Ayer murió el gato de la familia. El animal vino intoxicado o envenenado a morir a la puerta del garaje.
Volvía de buscar a la cría de una cena de mierda con criajos de mierda y dijo "mira, Adolf está durmiendo en la puerta del garaje".
Estaba caliente, pero no se movía. Lengua afuera, corazón parado y mierda saliéndole del culo (como a los ratones del hijo de puta de herbman).
Yo pensaba que no quería a ese bicho, pero me he dado cuenta de que todo era una pose aldeana de tipo duro que sabe manejar a las bestias.
En realidad, me ha jodido tanto como si hubiese muerto alguno de mis seis hijos. Daría la vida de cualquiera de vosotros, subnormales de mierda, porque el pobre Adolf volviese a estar entre nosotros.
Lo enterré aguantando las lágrimas a cincuenta metros de casa.
Esta mañana, he ido a comprobar que el sepulcro estuviese en condiciones y he visto que habían escarbado en la tierra. Sólo se veía su cara, tiesa y visiblemente lamida.
A quince metros, su novia, una siamesa tuerta, vigilaba con pena. Era ella quien había buscado a su gato. Era ella quien se había despedido a su manera.
Os mataría a todos, hijos de puta.