La historia va siguiendo a un informático francés, que trabaja en una especie de multinacional y de sus reflexiones sobre sí mismo, la gente, la sociedad, etc.
Está deprimido, se encuentra vacío, etc. Y va a peor, nos vamos dando cuenta, a través de la gente con la que interactúa, que no tiene nada a lo que asirse para salir del fango existencial:
-La religión: tiene un amiguete cura, que al final terminará hecho mierda igual que él. No puede llenar su vida con la religión.
-El trabajo: todo lo que rodea al protagonista en su trabajo le dice que todo lo que haga es inútil. Con el informático jubilado, que no fue capaz de actualizarse, y que lo mantenían por antigüedad. El programa del ministerio de agricultura, que al encontrarse con el encargado, éste le dice que no lo van a usar. No puede llenar su vida con el trabajo.
-La ciencia. Tiene varios episodios con psicólogos. No parecen poder ayudarle.
-La amistad. a parte de su amigo el cura, en el trabajo, lo más parecido que tiene a un amigo es el que es virgen a los 28. Y es "amigo" suyo, en parte porque él mismo está también muy frustado y el prota no le juzga. Incluso cuando van a cargarse a la pareja con el cuchillo (el prota sería cómplice), algo que aunque sea malvado, indudablemente los uniría. No se atreve. Lo que nos dice es que la amistad tampoco cuenta.
En realidad, todos los personajes de la novela están fatal, al igual que el prota.
El final. Alquila un bici para hacer un recorrido de montaña. Hay partes chungas, se tiene que parar, piensa que no lo va a lograr, etc. Llega a un llano, todo es bonito, un paisaje idílico, luz y calor del sol, pajaritos...
Me interno un poco más en el bosque. Detrás de esta colina, según el mapa, están las fuentes del Ardèche. Ya no me interesa; aun así, sigo. Y ya ni siquiera sé dónde están las fuentes; ahora todo se parece. El paisaje es cada vez más dulce, más amable, más alegre; me duele la piel. Estoy en el ojo del huracán. Siento la piel como una frontera, y el mundo exterior como un aplastamiento. La sensación de separación es total; desde ahora estoy prisionero en mí mismo. No habrá fusión sublime; he fallado el blanco de la vida. Son las dos de la tarde.
Y acaba mal. Esto me gusta (mi punto 4). Nada de finales felices, ni ambiguos. No hay esperanza al final del camino. El último capítulo es una metáfora de la vida, ahí estás tú jodido, pedaleando solo. El terreno (la vida), la mayoría de las veces, te hace el continuar prácticamente imposible, cuando pareces que vas a llegar al final, realmente te la suda el objetivo (vital) que te habías marcado. En el momento final (la muerte), de la epifanía, comunión con el mundo, reconciliación con lo humano, blao, no existe, te jodes, has fallado. Esto es lo que quiere decir el amigo Julevek. Novela existencialista con mensaje tope negativo. Estamos condenados a ser unos infelices y estar solos.