Cuarto de primaria. Enésimo cambio de colegio, inadaptación social por mi parte. No le caía bien a nadie, así que pasaba los recreos solo. Mi infinito amor por mis padres hacía que me dedicara a estudiar mucho cada tarde, para sacar las mejores notas y hacer que no sufrieran tanto viendo mis crecientes dificultades para relacionarme con mis semejantes.
Había un examen de informática el próximo día. En la cocina me puse a estudiar, y para que no fuese tan aburrido, cantaba y bailaba al compás de los apuntes sobre el PC, teclado, periféricos y todo eso. Mis padres decían que me calmara, que si me sabía la lección de sobra que fuese a jugar. Pero no tenía con quién jugar, así que seguía cantando y bailando con los versos que me había inventado.
Llega el día señalado. Entramos en clase, el profesor nos entrega las hojas con el cuestionario, y nos dice que saquemos otra para responder. Yo no tenía hoja, sólo el cuaderno. Se lo dije al profesor, y me respondió que no pasaba nada, que contestara en el cuaderno y luego se lo diese. Acabé el examen en cinco minutos, pues las respuestas me las sabía de memoria.
Llega el recreo, y, mientras iba comiendo por ahí un bollo, vi a la compañera más guapa de mi clase llorando a moco tendido, saliendo de dirección. En mi interior, saltaron alarmas. Algo pasaba, y no era nada bueno. Todavía peor: estaba seguro de que tenía que ver conmigo, aunque no tenía ni idea de por qué. Pero tenía que ver conmigo.
Mis sospechas se fundamentaron cuando, al volver a clase, la directora me dijo que fuera a jugar con los niños de preescolar un rato, que luego volvería y se reanudaría la clase. La profesora, visiblemente nerviosa, me dijo que era una sorpresa para mí, que no pasaba nada... Pero yo estaba ceñudo, ya sabía que algo extraño pasaba conmigo.
Al volver:
-Pepito, ven aquí. Hemos estado hablando con tus compañeros, y nos dicen que piensan que te has copiado en el examen de informática.
Y me pasó algo que jamás en mis diez años de vida me había ocurrido: mi corazón empezó a latir con furia, la sangre subió cagando leches a mi cabeza, sentí un calor impresionante en todo el rostro, mis ojos parecían salir de sus órbitas, y dirigí la mirada directamente hacia la compañera que, rato antes, había estado llorando a moco tendido. Sentí que rayos, relámpagos y centellas salían de mis pupilas hacia ella. Apreté mis labios con fuerza. Ella bajó la cabeza, intentó esconderse bajo la mesa de la manera más disimulada que pudo...
-Es mentira, no me copié.
-Vale, Pepito, pues vamos a hacer una cosa... Aquí tienes la hoja del examen. Vuelve a hacerlo, escribiendo las respuestas en ese mismo papel.
-No hay problema- respondí con decisión y altivez. Cogí el papel, y me dirigí con paso firme al pupitre. La directora se fue, la profesora estaba mesándose los cabellos avergonzadísima. Acabé el examen en menos tiempo aún, con las respuestas exactamente iguales que en el primer intento. La profesora, al recibirlo, sonrió y casi se echó a reír a carcajadas con perplejidad. Se levantó y se fue a mirar por la ventana, a saber en qué pensaría. Yo me fui a mi sitio, que era al lado de la zorra ya no en ciernes. No le dije nada, pero ella se escondía detrás de su libro, estaba completamente arrinconada contra la pared, podía oír sus latidos con intensidad. Y eso que yo pasaba olímpicamente de ella. Qué poderoso es el sentimiento de culpa.
En el coche de mis padres.
-¿Qué tal el día de hoy?
-Me dijeron que me había copiado. Tuve que hacer el examen dos veces.
-W... T... F.
Le montaron un cirio a la directora, amenazando con querellarse y no sé qué hostias. Me sacaron de allí ipso facto, al profesor de informática le despidieron, y el resto del curso escolar estuve en casa, siendo educado por mi madre, que lo sabe todo.
Y así fue mi vida hasta hoy.
Grande, macho.
Me ha recordado a una cosa que me pasó a mi, con la salvedad que la zancadilla me la puso una madre. Resulta que habíamos quedado 4 personas en casa de Raúl, mi mejor amigo, para hacer un trabajo. Unos 12 años tendríamos. Yo ese año había notado un cambio en Raúl. Cuando nos fueron a cambiar de sitio en clase el profe nos había puesto juntos y Raúl había declinado ese sitio a mi lado, rompiendo mi corazón.
Total, que estábamos en casa del tipo este haciendo un trabajo sobre los romanos y los griegos. Yo llevé unos mapas de puta madre sobre la expansión griega y romana y, como mi madre me había enseñado desde pequeño a utilizar la maquina de escribir, yo pase entero el trabajo a limpio.
Total, que llevamos el trabajo y Raúl insiste en llevarlo él al profesor. Dice que ha hecho una portada en casa, muy colorida y bonita, y que mejor que la sustituyamos por la portada seria que hice yo. A ninguno de los otros 3 integrantes del grupo nos importa la portada así que le doy el trabajo y él sustituye la portada y se lo lleva.
Pasan los días y llegan las notas, las está diciendo el profesor en voz alta, llega a mi nombre y me dice que un 0 y que me quede después de clase. Llegan los otros integrantes de mi grupo y todos muy buena nota. Yo, ojiplático y al borde del llanto, no entiendo una mierda. Al final de clase me quedo y me dice el profesor que tengo un 0 porque no he participado en ningún trabajo. Me tranquilizo y digo que ah bueno, que es todo un error, que susto. Que oiga mire, sí que participé, en el grupo de Raúl, el de los griegos y romanos. Ya, ya, me responde, pero Raúl dice que tú no participaste, que no hiciste nada.
Fue como el capítulo ese de los Simpson. Noté cómo se me rompía el puto corazón, traicionado. Me puse triste, ni siquiera me dió un acceso de ira como solía darme. Me pongo a llorar como un mierda. Que si que he estado en el grupo, que yo mismo llevé esos mapas adjuntos, que yo me pase hasta las tantas pasando el trabajo a máquina. Ni siquiera hace un careo con el otro subnormal. Simplemente me dijo que me quedaba con el 0 y que para otra vez me aplicase más.
Al llegar a casa se lo cuento a mi madre y mi madre, más listac y con más mala hostia que servidor, se persona en casa del chico este a saldar cuentas. La madre con aire falsamente sorprendido dice que oh vaya, a su hijo se le debió olvidar meter mi nombre en la portada. Yo digo que él le dijo en persona al profesor que yo no había hecho el trabajo y la madre que al día siguiente hablaba con el profesor y tema zanjado.
Total, que al día siguiente, menos dolido pensando que podía ser verdad lo que dijo la madre, pregunto a Raúl y éste me dice que todo había sido obra de su mamac, que ella le había hecho la portada y que ella había decidido no meterme en el trabajo.
Si ya esto supuso un golpe, peor me supo que los otros integrantes se inhibieran del asunto porque no era problema suyo.
Por cierto que el profo dijo que por gilipollas o por mentirosos, nos quedábamos todos los integrantes del grupo con un 0.
Mi madre sostiene que yo había empezado a hacer sombra a Raúl en cuanto a notas se refiere y la madre se había echado al monte. Teoría falsa, porque sólo le hacía sombra en sociales, en lo demás ni me acercaba a ese empollón. Me inclino a pensar que la madre albergaba la esperanza de que fuese yo sólo a su casa a pedir explicaciones y la madre aprovechase para desvirgarme y hacerme unas lentejas.
Y así fue, amigos, como ninguno aprendió absolutamente ninguna lecció de todo esto.