Caballero, no le falta razón en sus palabras, yo suelo ser muy práctico y siendo mujer y joven, sobre todo joven, no tengo problema alguno para perforar sus intimidades, y de hecho, historias que he contado en este mismo foro hace ya un tiempo confirman que soy una persona poco escrupulosa y muy voluntarioso en cuestiones copulatorias. En este caso una moza de pueblo, poco agraciada, pero voluntariosa, puede proporcionar un placer copulatorio bastante satisfactorio, de hecho ya tengo alguna experiencia con alguna jamba de pueblo, y curiosamente muchas son muy guarras y muy putas, pues es sabido que muchas veces a medida que el cociente intelectual desciende aumenta el gusto por el cerderio y esas cosas.
Le voy a contar, brevemente, el caso de una moza, algo más agraciada que la de la anterior historia, que era de Ayerbe (Huesca), estudiante de bellas artes para más señas, que estaba durante todo el año en Barcelona, estudiando, pero en el verano vivía con sus padres en Huesca. La tipa en cuestión por mucho que viviese en Barcelona la mayor parte del año hablaba como si fuese un cabrero, a gritos y siempre con palabras malsonantes, escándalos y risas exageradas, vamos que daba dolor de cabeza, de lo más paleto que pueda imaginarse. A esta tipa la conocí por eDarling, y enseguida me contestó e intercambiamos emails. En la primera conversación ya hubo mención del tema sexual e indirectas subidas de tono, diciéndome ya solapadamente que lo que le gustaba es que se la follasen por el culo y el coño o que le gustaba tragarse la lefa, pero todo adornado con su lenguaje cazurro y tratando de expresarla sutilmente, pero con mal resultado. No era demasiado agraciada, tampoco un orco, pero vamos, que tenía lo que yo buscaba: fundamentalmente que fuese una cerda, que tuviese un buen culo, a poder ser grande pero proporcionado respecto al resto del cuerpo, y que el folleteo tuviese continuidad y no me complicase demasiado la vida. De estas cosas solamente conseguí las dos primeras, porque la última estaba claro que en su paletismo esquizofrénico no lo iba a conseguir.
El primer día que nos encontramos, en su pueblo de origen, me llevó a la casa de su abuela, una tipa de lo más rancio, ya casi octogenaria y con un hedor a rancio en su hogar bastante desagradable. Incluso me ofreció unas galletitas junto a un café, todo asqueroso, que no quise rechazar por no hacerle un feo. Tras esa desagradable experiencia tomamos rumbo a Huesca, y en su casa, en presencia de su madre y hermano, nos fuimos al piso de arriba, puesto que vivía en una casa adosada, donde me la estuve follando alegremente, sin que el resto de sus familiares nos molestasen ni pusieran obstáculo alguno. Cada fin de semana estuve yendo a su casa durante los meses de abril-mayo, pero un fin de semana no pude ir a causa de un problema de salud y la hija de puta, muy caprichosa ella y sometida a cambios de humor continuos, dejó de responderme al móvil, emails y demás y ahí se acabó el asunto.
La moraleja tampoco está muy clara, porque las mujeres, ya sean de paletas de pueblo o urbanitas más refinadas son unas perfectas hijas de puta, cambiantes, en función de sus ciclos hormonales, como bien sabemos e insoportables cuando no te sirven para darle placer a nuestros portentosos y titánicos arietes de unos pocos centímetros en erección.