Cuando uno ya ha vivido la época en la que todo ser humano de bien es hechizado por el arte clásico, y ha sentido mil calmas y furibundas pasiones frente al objeto artístico, merced al cual, un sensitivo sujeto quiso decir, insinuar o gritar cualquier meollo de la existencia;
cuando uno hasta pecó hozando en el corral de la marrón modernidad, donde el humo se vende al precio del amor de hoy, muy caro, y ese vapor no es más que el gorgorito de la indecencia de la decadencia;
cuando uno... Etc.
Pues tras haberlo visto todo según lo atestiguan las canas del corazón, blancas de lo añoso y por las tragedias latidas, finalmente descubre que nunca hubo ni habrá más arte que la mujer.
Sin embargo, joder, este vídeo de Roque me ha triturado, y porque, en mi vana presunción de creerme un Tiresias que lo ha visto todo, ha dejado mi caletre en suspenso sin saber cómo medir lo que vi.
Y es una mujer, pero, ¿y es arte? ¿Acaso hace cosas de progres? ¿Está loca? ¿Me he quedado desfasado? ¿Me gusta? ¿Me excita?
Me resultaba imposible descifrar este enigma no queriendo ser hipócrita.
Entonces me he acordado del fondo y de la forma, y que son, 'uno', y también vino a mí este mismo fondo pero con otra forma diferente según obra Dios, delatando el primer caso que, lo chabacano, es como la forma de una ruina habla de ese fondo esencial, divino.
Cómeme el coño, Sócrates.
Y he descansado admirando tanta belleza, el cómo una cultura milenaria expresaba ese fondo mediante una forma sorprendente, milagrosa.
Y he ahí al arte, porque esa mujer de las pieles ha plantado en mí una idea, y buena, por eso es arte, y con la que me ha dicho que debo buscar una gorgona, una sensualísima quimera que baile desnuda para mí un ditirambo cualquiera, que me mire con ojos de los que emanen microondas mortíferas, que me haga horribles muecas endemoniadas para maldecirme, que me devore y me mastique nueve veces en cada uno de los trozos en los que me parta, y que después me cague bajo el árbol del conocimiento de ese nuestro edén.
Pobre Doc, y Dios le castigó poniéndole en manos de una mujer.
En fin, que viva el arte.