La mía no tiene folleteo pero si morbo tóxico. Hace ¿veinte años? quizá menos. Tal vez 16 años. Estaba en un garito de la noche madrileña llamado Sirocco, conocido por su música en directo, antes más rock, ahora más indie. Acabé metido (el verbo es importante) en un cuarto de baño con un cantante famoso haciendo cosas que, aunque no sexuales, no voy a entrar a detallar porque si que son ilegales. Este cantante, ídolo del pop-rock para niñas y que tiene un ojo de cristal, en esta época tenía un grupo con otro sujeto (que pasó minutos después al baño pero sin mi compañía) y marcaron a una generación con canciones tonti-pop. En aquella época estaban despuntando, luego el tipo se consagró de la hostia, dejó de lado a su compañero de batallas (el cuál acabó con aspecto más malogrado pero con mejores composiciones) y terminó produciendo discos de dinosaurios con bombín y voz afónica. Bueno, por si no tenéis el cuerpo para muchos acertijos a estas horas, simplemente mi anécdota es que me puse una loncha de joven con Leiva, que aunque también era joven tenía menos pelo que ahora. También menos dinero, porque él no era quien pagaba.