Yo no, pero una de mis hijas que se había independizado recientemente se fue a vivir a un piso antiguo, de antes de Franco inclusive, y claro, pasó lo que pasó.
En su caso, ella estaba lavando las prendas a mano en el baño (la lavadora era del piso, casi tan vieja como el mismo, y fallaba cada dos por tres), y de repente empezó a oír chillidos y a oler muy fuerte a quemado. Curiosa y atemorizada, se atrevió a salir del baño para mirar por la ventana del balcón... y había una gran humareda negra que entraba por allí. Se dio cuenta enseguida: FUEGO.
Estaba medio en pelotas, así que lo primero que hizo fue ponerse pantalones y camiseta lo más rápido que pudo, tropezándose todo el rato, mientras se hacía con las llaves del piso, y salió corriendo en dirección a la puerta de la calle. Pero en cuanto abrió la puerta del piso, se encontró a los vecinos en el rellano.
-¿Dónde está el fuego? ¿DÓNDE ESTÁ EL FUEGO?
No la entendieron, porque eran brasileños, y además ellos tampoco sabían dónde estaba. Así que mi hija no lo dudó y fue directa hacia las escaleras, con la idea de bajar y pirarse de una puta vez. Sin embargo, un humo negro y cada vez más denso subía desde precisamente las escaleras, y a mi hija le resultó imposible bajar siquiera un escalón, pues se asfixiaba.
Desesperada, volvió junto con sus vecinos, sin tener ni puta idea de qué hacer. Era evidente que el fuego venía desde abajo (ella vivía en el tercer piso), y no había manera de bajar.
Entonces, de repente, uno de los vecinos la cogió de la mano, la hizo atravesar la espesa humareda mientras tosían, y llegaron casi a ciegas hasta el balcón de su piso. Allí estaban reunidos todos los vecinos del tercer piso. Los niños lloraban. Uno de ellos fue hacia la cocina, y mi hija observó aterrorizada como la ventana de la cocina reventaba y el fuego entraba echando llamaradas espantosas. Cerraron fuertemente la puerta, y volvieron al balcón, no sin antes cerrar todas las puertas que conducían al mismo y tapando las rendijas con trapos.
Mi hija no dejaba de pensar en las bombonas de butano. En todas la cocinas de la finca se usaba butano. Y el fuego entraba como loco por todas las ventanas de todas las cocinas. Tenía casi asumido que iba a morir, ya fuera quemada o reventada por una fuerte explosión. No tenía escapatoria. Se limitó a esperar a su destino, abrazada a sus vecinos.
Para colmo, vio cómo los hijos de puta que causaron el incendio, que vivían en el primer piso, conseguían salir por el balcón gracias a unas escaleras que habían puesto unos vecinos de otra finca. Y mientras, los del segundo y tercer piso atrapados y encomendándose a la Providencia.
Afortunadamente, no tardaron en llegar los bomberos. Llegaron tres camiones, y tardaron una media hora en extinguir el fuego, y otra media en despejar el camino para que todos los atrapados pudieran bajar.
Mi hija se había llevado las llaves del piso. Pudo volver a entrar y comprobar que todo estaba sano y salvo, excepto la ventana de la cocina, que había estallado.
No tardó en mudarse a otro piso, más seguro y en un primer piso. Así, de haber fuego, le resultaría más fácil escapar. Y celebro que mi hija fuera inteligente y no se molestara en buscar cosas que llevarse, sino que le diera prioridad a su propia vida. Cuando recuerdo que esa misma tarde, nos había visitado y había preguntado si podía quedarse a dormir en mi casa... Joder, menos mal que no le ocurrió nada. Desde entonces, siempre le digo que sí, que se quede. Como para no hacerlo, después de eso.
Así quedó la finca después del incendio: