Jacques de Molay
Freak total
- Registro
- 2 Nov 2003
- Mensajes
- 18.013
- Reacciones
- 9
Espero que Camacho entre en razón (reconozco que pedir que razone un cazurro como él es como pedir peras al olmo o sentido común a un sociata) y hoy siente al gelipollas de Raúl. Pudiendo jugar un crack como Owen no debe jugar un pelacañas como Raúl, nunca más.
Les cuelgo el artículo de hoy de Alfonso Ussía sobre el particular, resume todo lo que pienso de ese patético furbolista de los cohones.
El señorito.
Es el señorito de los señoritos. El que manda. El que decide en el vestuario. El que impone al entrenador sus deseos y preferencias. El que sólo es sustituido del terreno de juego cuando él mismo lo solicita. Nadie se atreve con él. Fue un futbolista bueno mientras estuvo en forma. Pero sólo un futbolista bueno, nunca excepcional. La prensa deportiva de Madrid, tan apasionada, lo llevó a las alturas. Pero todo se acaba. Y algunos terminan antes que otros, aunque no los contratos. El del señorito de los señoritos finaliza en el año 2010. Mil doscientos millones de las antiguas pesetas al año. Netas, que no brutas. Además, sueldo, primas, dietas y libertad para establecer contratos con todo tipo de empresas y marcas para publicidad. El señorito de los señoritos no usa gratuitamente esas horribles botas rojas con las que no mete un gol desde que Sara Montiel cantó por última vez «La Violetera». Sus defensores a ultranza, dicen que está algo deprimido, que ha perdido la alegría y que su bajo rendimiento es consecuencia de esa tristeza que le acompaña.
En ese caso, que acuda a un psicólogo, mientras le piden consulta al psiquiatra los que le han firmado ese contrato hasta el año 2010. El señorito disimula bien. No hace nada de nada, pero corre hacia los balones que sabe nunca va a alcanzar para que los tontos digan. –Estará mal, pero es el que más trabaja–. El señorito lleva más de un año sin dar una a derechas ni a izquierdas. Se limita a poner cara de circunstancias y a fracasar. También graba anuncios. Y si en la fiesta de inauguración de cualquier producto caro es invitado, a la fiesta acude a cambio de un buen regalo. Pero no da una. De un buen jugador a secas ensalzado a gran jugador por el afán entusiasta de sus amigos periodistas ha pasado a formar parte del pelotón de los clamorosos petardos.
Y todos los años, el nuevo entrenador se baja ante el señorito los pantalones y no se atreve a decirle que el Real Madrid no es una casa de caridad, menos aun cuando la casa de caridad le paga mil doscientos millones netos por hacer mal su cometido. Pero tiene carisma dicen, y manda, ordena, veta, y se incluye en la alineación por sistema. ¿Para qué ha fichado el Real Madrid a Owen? ¿Para que vea a Raúl? Mejor se hubiera quedado en Inglaterra a ver mejores cosas. Si por casualidad mete un gol, la Prensa retomará su entusiasmo y escribirá y hablará del «renacer del genio». Así está establecido. Lo siento por la humillación de Camacho, al que creía con más carácter y decisión. Decididamente es intocable. No contar con la participación de Raúl es un delito. No se salvan otros galácticos, pero carecen de la amnistía constante del antiguo creador de vaselinas. El futuro del Real Madrid se presenta incierto. Se tambalean los mitos. Los galácticos no corren. El entrenador mima a Raúl, que está triste. Sólo cuando recibe el extracto bancario con el ingreso correspondiente al contrato, sonríe. Y después de la sonrisa, se va a una fiesta para celebrarlo. Y encima, le aplauden. Todos no. Yo le abucheo.
Les cuelgo el artículo de hoy de Alfonso Ussía sobre el particular, resume todo lo que pienso de ese patético furbolista de los cohones.
El señorito.
Es el señorito de los señoritos. El que manda. El que decide en el vestuario. El que impone al entrenador sus deseos y preferencias. El que sólo es sustituido del terreno de juego cuando él mismo lo solicita. Nadie se atreve con él. Fue un futbolista bueno mientras estuvo en forma. Pero sólo un futbolista bueno, nunca excepcional. La prensa deportiva de Madrid, tan apasionada, lo llevó a las alturas. Pero todo se acaba. Y algunos terminan antes que otros, aunque no los contratos. El del señorito de los señoritos finaliza en el año 2010. Mil doscientos millones de las antiguas pesetas al año. Netas, que no brutas. Además, sueldo, primas, dietas y libertad para establecer contratos con todo tipo de empresas y marcas para publicidad. El señorito de los señoritos no usa gratuitamente esas horribles botas rojas con las que no mete un gol desde que Sara Montiel cantó por última vez «La Violetera». Sus defensores a ultranza, dicen que está algo deprimido, que ha perdido la alegría y que su bajo rendimiento es consecuencia de esa tristeza que le acompaña.
En ese caso, que acuda a un psicólogo, mientras le piden consulta al psiquiatra los que le han firmado ese contrato hasta el año 2010. El señorito disimula bien. No hace nada de nada, pero corre hacia los balones que sabe nunca va a alcanzar para que los tontos digan. –Estará mal, pero es el que más trabaja–. El señorito lleva más de un año sin dar una a derechas ni a izquierdas. Se limita a poner cara de circunstancias y a fracasar. También graba anuncios. Y si en la fiesta de inauguración de cualquier producto caro es invitado, a la fiesta acude a cambio de un buen regalo. Pero no da una. De un buen jugador a secas ensalzado a gran jugador por el afán entusiasta de sus amigos periodistas ha pasado a formar parte del pelotón de los clamorosos petardos.
Y todos los años, el nuevo entrenador se baja ante el señorito los pantalones y no se atreve a decirle que el Real Madrid no es una casa de caridad, menos aun cuando la casa de caridad le paga mil doscientos millones netos por hacer mal su cometido. Pero tiene carisma dicen, y manda, ordena, veta, y se incluye en la alineación por sistema. ¿Para qué ha fichado el Real Madrid a Owen? ¿Para que vea a Raúl? Mejor se hubiera quedado en Inglaterra a ver mejores cosas. Si por casualidad mete un gol, la Prensa retomará su entusiasmo y escribirá y hablará del «renacer del genio». Así está establecido. Lo siento por la humillación de Camacho, al que creía con más carácter y decisión. Decididamente es intocable. No contar con la participación de Raúl es un delito. No se salvan otros galácticos, pero carecen de la amnistía constante del antiguo creador de vaselinas. El futuro del Real Madrid se presenta incierto. Se tambalean los mitos. Los galácticos no corren. El entrenador mima a Raúl, que está triste. Sólo cuando recibe el extracto bancario con el ingreso correspondiente al contrato, sonríe. Y después de la sonrisa, se va a una fiesta para celebrarlo. Y encima, le aplauden. Todos no. Yo le abucheo.