Libros ¿Qué estáis leyendo, amigos?

Undertaker rebuznó:
Pero ¿hilo de fragmentos en general o de García Márquez en particular?
Ábrelo tú, Uxa, que te veo con ganas y yo ya he abierto muchos en mi larga trayectoria foril.

Si alguien tiene ganas de currarse un hilo sobre García Márquez que lo haga. Pero abrir un hilo de fragmentos en general -como el ya existente pero cerrado- es más sencillo y quizá más gratificante.
 
ruben_clv rebuznó:
Si alguien tiene ganas de currarse un hilo sobre García Márquez que lo haga. Pero abrir un hilo de fragmentos en general -como el ya existente pero cerrado- es más sencillo y quizá más gratificante.
Entonces abro el de Gabo.
No me gustan las cosas gratificantes porque el apego a la vida me pone de mala hostia.
Una especie de budismo rabioso o algo.
 
En época de crisis los clásicos son una apuesta segura:

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Sigo con el Salón, en cualquier caso:

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He terminado un volument de cuentos de E.T.A. Hoffmann, el más destacable ha sido El hombre de arena

En general aunque algo su ritmo es algo lento me ha gustado sus atmósferas represivas y oscuras, su ambiente inquietante su temática (sonambulismo, pesadillas, magnetismo...) Me ha gustado.


Ahora voy a empezar a leer Willard y sus trofeos de bolos de Richard Brautigan, ya leí en su día El monstruo de Hawkline (un western gótico) del mismo autor y me gustó bastante
 
Yo me voy a leer "La Hechicera" de Michael Scott, es pseudoliteratura infantil, pero me gustaron bastante los dos primeros. Curiosa la forma de hilar casi todos los mitos/héroes de la historia en los libros.

Y ayer me pillé el de la mafia se sienta a la mesa, a ver que tal.
 
Yo me he puesto con Rayuela, como dije.

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Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estancado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al vesre. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.

Lo de "vesre" es "revés".
En Argentina, coloquialmente y en lengua hablada, es típico alterar el orden de las sílabas en las palabras. Sabe Dios por qué.
 
Undertaker rebuznó:
Lo de "vesre" es "revés".
En Argentina, coloquialmente y en lengua hablada, es típico alterar el orden de las sílabas en las palabras. Sabe Dios por qué.

¿Eso no es lo que se llama "lunfardo"? No se habla en toda la Argentina (faltaba más, con lo enorme que es), sino en la zona del Río de la Plata.

Esta jerga, típica del Río de La Plata, surgió a principios del siglo XX como ‘código’ de comunicación ‘en clave’ entre malvivientes y suele asociarse con el hampa y la cárcel.

Una particularidad del lunfardo es invertir el orden de las sílabas, por ejemplo, “gotan” es “tango” al “vesre”. (Comentario al margen: no dejen de escuchar la música the Gotan Project). Esta inversión de las sílabas también define al verlan del idioma francés, argot que toma su nombre (cuyo reconocimiento oficial data de 1950) de la expresión l’envers.

https://virgulilla.wordpress.com/lunfardo/
 
Sekhmet rebuznó:
¿De qué forma lo estás leyendo? ¿De forma tradicional o saltando y alternando capítulos?
Alternándolos. Pienso que es la forma correcta. O la manera en que el autor quiere que sea leído.

Sybil rebuznó:
¿Eso no es lo que se llama "lunfardo"? No se habla en toda la Argentina (faltaba más, con lo enorme que es), sino en la zona del Río de la Plata.
Ah, pensé que era algo extendido en todo el país.
Tengo una amiga de Buenos Aires que habla a toda velocidad cambiando sílabas y es un espectáculo.
 
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Los Milagros del Vino de Jesús Sánchez Adalid
Es novela histórica y creo que no hace mucho que se ha publicado. Si alguien ha tenido ya el gusto, que me diga, aunque es un regalo y lo voy a leer de todos modos.
 
Ahora mismo estoy releyendo "El coleccionista de huesos", de Jeffery Deaver. Tengo otros más del mismo autor, pero éste fue el primero que compré gracias a la versión cinematográfica homónima.

Tengo otros dos en 'stand by' ("Numerati", de Stephen Baker, y "El joven Hitler que conocí", de August Kubizek) muertos de risa. Soy de los que prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.

PD: Si no he hecho uso de las negritas es porque este comentario lo he publicado desde una PSP, y no por racismo...
 
Ayer, por lo atrayente del título, me lei esto, Pequeños Cuentos Misóginos.

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No salvo ni una frase.
 
Undertaker rebuznó:
No salvo ni una frase.

¿Por qué no?

Es decir, yo tengo el libro de Hernán Migoya, "Todas putas". ¿Lo has leído? ¿Va del mismo palo?

Si no sabes cómo es, te dejo una muestra:

Siempre será mejor violar a una mujer y dejarla viva que no violarla y matarla. Yo no sería capaz de matar a una mujer, no tendría estómago para ello. Pero violarlas, les aseguro que no produce ningún remordimiento (…) ¿Por qué seguimos demonizando a los violadores como si fueran mostruos, cuando son personas normales y corrientes con una pequeña afición que da la casualidad de que ahora está considerada como un delito y tipificada como tal?

Y ésta:

La niña no entendió nada. Ni siquiera cuando la penetré. (…) No se lo digas a mamá, mi vida. Te quiero

Pues eso, ¿son del mismo estilo? Imagino que no, pero detalla un poco, por favor.
 
No, no tiene nada que ver con los fragmentos que has puesto, es un libro muy light en ese sentido.
El problema que tiene es que, tras presentar un contexto más o menos atractivo (a veces incluso surrealista) para cada cuento, y una protagonista siempre superficial, egoísta e indolente, terminan de repente y sin aparente moraleja, por decirlo de alguna manera. O de moraleja muy obvia, por decirlo mejor.

Bah, no sé cómo explicártelo.
Te dejo uno de ellos para que lo compruebes tú misma.

La prostituta autorizada o la esposa


Sarah siempre se había dedicado a eso en plan de aficionada, y a los veinte años se casó, con lo que obtuvo la licencia. Para remate, el matrimonio se celebró en una iglesia en presencia de familia, amigos y vecinos, puede que incluso tuviera a Dios como testigo, ya que, desde luego, El estaba invitado. Iba toda de blanco, aunque ciertamente no era virgen, dado que estaba embarazada de dos meses y no del hombre con quien se casaba, el cual se llamaba Sylvester. Ya podía convertirse en una profesional, contando con la protección de la ley, la aprobación de la sociedad, la bendición de los clérigos y el apoyo económico garantizado por su marido.
Sarah no perdió el tiempo. Primero fue el hombre del contador del gas, como ejercicio de precalentamiento; luego, el limpiaventanas, cuyo trabajo le llevaba un número variable de horas, dependiendo de lo sucias que le hubiera dicho a Sylvester que estaban las ventanas. A veces Sylvester tenía que pagarle ocho horas de trabajo y un poco más por horas extra. En ocasiones, el limpiaventanas estaba allí cuando Sylvester salía para el trabajo y seguía estando allí cuando volvía a casa por la tarde. Pero éstos eran morralla, y Sarah pasó a su abogado, lo que tenía la ventaja de que éste no cobraba las minutas por los servicios prestados a la familia Sylvester Dillon, la cual constaba ya de tres miembros.
Sylvester estaba orgulloso de su hijito Edmund y se ruborizaba de placer cuando las amistades comentaban el parecido de Edmund con él. Las amistades no mentían, se limitaban a decir lo que pensaban que debían decir, lo mismo que le hubieran dicho a cualquier padre. Después del nacimiento de Edmund, Sarah cortó sus relaciones sexuales con Sylvester (que nunca habían sido frecuentes), diciéndole: "Con uno basta, ¿no crees?" Otras veces decía: "Estoy cansada", o "Hace demasiado calor". Vamos, que el pobre Sylvester sólo valía por su dinero —no era rico, pero tenía una buena posicióny porque era relativamente inteligente y presentable, no lo bastante agresívo para resultar una molestia y... Bueno, eso era más o menos lo único necesario para satisfacer a Sarah. Ella tenía la vaga idea de que necesitaba un protector y acompañante. De algún modo, firmar "Señora de" daba más categoría.
Disfrutó tres o cuatro años de amoríos con el abogado; luego fue su médico; después, un par de marídos descarriados pertenecientes a su círculo social, más unas cuantas escapadas de dos semanas con el padre de Edmund. Estos hombres la visitaban generalmente por las tardes, de lunes a viernes. Sarah era sumamente precavida e insistía —dado que su fachada principal era visible desde varias casas vecinas— en que sus amantes la llamaran desde algún lugar próximo para que ella pudiese decirles si el panorama estaba despejado. La hora más segura era la una y media, cuando la mayoría de la gente estaba comiendo. Después de todo, lo que Sarah se jugaba era su techo y su comida, y Sylvester se estaba poniendo nervioso, aunque todavía no sospechaba nada.
En el cuarto año de matrimonio, Sylvester hizo una pequeña escena. Le había hecho proposiciones a su secretaria, así como a la chica que trabajaba detrás del mostrador en su oficina de suministros, y había sido suave, pero firmemente rechazado, por lo que su autoestima se hallaba en un punto bajo.
—¿No podríamos volver a intentarlo? —fue la sugerencia de Sylvester.
Sarah contraatacó con una docena de batallones con los cañones listos para disparar durante años. Se hubiera pensado que era ella la persona con quien se había cometido una injusticia.
—¿Acaso no he creado un hogar perfecto? ¿No soy una buena anfitriona? La mejor, según todos nuestros amígos, ¿no es verdad? ¿He dejado de ocuparme de Edmund alguna vez? ¿He dejado alguna vez de tenerte preparada una comida caliente cuando volvías a casa?
Ojalá te olvidaras de la comida caliente de cuando en cuando y pensaras en otra cosa, deseaba decirle Sylvester, pero era demasiado bien educado para soltarlo.
—Y además tengo buen gusto —añadió Sarah como andanada final—. Nuestros muebles no sólo son buenos, sino que están bien cuidados. No sé qué más esperas de mí.
Los muebles estaban tan brillantes que la casa parecía un museo. Muchas veces a Sylvester le daba apuro manchar los ceniceros. Hubiese preferido más desorden y un poco más de calor. ¿Cómo podía decírselo?
—Ahora ven a tomar algo —dijo Sarah, más dulcemente, extendiendo una mano en un gesto sin precedentes en los últimos años. Se le acababa de ocurrir una idea, un plan.
Sylvester cogió su mano con alegría y sonrió. Repitió de todos los platos que ella le ofreció insistentemente.
La cena fue buena, como de costumbre, porque Sarah era una excelente y meticulosa cocinera. Sylvester esperaba que la velada tuviera un final feliz, pero en ese sentido quedó defraudado.
La idea de Sarah era matar a Sylvester a base de buenas comidas, de amabilidad en cierto sentido, de cumplir con su deber de esposa. Iba a cocinar más y de una forma más elaborada. Sylvester ya tenía barriga; el médico le había advertido que tuviera cuidado con los excesos en la comida, la falta de ejercicio y todo ese rollo.
Pero Sarah estaba suficientemente informada respecto al control del peso como para saber que lo que cuenta es lo que se come, no el ejercicio que se haga. Y a Sylvester le encantaba comer. El escenario estaba preparado y ¿qué podía perder?
Empezó a usar grasas más fuertes, manteca de ganso y aceite de oliva, a hacer macarrones con queso, a untar los sandwiches con una gruesa capa de mantequilla, a insistir en que la leche era una espléndida fuente de calcio para combatir la caída del cabello de Sylvester. El engordó diez kilos en tres meses. El sastre tuvo que arreglarle todos los trajes y luego hacerle otros nuevos.
—Tenis, querido —le dijo Sarah, preocupada—. Lo que necesitas es un poco de ejercicio.
Confiaba en que le diera un ataque al corazón. Pesaba ya más de cien kílos y no era un hombre alto. Se ahogaba al menor esfuerzo.
El tenis no sirvió de nada. Sylvester era lo bastante prudente, o lo bastante pesado, para limitarse a estar de pie en la pista y dejar que la pelota viniera a él, y si la pelota no venía, él no pensaba correr tras ella para golpearla. Así que, un caluroso sábado en que le había acompañado a las pistas como siempre, Sarah fingió desmayarse. Murmuró que quería que la llevase al coche para ir a casa. Sylvester se esforzó por levantarla, jadeando, ya que Sarah tampoco era un peso ligero. Desgraciadamente para sus planes, dos tipos vinieron corriendo desde el bar del club para echarles una mano y metieron a Sarah en el Jaguar con facilidad.
Una vez en casa, con la puerta cerrada, Sarah se desvaneció de nuevo y farfulló en un tono hermético, aunque débil, que era preciso llevarla arriba, a la cama. Era la gran cama de matrimonio de la cual les separaban dos tramos de escalera. Sylvester la alzó en brazos, pensando que no presentaba una imagen muy romántica subiendo trabajosamente escalón a escalón y dando traspiés mientras llevaba a su amada al lecho. Finalmente, tuvo que echársela al hombro, y aun así se cayó de bruces al llegar al descansillo del segundo piso. Jadeando fuertemente, rodó a un lado para librarse del cuerpo inerte de Sarah, y volvió a intentarlo, esta vez simplemente arrastrándola por el vestíbulo enmoquetado hasta el dormitorio. Sintió la tentación de dejarla tumbada allí hasta que recuperase el aliento (ella ní se movía), pero podía imaginar sus recriminaciones si volvía en sí en los próximos segundos y se encontraba con que él la había dejado tirada en el suelo.
Sylvester se puso de nuevo a la tarea, empleando en ella toda su fuerza de voluntad, porque, ciertamente, fuerza física no le quedaba ya. Le dolían las piernas, la espalda le estaba matando, y se asombró de lograr levantar ese peso (casi setenta kilos) hasta la cama.
"¡Uuff!", dijo Sylvester, y retrocedió tambaleándose, con la intención de derrumbarse en una butaca, pero ésta tenía ruedecitas y se deslizó hacia atrás, por lo que él aterrizó en el suelo con un golpe que hizo temblar la casa. Un dolor espantoso le atenazaba el pecho. Se llevó un puño al pecho y mostró los dientes en una mueca de agonía.
Sarah le observaba, echada en la cama. No hizo nada. Esperó y esperó. Casi se quedó dormida. Sylvester gemía y pedía ayuda. Era una suerte, pensó Sarah, que esta tarde hubieran dejado a Edmund con una canguro, en lugar de que ésta viniera a la casa. Después de unos quince minutos, Sylvester se quedó inmóvil. Sarah se durmió al fin. Cuando se levantó, comprobó que Sylvester estaba bien muerto y empezando a enfríarse. Entonces telefoneó al médico de la familia.
Todo le fue bien a Sarah. La gente dijo que hacía sólo pocas semanas se habían asombrado del buen aspecto que tenía Sylvester, con las mejillas sonrosadas y todo eso. Sarah recibió una suma muy apañada de la compañía de seguros, su viudedad, y cantidad de comprensión y afecto de la gente, que le aseguraba que ella le había dado a Sylvester lo mejor de sí misma, había formado un hogar perfecto, le había dado un hijo, en una palabra, se había entregado completamente a él y había hecho que su vida, desgraciadamente más bien corta fuese tan feliz como podía serlo la vida de un hombre. Nadie dijo: "¡Qué crimen tan perfecto!", que era la opinión personal de Sarah, y ahora podía reírse al pensarlo. Ahora podía convertirse en la Viuda Alegre. Exigiendo pequeños favores de sus amantes —sin darle importancia, claro está— iba a ser fácil vivir aun mejor que antes de morir Sylvester. Y podría seguir firmando "Señora de".
Lo que te digo es que durante todo el relato se va poniendo de manifiesto la idea de que quiere matarlo para, al final, terminar con que lo mata y ya está.

Igual esto tiene un significado oculto que no soy capaz de atisbar, no sé.
 
Ajá, otro de los típicos relatos de Highsmith sobre crímenes. Patricia no creo que escriba para dejar mensaje alguno, creo más bien que se entretiene escribiendo siempre lo mismo -el protagonista mata al antagonista- pero variando las circunstancias, casi como si jugara a los Sims.

Es que tengo desde hace muchísimos años el libro "Crímenes bestiales" de la misma autora, en el cual animales de toda índole se vengan de los seres humanos que les maltratan o simplemente les caen mal. Siempre es lo mismo: se presenta la situación y a los personajes, luego se explica la mala relación entre el protagonista animal y el antagonista humano (si no recuerdo mal, era siempre humano), y al final el último acaba muerto, o por lo menos muy mal en comparación con el protagonista.

Es más, creo que Patricia escribe varios relatos al azar, para luego recopilarlos según categorías. Vamos, que todos los que ha escrito sobre animales asesinos los ha incluido en "Crímenes bestiales", mientras que todos los que incluyen cierta misoginia van a "Pequeños cuentos Misóginos", y así.

Aunque tampoco me hagas mucho caso, no leí casi nada de Patricia Highsmith. Pero vamos, que lo poco que leí de ella me dio a entender que sólo se limita a narrar historias planas, sin ninguna moraleja.

Mujer tenía que ser :lol:
 
San Manuel Bueno, Mártir y Cómo se hace una novela (Don Miguel de Unamuno)

De momento todo lo que he leído del Don Miguel me ha parecido inmenso, a ver si sigue la racha. No comento mucho más porque lo acabo de empezar.
 
Empiezo hoy con esto.

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De Vian sólo he leído hasta ahora Escupiré Sobre Vuestra Tumba, y no me gustó especialmente, pero como a Rubén le parece tan grande, profundizaré más.
 
Ahora estoy leyendo Las civilizaciones actuales, de Braudel.

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Aunque me parece interesante, sobre todo las referencias a los estudios antropológicos, no me ha gustado ni un pelo su feroz crítica a Spengler. Voy todavía por la parte de África Negra: presente y futuro; sus predicciones no se han cumplido en absoluto. Cuando lo acabe ya comentaré la visión global.

Por otro lado, ¿hay algún hilo de Moravia? Me leí hace poco El hombre que mira y hace tiempo Yo y él (que me pareció bastante mejor, sobre todo por los conceptos que maneja).
 
Undertaker rebuznó:
De Vian sólo he leído hasta ahora Escupiré Sobre Vuestra Tumba, y no me gustó especialmente, pero como a Rubén le parece tan grande, profundizaré más.


No me voy a sentir culpable de tu previsible desengaño. :lol:


Ya dije que Vian no es para todo el mundo. Y no porque su obra sea densa, es sólo porque creo que es un autor con el que empatizas o no, sin más. Te podría decir sin problemas una decena de foreros que escriben mejor que él. No lo considero un buen escritor pero me gusta su forma de contar las cosas, alguna de sus imágenes surrealistas y, sobre todo, su sentido del humor. Además, la vida de Boris Vian es digna de estudio, era un genio.

Con él me pasa como con Kerouac, habrá escritores mejores pero seguiré leyéndolos toda la vida.


"No me importa la felicidad del hombre, sino la de cada uno de ellos." Boris Vian.
 
"Sexus". Espero que no se le vaya la olla con la mierda abstracta que suelta a mitad y final de "Trópico de Capricornio".
 
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