cuellopavo
El hombre y la caja
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- 23 Abr 2006
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Aumentan las tasas de absentismo escolar. Los estados democráticos y prósperos empeñados en que todos los jóvenes reciban por lo menos una educación general básica que les prepare mejor y les abra caminos en la vida, y los niños que se niegan, cada vez en mayor número, a ir a clase. Teóricamente la escolarización es obligatoria hasta los 16 años (en el caso de España, al menos), pero en la práctica muchos adolescentes se niegan a asistir a clase. Mientras que muchos de sus padres se lamentan de no haber tenido la posibilidad de estudiar, los hijos desprecian esta posibilidad que, gratuitamente, les ofrece el Estado. Lo que son las cosas.
Ni los padres ni el propio Estado se sienten con la autoridad suficiente como para meter a los cachorros en vereda. Sencillamente no pueden por más que se empeñen. El niño dice que no va y no va al instituto o al liceo, despreciando cualquier amenaza. Y es que ir al instituto la verdad es que resulta un tostón, ya que allí ni siquiera te dejan fumar porros -y ni siquiera tabaco-, ni hacer botellón, ni escuchar música mientras el profesor de matemáticas o de historia se desgañitan tratando de explicar asuntos que a los jóvenes ni les van ni les vienen.
Por todo ello en Francia han tenido la iniciativa de pagar anualmente hasta 10.000 euros a aquellas clases que consigan reducir significativamente el absentismo, en algunos centros donde las faltas de asistencia son especialmente escandalosas. El dinero no irá a parar a los bolsillos de los adolescentes para que se lo gasten en hachís, sino que habrá de servir únicamente para financiar viajes de fin de curso o para que los chicos se saquen el carné de conducir o pongan en práctica cualquier otro proyecto colectivo.
En los centros donde no hay graves problemas de absentismo los viajes de fin de curso se los financiarán como siempre -del bolsillo de papá y mediante las consabidas tómbolas y venta de pins y de camisetas- ya que cumplen con su obligación para qué los vamos a premiar.
En fin, que la iniciativa ha levantado bastante polémica en el país de Astérix, ¿que ocurriría si se propusiese aquí?
Ni los padres ni el propio Estado se sienten con la autoridad suficiente como para meter a los cachorros en vereda. Sencillamente no pueden por más que se empeñen. El niño dice que no va y no va al instituto o al liceo, despreciando cualquier amenaza. Y es que ir al instituto la verdad es que resulta un tostón, ya que allí ni siquiera te dejan fumar porros -y ni siquiera tabaco-, ni hacer botellón, ni escuchar música mientras el profesor de matemáticas o de historia se desgañitan tratando de explicar asuntos que a los jóvenes ni les van ni les vienen.
Por todo ello en Francia han tenido la iniciativa de pagar anualmente hasta 10.000 euros a aquellas clases que consigan reducir significativamente el absentismo, en algunos centros donde las faltas de asistencia son especialmente escandalosas. El dinero no irá a parar a los bolsillos de los adolescentes para que se lo gasten en hachís, sino que habrá de servir únicamente para financiar viajes de fin de curso o para que los chicos se saquen el carné de conducir o pongan en práctica cualquier otro proyecto colectivo.
En los centros donde no hay graves problemas de absentismo los viajes de fin de curso se los financiarán como siempre -del bolsillo de papá y mediante las consabidas tómbolas y venta de pins y de camisetas- ya que cumplen con su obligación para qué los vamos a premiar.
En fin, que la iniciativa ha levantado bastante polémica en el país de Astérix, ¿que ocurriría si se propusiese aquí?