Soy un ser de luz, sólo contemplo las invasiones de turistas nórdicas paseando sus bronceadas turgencias mamarias por las costas mediterráneas. Sin embargo os puedo hablar del dolor de culo, del ojete herido y resquebrajado, del ano doliente, del recto lacerado al paso de las heces. Sufrí como ningún otro dolor en mi vida los terribles desgarros de una fisura anal. No necesito tragarme una cuchilla de afeitar para saber lo se siente al cagarla, no necesito acercar mi culo a las brasas y sentarme sobre ellas, no necesito menstruar para sentir la inquietud de encontrar en el papel sangrientas intimidades.
Mi tendencia a pasarme horas con el culo pegada la taza ensimismado con la prensa rosa o los diarios deportivos terminó por pasarme factura. La rotura no fue causa por un lance sexual con algún hiperdotado sodomita que dejó en mi ano la marca indeleble de su poder. No hubo ningún goce previo a cambio de tanto dolor. Fueron los enormes mojones que mis intestinos producen en grandes cantidades los que fueron haciendo su labor de zapa hasta la que última reistencia de mi esfinter cedió más alla de sus límites. Después, EL DOLOR.
Cada vez que me tocaba cagar, al menos una vez al día, me sentaba desesperado y lloroso, apretando los puños, los dientes y el corazón. Después me quedaba varios minutos sentado, incapaz de moverme, gimiendo al borde del desmayo. Me levantaba tembloroso y me sentaba en el bidé llenó hasta la mitad de agua tibia mezclada con aceites esenciales de romero y aloe vera. No podia limpiarme el culo, era como arrancarme la piel. No he conocido tortura igual. Afortunadamente mi ano recuperó sus antiguas facultadas y hoy soy capaz de excretar chorizos del tamaño de un salmón sin inmutarme.
Por favor, pensad en esto que os contado y que Benito os resumirá, antes de hacer chanza, mofa y escarnio de alguien que esta sufriendo tanto. Gracias.