Pues yo conozco tres personas de Rubí y son majas. Dos chonis y un facha.
Pero majos.
Buena gente en Rubí.
No hay mucho que contar, hijos de Charles Bronson. Como no podía ser de otra manera había de por medio una mujer y la subnormalidad propia de la adolescencia, de la que obviamente, como resulta palmario por mi trayectoria foril impecable, NO me he librado.
Hice bachillerato en un sitio que recibía alumnos que venían básicamente de dos institutos, el mío, en el que tuvieron que emitir una circular pidiendo por favor a los padres que los niños dejaran de robar carteras en el recreo, y otro, donde no era raro que los alumnos se sacaran un sueldecito para caramelos vendiendo chocolate en la salida. Lógicamente aterrizábamos en clases donde había buenos porcentajes de alumnos de cada uno. En la clase de al lado había una chica que venía del otro instituto y que me gustaba mucho (sí, tenía un culo que salía por los dos lados de la silla), así que le pedí gentilmente a uno de mis colegas de mi antiguo instituto que iba a su clase que nos presentara formalmente.
Haciendo gala de mis insuperables dotes de seducción conseguí que me repudiara en pocas semanas, despertaba en ella el desprecio más absoluto. Ese sitio gozaba de unas instalaciones tan privilegiadas para la docencia que no tenía ni siquiera patio, así que hacíamos el descanso de media mañana ahí, en la calle, a lo LOCO. Un día vi a la chica que me gustaba en un corrillo de alumnos, tanto de su antiguo instituto como del mío, y de otros a los que no reconocí. Eran latinos y se divertían llevando a cabo actividades extracurriculares como hacer flexiones a una mano en el suelo, como imagino que hace josexxx2 cuando se aburre, porque estaba claro que estudiantes no eran. Después le pregunté a una chica que venía del otro instituto que iba a mi clase y que era amiga de la chica que me gustaba, y me contó que esos también habían ido con ellas a ese instituto, pero que ahora ya no estudiaban y que como se aburrían iban a verlas. Entonces yo le solté algo así como que "pues menuda diversión intimar con unos chipis, QUÉ LE PUEDEN OFRECER ELLOS QUE NO PUEDA DARLE YO, QUE LA AMARÍA PARA TODA LA VIDA". Obviamente mirada pétrea y me retiró la palabra.
Por lo visto se chivó, porque a partir de entonces los latinos pasaron a mirarme bastante mal. No me importó, porque sólo coincidía con ellos en el descanso en una calle llena de gente, y porque era un puto inconsciente, claro. Un día era el cumpleaños de una alumna y nos invitó a varios a una fiesta de mierda que se celebraba en su garaje de mierda. No tenía muchas ganas de ir pero en un clásico movimiento digno de
@Edelweiss acepté inmediatamente al saber que iría la chica que me gustaba. Era el momento ideal en el que todas las piezas encajarían según un plan genial al que mi mente iba dando forma y que constaba de ingredientes como alcohol barato, hacer MÁS flexiones en el suelo que mis rivales latinos y hacer gala de una seguridad en mí mismo que sólo existía en mi imaginación. Unos cuantos quedamos en la estación de tren para ir desde ahí todos juntos a la casa de la anfitriona, vinieron los de Rubí porque obviamente venían en tren, y para mi sorpresa también estaba ahí la banda de latinos. Por lo visto la chica que me gustaba y otras varias también habían quedado ahí, pero aún no habían llegado. Yo deseé muy fuerte que la tierra me tragara y valoré seriamente la posibilidad de huir con toda la dignidad posible aduciendo una excusa, pero estaba ante gente de Rubí, que no deja pasar así como así los actos de flagrante cobardía, así que aguanté el tipo. Y para fingir una valentía que obviamente no tenía, vacilé a los latinos desde la lejanía pensando que no se atreverían a tocarme en una estación de tren.
Pues vaya si me tocaron, me rodearon en corrillo y me dieron hostias como para aburrir. Diría que hasta que se cansaron pero sería mentira porque no se cansaron en ningún momento, hicieron gala de una resistencia pugilística envidiable, y si no llega a ser por los colegas de Rubí, que se metieron enmedio y me sacaron aún a pesar de que también les cayó alguna, hubiera sido mi perdición. En una nota aparte, uno de los de Rubí fue el que me regaló la mariposa que aún conservo, diciéndome "eske no puedes ir sin protección, loko. Cabeza ante todo"
Y ya está, eso es todo. La hija de puta ni se disculpó por los actos indignos de sus selváticos amigos ni nada. Elvira, no pasa nada, mi corazón te ha perdonado.