El español medio grita y punto. Es verdad que hay niveles establecidos por la región (un andaluz grita mucho más que un catalan), o la situación. En cuanto a esto, siempre que oigo a italianos berreando en el metro para enorgullecerse de su origen, deseo que en la siguiente estación les levante la cartera un moro avispado, por ir dando el cante de turistas. Yo en esto del hablar a gritos como gallinas nunca me he sentido ni sentiré español.
A propósito de evitar coincidir con muchos compatriotas, y del cansancio de las sesiones maratonianas, el otro día me habló una amiga de la maravilla de
los cruceros.
Sí, amigos, podéis tirarme piedros, pero, según me lo puso, un crucero -en este caso por los fiordos-, reúne muchos atractivos para mi: conoces gente de muchos lugares; dispones de libertad para moverte de la biblioteca a la sala de masajes, o te das un chapuzón en una de sus piscinas; te evitas el culo carpeta de hacer miles de kms en un coche; prácticas deporte o asistes a clases de baile; te fumas un cigarro en la cubierta, abstraído por el paisaje; hay excursiones diarias, y cruising internacional en urinarios y camarotes... Otra ventaja es que puedes perder de vista a tus acompañantes de vez en cuando, con lo cual lo de las ganas de matar aumentando se ve en gran medida atenuado.
En definitiva, si alguien ha hecho algún crucero últimamente, se agradecen consejos.