Fue hace bastantes años, tal vez diez o doce, por avatares de la vida que no vienen al caso, tuve una relación profesional con Maria de Mora.
Volvíamos de Sevilla en el AVE y como era por mí conocida su ocupación, de la que ya habíamos tratado en ocasiones anteriores, me contó alguna nueva incorporación que tenía en cartera. Una Gran Hermana y una ex miss España, la primera con un caché de 1500€, y la segunda de 3000€, creo recordar.
Contaba con un book de más de 40 mozas, de las que al menos 20 de ellas eran bastante conocidas, la tarifa abarcaba una gran horquilla que solía arrancar en 1000€/ noche y podía llegar hasta 10 veces más.
Era conocido por ella el capricho que tenía con una de sus representadas, y me dijo que esta últimamente apenas trabajaba y que tenía intención de dejarlo. Entonces pensé que no me iba a quedar sin catarla, que me consiguiera una cita a precio amigo. Y quitando sus emolumentos acordamos 5000€.
Un par de semanas después, cuadramos agendas y quedamos en restaurante, La Dorada. Llegué un poco tarde por compromisos laborales, así que solté el coche al aparca y entré como un becerro preguntando por una mesa a nombre de un alias. Me acompañaron a una mesa muy discreta y me bombeó a tope el corazón y el manubrio al ver de espaldas a I.R. tomando un Cosmopolitan.
No eran pocas las galloflas que me había hecho a su salud, nos saludamos y pedí un Negroni. Pensé que todo sería muy forzado y artificial pero la verdad es que no tardamos en romper el hielo y derivar a conversaciones banales bastante cómodas.
Reseñar que pasé toda la cena empalmado, probablemente asistido por el tetamen que asomaba por encima del ceñido palabra de honor azul y con el que tanto había fantaseado con meter el rabo entre medias.
Cuando nos ofrecieron una copa después del café, ella hizo el ademán de pedir algo, y yo sin miedo a parecer descortés dije que no, que trajeran la cuenta porque teníamos prisa. Estaba como un puto mandril y no hacía falta copas ni hostias, ya habíamos roto el hielo de sobra.
Así que al hotel, ella tenía la tarjeta de una habitación del Eurobuilding, esta era la operativa que se hacía para evitar indiscreciones de checkin, a saber a nombre de quién estaba registrada la habitación.
Llegamos en 5 min, ella bajó del coche en la puerta y me dijo que me esperaba en la habitación con número que no recuerdo, creo que no esperé ni 2 min, por poco coincido en el ascensor. Llamé a la puerta y allí estaba intentando abrir el champagne, no recuerdo si descorché antes la botella o la bragueta, pero estuvimos follisqueando toda la noche, creo que dormimos algo entre las 7 y las 10, el nivel de cerdería era casi mejor de como me lo imaginaba, un putón de manual que bababa con escupitajo y arcada. En una de las veces que la estaba arreando de cuchara, intenté meterla por el chiquitito y que recibiera por el culo, pero declinó muy taxativamente, así que no volví a insistir.
En ningún momento trató de escaquearse o ser relojera, era ella la que me buscaba al poco de terminar y sin respetar mucho los periodos de refracción, vamos que para ser asalariada no parecía estar disgustada.
Me ofrecí para acercarla a algún sitio, y me dijo si no me importaba llevarla a Montecarmelo y allí nos despedimos con un beso de amor como los que da Cachondo Mental a sus putes. Y poco más, salvo que cuando la veo por la tele no puedo evitar pelármela o al menos empalmarme con el recuerdo. Fue una de las inversiones más afortunadas que he hecho.