
Durante la semana recibí dos cartas de mi pareja en la roca, ella iba a una escuela distinta de la mía y a través de una compañera de clase me decía cuán impresionada estaba, sus ganas de reencontrarse conmigo el sábado siguiente y sus ansias por formularme una pregunta. Ignorante de mí no sabía que quería pedirme.
Llegó el sábado y tras la reunión semanal en que estaba sofocado por los comentarios de mis colegas de excursión y las miradas de aquella rubia cuasi angelical, ella me tomó del brazo y me dirigió a la habitación del material. Una vez dentro y con su rostro apenas a 5 centímetros del mío me espetó con deseo apenas contenido: "¿Quieres salir conmigo?".
¿Qué sabía yo que era eso? Torrentes de sangre anegaron mi vista, mis sienes me golpeteaban y mis labios inconscientes pronunciaron un si apenas perceptible. Ella lo oyó pues mi siguiente recuerdo fue estar siendo besado y abrazado con fuerza y maña.
Nos veíamos todos los días aunque fuera un momento antes de entrar a clase. Ella me enseño a besar y yo a ser arriesgada. Fue buena maestra, yo no tanto.
Algunos meses despues me dejó tan subitamente como me había querido, la típica historia de chica rica y chico pobre. Cuando pasaba por delante de su calle camino del colegio miraba, si alguna silueta me hacia creer que ella se acercaba mi cuerpo se elevaba del suelo, no podia correr y deseaba locamente huir hacia arriba; mis pies no me respondían y tardaba una eternidad en cruzar dos travesías sin volver la vista atrás: podía estar ella mirándome y me hubiera fundido.
La vida golpea para que aprendas...
 
Me ha encantado leerles. Algún dia escribiré algo sobre sus historias de amor.
 
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