jay rebuznó:
Lo de vosotras es una cosa tremenda...Teneis una facilidad para sacar fallos y criticas destructivas con solo echar un vistazo.
Llevan años de entrenamiento de ventaja. No olvide que mientras nosotros correteábamos persiguiendo una pelota, ellas se apostaban en las columnas de los pórticos, cual francotiradores, despellejando a cualquiera que osara ponerse a tiro.
Sr. Calcetín rebuznó:
Yo sé cuando un hombre es guapo si veo que se parece fisicamente a mí.
Jeje. El calcetín de su avatar es tremendamente sexual, no puede negarse.
Hammett rebuznó:
De todas formas creo que esto viene a ser lo mismo que decir: no quiero fijarme mucho en un tío, no sea que acabe gustándome. Porque si no es así, yo no lo entiendo.
Yo creo que ha dado usted en el clavo o que, al menos, lleva gran parte de la razón. Muchos temen expresar sus opiniones sobre otros hombres por miedo a ser tildados de homosexuales. Parece que la sensibilidad debe ser patrimonio exclusivo de las mujeres, algo a lo que, al menos yo, me niego en redondo.
Por otra parte, la práctica convierte nuestras opiniones en mucho más autorizadas; es decir, que si yo llevo diez años viendo partidos de fútbol, sabré reconocer la belleza de un gol, pero si me pongo a ver natación sincronizada, me costará mucho distinguir qué ejercicio ha sido el mejor. Luego, aquellas que miran más a los hombres, tienen más capacidad y agudeza para juzgarlos. Ahora que si hablamos de mujeres, estamos empatados, porque ellas las miran para examinarlas, no para disfrutar de su belleza como hacemos los hombres, sino para señalar sus defectos y regocijarse en ellos.
Por último, se ha mencionado el concepto del atractivo, que requiere un párrafo aparte. Creo que casi todos tenemos capacidad para reconocer la belleza (el equilibrio, la armonía, la conjunción), en un sentido clásico del término. Otro asunto aparte es el atractivo. Eso ya es algo mucho más subjetivo y por ello, si preguntan por el atractivo de los hombres, obtendrán resultados muy diversos según a quién pregunten, mientras que en la belleza, suele existir un consenso generalizado. Yo también lo he experimentado de ese modo y me he sentido atraído por mujeres que no eran consideradas hermosas ni por mí ni por otros, pero cuyos encantos me acercaban al cielo.
Un amigo mío dijo que la mujer idónea era aquella que te gustaba a ti y no al resto. Todo un alegato a favor del atractivo y en contra de la belleza. Medítenlo ustedes, porque puede encerrar una gran verdad.