Este verano ha tocado Euskadi, volver con las buenas gentes de Asturias que madre mía, que percebes, que ostras, que pulpos, que atún al ajillo, que chuletones... que forma de comer. Volver a disfrutar del puto infierno madrileño en julio y por su puesto, Salamanca. Ay Salamanca, que cosa más bonita, tanto la ciudad como la provincia y la zona donde la dehese empieza a levantarse en sierra. Que lagrimas, que pluma, que morcilla de piñones, que secreto, que puto jamón.
Ojala me toquen unos euromillones para construirme un hotel-restaurante rural y meter en la finca de mi familia cerdos, vacas, burros criar bueyes, algún caballo para que los clientes den paseos, cabras y ovejas para hacer queso, ampliar las viñas que ha ido plantando mi padre durante años y hacer una mini-bodega, volver a meter algunos panales para hacer miel del romero y tomillo silvestre. Ojala macho.